¿Cómo sigue la Primavera Árabe?

Triunfos islamistas, pero no en todos lados

En base al análisis de un artículo de Hussein Ibish, un escritor árabe profundamente antiislamista, el autor indaga la situación que propiciaron las elecciones democráticas llevadas a cabo en algunos países de la región tras la caída de varias dictaduras, con críticas a la idea de que el triunfo generalizado de los partidos islamistas es inevitable y la conjetura de que, por el contrario, pueden ser derrotados en las urnas.
Por Barry Rubin*

Hussein Ibish es uno de los escritores árabes más interesantes en el análisis sobre los temas regionales. En un artículo publicado por el sitio liberal «Lebanon Now», contempla en el más amplio sentido las elecciones en Libia. Aunque los resultados oficiales aún no se han publicado; parece que la Alianza Fuerza Nacional, respaldada por Estados Unidos, y encabezada por el líder – instalado por la OTAN -, Mahmud Jibril, logró una gran victoria.
Ibish critica la idea que «presume el ascenso inexorable de los partidos islamistas». Tiene razón y adecuadamente añade: «Libia muestra que los islamistas pueden ser derrotados en las actuales elecciones árabes, y este hecho debería ser celebrado y emulado, y no ignorados o descartado».
Parte del problema, por supuesto, es que los medios de comunicaciones y los analistas que por lo general ponen de relieve han repetido a menudo -casi monopólicamente – que los islamistas no iban a ganar o que eso no importa, porque en realidad ellos son moderados. Esto ha creado la reacción de la gente un poco más sabia que advierte que los islamistas están ganando y que no son para nada moderados.
Ibish no quiere que los islamistas ganen y pone de relieve que ellos pueden ser derrotados. La pregunta es, por supuesto, cómo pueden ser derrotados.
En principio, observando lo que pasó en Libia nos recuerda que el Islam no es una fuerza monolítica e inevitablemente radical o islamista. El hecho de que los islamistas revolucionarios puedan valerse de citas del Corán y otros libros sagrados musulmanes para justificar su ideología no significa que todo el mundo se convencerá de que tienen razón.
Tras citar al columnista Charles Krauthammer, quien escribe que lo que “está ocurriendo en la región es un ascenso islamista, que probablemente dominará a la política árabe por una generación», Ibish responde: «No hay duda de que los partidos islamistas serán factores importantes en las próximas décadas. Pero la victoria de Jibril demuestra que el ‘ascenso islámico’ no es absolutamente seguro y ni siquiera probable».
Es probable el ascenso islamista, pero no es seguro. La política árabe no es homogénea. El problema es que el colapso del nacionalismo árabe se aparea con la debilidad de los liberales reformistas, y la relativa organización del bando islamista.

Veamos brevemente qué pasa en algunos países:
Bahréin, Jordania y Arabia Saudita: los islamistas han sido derrotados por la fuerza.
Egipto: los islamistas tienen una gran base popular. Sin embargo, parte de su apoyo provino de la reacción contra el régimen de Mubarak y el estado caótico de sus opositores. Egipto, sin embargo, cuenta con una institución -los militares- capaces de contener a los islamistas.
Franja de Gaza: Hamas ganó las elecciones por un margen pequeño, luego perpetró un golpe de Estado. Se benefició en gran medida de la corrupción y de la incompetencia de su rival, Fatah, y la Autoridad Palestina. No creo que los habitantes de Gaza amen a Hamas pero su milicia armada asegura su mantenimiento en el poder.
Irak: El país tiene muchos problemas, pero la toma del poder por parte de los islamistas no es uno de ellos, aunque los islamistas parecen tener una enorme influencia en el sur.
Siria: Si la oposición gana la guerra civil, que parece cada vez más probable; los Hermanos Musulmanes tendrán una buena oportunidad de conquistar el poder. Pero el resultado está lejos de ser cierto. Sólo el 60% de la población -aunque casi todo el que apoya a la oposición- es sunita.
Túnez: Los islamistas ganaron las elecciones, pero el 60% votó a favor de los partidos liberales no-islamistas. Si los moderados se hubieran unido; habrían ganado. Los socios de la coalición podrían contener a los islamistas.
Turquía: Los islamistas ganan porque son pacientes, prudentes, y se camuflan. Sus oponentes estaban sumergidos en el caos y en la falta de liderazgo, los islamistas tomaron el control de la carta nacionalista y fueron capaces de ofrecer, o simplemente se beneficiaron, de una buena economía. A pesar de que están tratando de ganar el control de las instituciones con el fin de perpetuarse en el poder, podrían ser removidos en elecciones.

Así que, es cierto, no todo marcha hacia el islamismo como en un maremoto. Sin embargo, los islamistas están fijando la agenda política y en todos los países en donde no han podido tomar el poder estatal, constituyen actualmente el grupo principal de la oposición.

Volviendo a Libia, Ibish rechaza con exactitud la afirmación de algunos observadores occidentales de que la alianza de Jibril es en sí misma esencialmente islamista. Yo sugeriría que el enfoque de Jibril es el de un tradicionalismo popular en Libia, un país harto de los experimentos chiflados del ex dictador Muammar Gaddafi. El factor tradicionalista -piadoso, socialmente conservador, pero no radical islamista- no debería ser desestimado en ninguna parte. Después de todo, es la principal razón por la que las monarquías -como Marruecos y Jordania, así como los estados árabes del Golfo- están sobreviviendo.

Hay, entonces, una serie de lecciones importantes aquí:
El Islam y el islamismo político revolucionario no son idénticos. Los islamistas tienen una gran ventaja sobre los reformistas liberales en el reclutamiento de musulmanes, pero a menudo los musulmanes eligen no ser islamistas. Pueden ofrecer su lealtad a la tribu, al Estado, al grupo étnico, a la idea de una democrática moderada alternativa, o a un tradicionalismo que desconfía del islamismo.
Los islamistas no están destinados a ganar en todas partes. Cada país es diferente.
La debilidad de los reformistas, incluyendo la incompetencia política, el sectarismo y la falta de fondos, es un factor tan importante como la fuerza de los islamistas revolucionarios.
La nueva era en el Medio Oriente será dominada por el debate sobre si el islamismo es el camino a seguir. Los islamistas radicalizarán el escenario regional, cometiendo actos de terrorismo en sus países y en el extranjero, y reprimirán a su propio pueblo, dondequiera que logren el poder. Pero incluso en el apogeo del nacionalismo árabe de las décadas del ’50 y ’60, ese movimiento produjo inevitablemente enemigos árabes musulmanes, gente que no quería someterse al presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, o al Partido Baath que gobernaba en Irak y en Siria.

Por último, es precisamente porque la batalla continúa -una batalla por el control sobre el Islam, una batalla por el control en cada país- que la política de los países occidentales es importante. Esa es precisamente la razón por cual la política occidental debería ayudar a los reformistas liberales, tradicionalistas, o militares pragmáticos, en función de circunstancias específicas, y no a los islamistas.
Si los islamistas estuvieran ganando en todas partes y nadie podría detenerlos; la política occidental no tendría importancia y la Administración Obama podría afirmar que está del lado de la historia. Pero debido a que Ibish tiene básicamente razón; esa política no sólo es desastrosa, sino también trágica.

* Director del centro Global Research in International Affairs (GLORIA).