A 18 años del Atentado a la AMIA

Memorias y olvidos

Gracias al silencio impuesto por la dirigencia comunitaria, los enemigos locales del pueblo judío y del Estado de Israel pudieron desviar la atención de sus crímenes. La autora de esta columna advierte que algunos de quienes aceptaron convertir la conmemoración del atentado a la mutual judía en una mascarada ni siquiera son conscientes que su error también fue idolátrico, ya que al reemplazar al símbolo por sus formas mecánicas convirtieron a la AMIA en simples piedras.
Por Marta Riskin*

 



 


Pulo la palabra como una piedra y la moldeo como a arcilla.

Hay que corregirla y no sé si golpearla o amasarla.
La tiendo y la amaso, resulta demasiado dura;
Trato de martillarla, es demasiado delicada.
Para expresar todo lo que hay que soportar de las palabras,
Faltan palabras…
Hirsh Osherovich (1908-1994).


De las palabras

Las palabras dan testimonio de memorias y olvidos.
Al igual que a símbolos y rituales, no basta disponerlas en el orden adecuado y respetar sus estructuras formales. Los contenidos se construyen sobre el compromiso de actuar “como-unidad” humana y se sostienen en el cumplimiento de los acuerdos que se hacen entre sí, los miembros de una comunidad.
El poeta no necesita nombrar “amor”, “libertad” y “vida”, “paz” o “solidaridad”.
Con delicadeza sugiere las dificultades de convocarlas con precisión y ensaya dejarlas volar, abrazadas.
En cambio, los operadores de marketing suelen abusar de ellas para disfrazar a reyes desnudos y alzar castillos insubstanciales en las mentes; hasta convertirlas en “cisternas rotas que no retienen agua”.
Lamentablemente, cuando las palabras son vaciadas se elimina toda posibilidad de debate y por lo tanto, también de encuentros.
Es cuando los representantes de los colectivos humanos asumen una responsabilidad adicional: profundizar y mantener vivos a los contenidos.
De lo contrario, serán condenados a custodiar los vacíos continentes.

Aniversario 18° del atentado a AMIA
Campañas de siniestras mentiras han tenido al pueblo judío como víctima frecuente.
El reconocimiento del antisemitismo y la perversidad que subyace a los atentados contra la Embajada israelí y la mutual judía determinaron, desde el primer momento, que el estado de Israel y la gran mayoría del pueblo argentino acompañaran, año tras año, el repudio al terrorismo y las exigencias de verdad y justicia.
Sin embargo, en este último aniversario los dirigentes de las principales entidades históricas de la comunidad judía acallaron las voces de los familiares que reclaman y denuncian encubrimientos.
Las voces auténticas fueron suplantadas por técnicos con pretensiones de administrar la palabra colectiva. Dicen que pretendieron “despolitizar” el acto.
Resulta imposible despolitizar un acto de profundo contenido político.
Como dicen nuestros sabios “no se puede discutir contra las evidencias” y “la impunidad sólo invita a la repetición de los crímenes”.
Nos han avergonzado a todos.
Sus explicaciones oscurecen porque, al tiempo que negaron la palabra a los deudos, la cedieron a sus asesinos.
Así, en estos últimos días hemos debido soportar las campañas de difamación de los voceros de Irán y enemigos locales del pueblo judío y del Estado de Israel que pudieron desviar la atención de sus crímenes y la sangrienta continuidad de los mismos en el mundo; gracias al ruidoso silencio de quiénes confunden una representación temporal con la propiedad de la comunidad judía.
Tal como dijo Hannah Arendt en “La condición humana”: “El poder sólo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones, sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir, sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades”

Los supuestos herederos de una tradición tan rica que hasta reconoce al empate como una de las conclusiones posibles de sus discusiones acerca de temas sagrados, adoptaron una decisión inútil para proteger de supuestas ofensas a algunos judíos, pero que ha resultado muy eficiente para desampararnos a todos.

Sin duda, existe un sector del judaísmo que se autodefine exclusivamente por aspiraciones de consumo material y rehúsa el debate de ideas.
Ellos necesitan de mensajeros que ocupen los estrados, mientras hacen culto de rumores e intrigas, para alimentar la desconfianza y la discriminación dentro del propio colectivo. No son la mayoría pero suelen ser los más prepotentes.
Por eso, hasta es posible que algunos de quienes aceptaron convertir una conmemoración tan dolorosa como el atentado a la mutual judía en una mascarada, ni siquiera sean conscientes que su error ha sido también, profundamente idolátrico.
Al reemplazar al símbolo por sus formas mecánicas, han convertido a AMIA en un cementerio sin cuerpos, simples piedras.

Nunca digas que esta senda es la final
Se trata de una comunidad cuya riqueza mayor ha estado siempre en la multiplicidad de sus corrientes de pensamiento y en la auténtica variedad de sus voces.
La experiencia histórica señala que, nuestros momentos más creativos han estado marcados por el diálogo apasionado, por las discusiones y no por el silencio.
Entonces, vale la pena decir con toda claridad que enfrentamos hoy a quiénes pretenden dividirla para ejercer una palabra única, superficial y disolvente.

Si tal como decía el Kotzker Rebe: “Todo puede ser imitado en el mundo, menos la verdad, porque una verdad imitada deja de ser verdad”, es hasta lógico que el vaciamiento de nuestros valores sea acompañado por “respiradores profesionales”.
Apropiarse de las formas, edificios, objetos, palabras, también pueden ser pasos hacia el abismo.

La primera responsabilidad que debieron asumir los dirigentes de la mutual judía era la de habitar por completo las palabras, otorgar voz y amparo a las víctimas, iluminar las ausencias y ponerse a la cabeza de la búsqueda de Justicia.
Al no hacerlo, por ignorancia, omnipotencia, miedo o intereses, han fracturado el Universo Judío Argentino y enfrentado a cada miembro de la comunidad con una dramática coyuntura; repararlo, retomando el propósito de Tikún Olam o convertirnos en una generación responsable de nuevos exilios.

* Antropóloga.