Amin Al-Mahdi, pacifista egipcio:

“Cuando empezamos a pelear contra Israel perdimos nuestra democracia”

El escritor y publicista Amin Al-Mahdi es una de las figuras más prominentes del movimiento pacifista egipcio. En su libro, "El Conflicto Árabe-Israelí - La Crisis de la Democracia y la Paz" y en una entrevista publicada en el periódico israelí Ma'ariv, Mahdi afirma que los regímenes árabes usaron el conflicto árabe-israelí para justificar sus tendencias autoritarias y que el crecimiento del fundamentalismo musulmán ha evitado que Egipto se modernice. "Ellos (por los estados árabes que copiaron el modelo Nasserista) pueden firmar la paz con cualquier Estado pero no con su propio pueblo. Su slogan era: 'ninguna voz será más fuerte que la voz de la batalla.' Hay una campaña en contra de la cultura de paz. Cualquiera que se oponga a la revolución está condenado". A continuación presentamos extractos de la entrevista y del libro de Mahdi, un pacifista árabe que no temió hablar. Este artículo, originalmente, data del 20 de junio del 2000 pero preserva una actualidad plena y ratifica (una vez más) que del lado árabe, también hay gente que se anima al disenso.

La presión de la prensa gubernamental en contra de la paz con Israel

Según Al-Mahdi, el gobierno egipcio propicia hostilidad en contra de Israel: «Esto es esquizofrenia. Es imposible que un editor adopte una posición en pro de la paz pues, si lo hace, los funcionarios gubernamentales lo sujetan a presiones demagógicas. Estas presiones pueden culminar en asesinato «civil». Tengo amigos que comparten mi opinión, pero trabajan para la prensa gubernamental y por lo tanto tienen las manos atadas… Ellos nunca dirán lo que yo digo, y los entiendo… Tenemos un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos pero no tenemos ni un solo periódico liberal. Esto es trágico. Tratamos de obtener licencia para publicar un periódico que represente el sentir de los activistas en pro de la paz pero (las autoridades) no nos la concedieron. Entonces, ¿en dónde publico mis artículos? En Londres (en el diario Al-Hayat).
«Nuestros medios de comunicación provocan a la opinión publica en contra de Israel con el fin de distraerla de sus problemas reales… Después de todo, nuestra situación económica es mala; tenemos extremismo islámico; nuestra libertad es incompleta».

El conflicto árabe-israelí es una excusa para establecer dictaduras

«Los regímenes árabes, incluyendo al egipcio, no quieren copiar la democracia Israelí porque temen que pueda ocasionar la caída de sus gobiernos… El conflicto con Israel ha servido a los regímenes árabes como una justificación para sus políticas dictatoriales. La política de intimidación ha impedido el diálogo y la posibilidad de conocer al enemigo. Este concepto ha creado una alianza entre los extremistas árabes y ha congelado a toda la región».
«La mentalidad egipcia con respecto a una relación pacífica con Israel es patética. Tenemos un régimen fascista. Este régimen necesita guerras para justificar su centralización. Necesita un peligro externo. Ben Gurión era igual. El y Abd Al-Nasser cooperaron el uno con el otro indirectamente. Las metas eran diferentes pero los métodos eran los mismos. Abd Al-Nasser necesitaba de un peligro externo para crear un estado fascista y dictatorial. Ben Gurión decía que Israel es un Estado pequeño que necesita más territorio… la bomba atómica… fuerza militar. El quería más y más tierra».
«Todas las decisiones internas de los regímenes árabes están basadas en seguridad,» dice Al-Mahdi, «No hay población civil. Si alguien quiere crear una ONG, aunque sea para arte o literatura, necesita obtener una licencia. Todo está controlado por el Gobierno. Solo a los religiosos no se los controla. Ellos pueden construir mezquitas en donde quieran -en el jardín, en la plaza del pueblo, en todos lados. Hace 52 años habían siete centros de estudio religiosos en Egipto, tres instituciones de educación superior y cuatro escuelas religiosas. Hoy en día hay seis mil. ¿Qué esta pasando aquí?»
«No somos una democracia. Quieren evitar que la gente sepa la verdad. Desde la época de Abd Al-Nasser ha habido muy poco progreso en el campo de las libertades individuales. Hay un poco más de libertad de expresión en los libros pero no en los medios de comunicación electrónicos».

Nasserismo: La debacle de Egipto

Al-Mahdi estuvo Beirut en septiembre de 1982 y tomó fotos de la masacre de Sabra y Shatila. Sus fotos fueron publicadas en el periódico libanés Al-Safir y en todo el mundo. «Hasta entonces mi forma de pensar había sido influenciada por el nacionalismo árabe,» continúa, «un poco de Nasserismo, aunque odiaba la dictadura. Después de la masacre… me pregunté… ¿Por qué nos es difícil decir lo que pensamos?»
«En 1988 empecé a entender la Regla de la Sincronización en el Medio Oriente. Me di cuenta de que hay una alianza entre los extremistas en Israel y los fascistas antidemocráticos aquí. Cuando comenzamos la lucha en contra de Israel, perdimos nuestra democracia. Abd Al-Nasser fue el vencedor. Fue también un gran dictador… Después, me di cuenta de que la paz con Israel era la clave».
«En 1952 el régimen egipcio destruyó la politización del pueblo. Este es el mayor daño que se le ha hecho a Egipto hasta ahora. Antes del surgimiento de Abd Al-Nasser, había una intensa actividad política. Había una clase media que quería ser europea. Egipto era secular. Hoy en día, hay 240 mil mezquitas en Egipto. En Irán sólo hay 88 mil. Todas estas mezquitas hacen propaganda en contra del modernismo, los derechos de la mujer y la globalización».
«Cuando la gente se dedica a escribir fatwas (reglas religiosas islámicas), se olvida de la democracia y del modernismo. Se humilla a las mujeres y no se necesita libertad porque se espera recibir clemencia divina pero no de los seres humanos».
Al-Mahdi inventó el término «siete hermanas» para describir los regímenes árabes que imitaron a Abd Al-Nasser: Yemen, Libia, Algeria, Siria, Irak, Sudán y la OLP.
«Ellos pueden firmar la paz con cualquier Estado pero no con su propio pueblo. Su slogan era: ‘ninguna voz será más fuerte que la voz de la batalla.’ Hay una campaña en contra de la cultura de paz. Cualquiera que se oponga a la revolución está condenado. Estas ideas se difunden también en la prensa».

Normalización con Israel

La lucha en contra de la normalización es un fraude, dice Al-Mahdi. «Israel y Egipto tienen relaciones comerciales. Hay turismo. Los israelíes pasan un millón y medio de noches al año en Egipto. Catorce mil egipcios trabajan en Israel. Es toda una ciudad. La fábrica más grande de ropa interior en Egipto es la fábrica israelí Delta, que emplea a 3.000 trabajadores. Hay tres pueblos agricultores aquí en los que trabajan expertos israelíes. Hay fuertes relaciones de seguridad y coordinación entre los ejércitos. ¿Quién dice que no hay normalización? Estamos en guerra con Sudán, pero los puentes están abiertos para ellos y hay normalización con Sudán, en cambio con Israel no ha habido guerra en 27 años y los puentes están cerrados para ellos. Dicen que la razón es el problema palestino».
«Queremos venderles petróleo, tenemos cooperación de seguridad con ellos, traemos turistas pero no sabemos nada de ellos. Los líderes, los agentes de seguridad y los banqueros pueden hacer todo, pueden visitar Israel, pueden firmar tratados, sin que nadie les haga nada. Pero los artistas y los intelectuales corren peligro si tratan de hacer lo mismo».

Sionismo y Post-Sionismo

En su libro, Al-Mahdi demuestra a los lectores árabes que el sionismo no surgió del racismo, sino del antisemitismo en Europa.
Al-Mahdi está muy impresionado con el fenómeno de los kibutzim. «El kibutz, dice, ha jugado una parte muy importante para hacer a Israel un Estado fuerte… Hoy en día, sin embargo, se está convirtiendo en solo un recuerdo. Esto es lo que sucede con la ideología. Al principio, necesita de soñadores, después de luchadores y, al final, de biógrafos».
«Creo que el Israel post-sionista está listo para la paz y reconoce la necesidad de impartir justicia a todos sus ciudadanos, y esto favorecería a toda la región, no solo a sí mismo”.

Amin Al-Mahdi es optimista. El está seguro que al final ganará la paz.