Turquía

Otra vez el horror

Otra vez el horror en Turquía donde ya hay 27 muertos y más de 450 heridos en los dos últimos atentados en Estambul, días después de que volaran dos sinagogas. El ministro británico del Exterior, Jack Straw viajó a Turquía con la misión de expresarle al pueblo turco las condolencias por lo que calificó de “atrocidad”.

En sus breves declaraciones a su arribo a esta ciudad, el jefe del Foreing Office indicó que se trasladaría de inmediato a inspeccionar los lugares afectados por los bombazos de esta mañana.
Antes de partir de Londres, Straw reconoció la desaparición en los atentados de varios funcionarios de su ministerio en ese consulado, en tanto un comunicado de la dependencia que dirige reconoció la muerte de 14 empleados, entre británicos y turcos, de esa sede diplomática.
Los ataques fueron realizados con vehículos cargados con explosivos, muy similares a otros efectuados contra igual número de sinagogas de esta ciudad el pasado sábado, en los que perecieron 25 personas y otras 300 quedaron lesionadas.
Por su parte, fuentes periodísticas en esta urbe citaron a la agencia turca Anatolia, la cual habría recibido una llamada en la que se reivindicaba la autoría conjunta de esas acciones por la red Al Qaeda y el Frente Islámico de Combatientes del Gran Oriente (IBDA/C).
La IBDA/C también fue responsabilizada en un principio por Turquía de los atentados del sábado último, luego de otra llamada a Anatolia, en la que asumía, de igual forma, la realización de esas detonaciones.
Los dos estallidos, de este jueves 20 de noviembre, se produjeron en medio de la visita de estado a Londres de Bush, cuyo país, junto a Gran Bretaña, invadió a Irak, en marzo pasado.
Contra la estancia del presidente estadounidense en la capital británica y su política belicista se pronunciaron al menos 100 mil personas en esa ciudad, donde fue derribada una efigie de seis metros del jefe de la Casa Blanca.
Analistas recuerdan que en su momento, el gobierno de Turquía aprobó el envío de sus tropas a Irak, aun cuando la mayoría de la población se oponía a esa medida.

Escenas dantescas

Cadáveres despedazados y escombros estaban esparcidos por las calles de la capital comercial de Turquía, Estambul, después de que la explosión de dos coches bomba en menos de una semana sumergiera a la ciudad en un estado de conmoción.
«Supimos que era una bomba cuando vimos volar un brazo por la ventana», declaró un médico en una clínica próxima al lugar de la explosión. Los restos de un torso humano permanecían en la calle a unos 250 metros del cuartel general del banco británico HSBC, el objetivo de una de las explosiones en el centro financiero de Estambul. La deflagración hizo añicos las ventanas de la lujosa zona de oficinas y residencias de categoría.
Otro artefacto provocó un gran cráter en la calle y envió una columna de humo por encima del consulado británico. Quedaron destruidos la verja de entrada y el muro que rodea el edificio del siglo XIX en la ciudad comercial y centro de la actividad nocturna.
Al menos 27 personas murieron en los ataques, añadiendo más dolor a la ciudad.

Intereses británicos

Mientras que los objetivos del sábado fueron judíos, los del jueves se dirigieron contra intereses británicos, aunque la gran mayoría de las víctimas fueron, nuevamente, turcos y musulmanes.
«Escuché una fuerte detonación. Pensé que era un terremoto», declaró Adnan Akyildiz, en el consulado. «Me tiré por la ventana. La escena era horrorosa; la verja del consulado, el edificio estaba todo derruido. Había un coche en llamas», añadió Akyildiz. «Entonces busqué a mis amigos, vi a cuatro limpiadores muertos; dos de ellos eran marido y mujer», acabó de relatar este empleado.
Varios testigos explicaron que una furgoneta verde con el nombre de una empresa de alimentación cruzó la verja del consulado y explotó, utilizando la misma técnica devastadora del pasado sábado. Un guardia de seguridad, como dos de sus colegas que trabajaban enfrente de las sinagogas, resultó muerto ayer al instante.

Madres asustadas

La policía turca explicó que las bombas utilizadas eran las mismas que en los ataques contra las sinagogas. Se trata de una mezcla de compuestos químicos y combustible que desprenden en el aire un fuerte hedor.
«Fui despedido de mi asiento y los cascotes de mi oficina me cayeron encima. Había humo y polvo por todas partes. Se me cogió a la garganta, y pensé que me estaba envenenado», comentó Abidin, que estaba trabajando en su oficina cercana al consulado británico. «Vi a alguien que había perdido una pierna», añadió. Las madres de los niños de las escuelas cercanas fueron a buscarlos rápidamente.