Mordechai Benyakar:

Amenazas de la vida cotidiana

Mordechai Benyakar, médico psiquiatra, miembro honorario de la Asociación Mundial de Psiquiatría, Presidente de la sección "Psiquiatría militar e intervención en desastres". Su último libro es "Lo disruptivo- Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catástrofes sociales" (Biblos). “Buenos Aires, Nueva York, Tel Aviv o Gaza están unidas por la amenaza a la vida cotidiana” afirma Benyakar.

Por Gerardo Yomal

¿Cómo habrá quedado en la cabeza de muchos argentinos la inédita crisis del 2001, con cinco presidentes, la devaluación, la hiperdesocupación, etc.?

Si bien la tendencia humana es tratar de darle una fecha a los acontecimientos, el desencadenamiento de toda esa situación no empieza en un día, es producto de toda una historia y una evolución que cada uno de nosotros ha vivido en diferentes épocas de su vida. Lo que se desencadenó en ese momento provocó un entorno disruptivo. Un entorno en el cual uno no puede programar, no puede pensar qué es lo que está bien y lo que está mal; deposita su plata en el banco…, si la tiene en su casa se la van a robar, si la invierte no tiene ningún valor, etc., etc… Y donde a aquellas personas que trabajaban en forma dedicada y que eran exitosas se las dejó de un día para el otro sin trabajo… Es el ejemplo clásico de un entorno que no permite que la persona pueda desarrollar ninguna actividad, ninguna obra en su vida que lo pueda llevar a establecer un proyecto. Eso influye en lo que nosotros tratamos de definir en el libro con ese síndrome de ansiedad por disrupción que, a diferencia de lo que muchos psicólogos o psiquiatras piensan que es el estrés postraumático o esas cosas por el estilo… nosotros pensamos que es una reacción diferente donde aparecen problemas cardiovasculares, gástricos, de relación… y que no siempre la gente sabe cómo enfrentarlos, cómo acudir a un profesional que pueda ayudarlos, inclusive cómo enfrentarlos en la vida cotidiana.

¿Esto es lo usted llama «síndrome de ansiedad disruptivo»?

Sí; junto a un equipo que estamos trabajando comparamos los efectos que tiene una catástrofe social como la de la Argentina con la reacción que tienen los norteamericanos después de los atentados a las Torres, o las que tienen los israelíes o los palestinos en situaciones bélicas donde el terrorismo y la guerra están presentes.

Buenos Aires, Nueva York, Tel Aviv, Gaza… ¿Qué uniría a los habitantes de todas estas ciudades?

Lo que los uniría es un entorno donde un factor, tanto sea el interno político, social, económico como el que se da acá, como el externo, que puede ser el terrorismo, el enemigo, etc., permanentemente amenaza la existencia de la vida cotidiana. El solo hecho de subir a un colectivo… Si usted prende la televisión y ve lo que pasa tanto en Haifa como en Gaza, se da cuenta de que poder vivir en forma tranquila es casi imposible. La «cadena del mal» cada vez se va acrecentando más porque no sé en qué entorno estoy viviendo, en quién puedo confiar…

Cuando algunos argentinos judíos, por problemas de trabajo, se proponían ir a vivir a Israel, algunos les decían «cómo te vas a meter en un país que está en guerra, donde hay terrorismo, etc.», mientras que otros contestaban que vivir en Florencio Varela es mucho más peligroso que en Tel Aviv. ¿Cabe la comparación?

Sí, es diferente enfrentar una guerra que enfrentar el terrorismo. La esencia del terrorismo es la impredictibilidad de lo que está pasando. Justamente esa es la comparación con los secuestros y las amenazas permanentes que se tienen en una sociedad como la que estamos viviendo. La cantidad de gente amenazada por secuestros que veo en el consultorio es impresionante, y el tipo y la calidad de vida que las personas tienen…

¿Tanto se sienten los secuestros?

Sí, es tremendo. No sólo el tema de aquellos que fueron secuestrados (tanto las personas como sus familias) sino aquellos que tienen amenazas día a día de poder salir a la calle, de poder dejar a sus hijos con libertad para que vuelvan a sus casas. El miedo está impactando más. Ojo que yo no soy un derrotista sino justamente al revés. Hay ciudades como Nueva York en que no se podía transitar de forma tranquila, y eso se pudo revertir. Son situaciones que son reversibles… la sociedad las puede enfrentar.

«Doctor, estoy enloqueciendo porque yo entiendo lo que pasa». ¿Qué implica este testimonio que aparece en su libro?

Los profesionales de la salud mental abordamos este problema depositando que la locura o el trastorno están en el individuo y que lo que le pasa es que no puede adaptarse en la sociedad. Acá la locura está inserta en la sociedad, o sea, es como si el entorno hubiese enloquecido. Aquellas personas que ven lo que pasa, lo que sucede, que tienen la capacidad de hacerlo, sienten una angustia tan fuerte que no les permite enfrentarse y desarrollar sus actividades en forma normal. Obviamente que esto no se arregla sólo con psicofármacos. Requiere abordajes adecuados.

Para ver la otra cara de la moneda, también otros colegas suyos señalan un cambio de actitud en alguna gente, que está en una postura más constructiva a propósito de la asunción del gobierno de Néstor Kirchner. ¿Usted también lo palpa?

Sí, eso es indiscutible. De que hay una sensación de cambio, de futuro. Pero como yo estuve muchos años fuera del país no viví el entusiasmo cuando asumió Alfonsín, no viví la situación en la que todo estaba perdido con los desaparecidos y lo que pasó a posteriori…; o el entusiasmo de cuando asumió Menem… Por eso hay que ser lo suficientemente cautos de que no sea un mero entusiasmo llevado por la voluntad… pero sí hay que ser suficientemente optimistas como para dar chances de que nuevas posibilidades y nuevas actitudes se desarrollen. En ese interjuego uno debe jugar entre lo que es realmente cierto, valedero, y que son cambios que se observan, que se palpan, que muestran que las cosas son diferentes, y la ilusión de que todo va a ser muy diferente.

Está el peligro de una especie de profecía autocumplida que dice que «todos los gobernantes nos defraudaron, este también va a hacer lo mismo»…

Usted me preguntaba cómo influye todo lo que pasó en el psiquismo humano, cómo nos influenció, el hecho de que si yo puedo creer o no… Haberle enseñado a un hijo que a un gobernante hay que respetarlo porque nos va a defender, y después ese hijo vio cuáles fueron los resultados… Por eso pienso que hay que saber oscilar entre la suficiente cautela y esperanza basada en los hechos concretos y en las cosas que se están desarrollando. En ese interjuego crítico hay que tratar de superar esa sensación de que son todos iguales, porque, si no, no se da chance a ninguna posibilidad. Pero en lo que no tengo dudas es en que cada uno tiene que asumir, dentro de su pequeño marco familiar, social, profesional, una nueva actitud. Porque si eso no cambia, por más que haya leyes o gobiernos, lo otro no va a cambiar.