El mismo día de junio de 2012 en que en un tribunal del distrito provincial de Jorasán emitió una sentencia capital por la ingesta de alcohol, Reza Rahimi, vicepresidente de la República Islámica de Irán, en el marco de una conferencia internacional sobre tráfico de drogas llevada a cabo en Teherán, culpó al pueblo judío en su conjunto y al movimiento sionista en particular, de propagar el consumo de estupefacientes. No conforme con esta acusación, el dirigente iraní la complementó con otras supuestas «responsabilidades» de los judíos de mundo: según Rahimi, promovieron la Revolución Soviética y otras «conspiraciones contra el buen orden».
El político iraní tampoco se contentó con estas acusaciones, al estilo de los «Protocolos de los sabios de Sión». Al asegurar que los judíos «asesinan bebés», Rahimi añadió una dimensión medieval a sus aberrantes aseveraciones.
Cabe preguntar si el escaso eco otorgado por los medios periodísticos a ambos acontecimientos refleja un acostumbramiento a la criminal política del gobierno iraní. Sería lógico, también, interrogarse si la pena de muerte decretada por el tribunal iraní no guarda relación con el discurso del vicepresidente Rahimi.