Adelanto de la edición impresa: Zehava Galón (Meretz)

“La justicia social en Israel y la paz con los palestinos son dos metas inseparables”

La presidenta del partido de izquierda israelí Meretz, no cree que para "lograr el apoyo de las masas, haya que bajar las banderas. O esconderlas".  Galón, que cuando sus hijos estaban en el frente en la Guerra del Líbano del 2006 asistía a toda manifestación contra esa Guerra (aunque con el teléfono siempre a mano, por si ellos la llamaran), nació en la ex URSS pero no se convirtió en forma automática en izquierdófoba. Encabezó ONGs de Derechos Humanos y es considerada una de las mejores parlamentarias israelíes. En entrevista exclusiva para Nueva Sión, la dirigente de Meretz asegura que a pesar de su duro análisis sobre la política israelí, y quienes la lideran hoy por hoy, es optimista y considera que la verdad, finalmente, saldrá a luz. La pregunta es cuándo será finalmente, y cuántos caerán en el camino…

Por Shlomo Slutzky

– ¿Cómo analiza la actual situación de congelamiento de hecho de las tratativas israelo-palestinas? 
– La situación en la región es por demás complicada. Y aún más la división en el seno de los palestinos entre Fataj y Hamas, que no facilita las decisiones. Pero lo que constituye una dificultad concreta, se convierte en el gobierno de derecha israelí en la excusa para no avanzar con quien es posible hacerlo: con Mahmud Abbas, el Presidente de la Autoridad Palestina, que solicita sólo unos meses de congelamiento de la construcción en Cisjordania y Jerusalén Oriental para volver a las negociaciones, sin condicionamientos israelíes impuestos por la implementación de hechos consumados en el terreno durante las mismas negociaciones. Abbas protesta por la situación en la que una de las partes sigue comiendo la torta mientras se discute cómo dividirla, y a cambio Netanyahu responde con más y mayor ampliación de las colonias israelíes en tierras palestinas de Cisjordania.

– En la actual situación, hay quienes consideran que sólo la presión internacional puede volver a llevar a israelíes y palestinos a la mesa de negociaciones.
– La presión internacional que parecía vislumbrarse por parte de Obama en la primera etapa de su mandato, con su discurso programático en El Cairo -que llevó a Netanyahu a expresar su disposición a la solución de «Dos Estados»-, se vio apagada con el tiempo por la «Primavera Árabe», la amenaza iraní, las masacres en Siria y la presión del lobby proisraelí en EE.UU., que ejercieron su influencia sobre Obama cuando comenzó a pensar en su reelección.
No seré yo quien llame a la presión internacional, pero está claro que la opinión pública en el mundo no soportará la continuación de la ocupación sobre el territorio y la población palestinos. Y es de esperar que después de las elecciones en EE.UU., Obama se sienta más libre para convencer a Netanyahu de cumplir con sus propios compromisos y los de quienes le precedieron en el cargo: congelamiento de la colonización, disposición a la solución de «Dos Estados», etc. Eso podrá ayudar a EE.UU. a forjar una coalición internacional que impida la nuclearización militar de Irán. 
Todo lo anterior es análisis de la realidad, pero nuestra misión es influir directamente sobre ella, y esto lo hacemos desde la bancada parlamentaria, la calle y si es necesario, luchando en la Corte por el respeto de la ley.

– Pero, ¿en qué puede influir una bancada de sólo tres diputados de un total de 120, especialmente frente a una coalición de 94 oficialistas?
– Nuestra función hoy es de oposición, y a pesar de ser pocos en el Parlamento, no dejamos de ser quienes imponen el orden del día en varios de los temas fundamentales con los que se enfrenta la política israelí: la orden de evacuar las instalaciones de Beit Ha Ulpaná se produjo a partir de una apelación nuestra a la Corte Suprema, y tras su determinación se produjo toda la batahola de los últimos días. Lo mismo en lo que a la “Ley Tal” respecta. Esa ley, que excedía de servicio militar a jóvenes que declaraban dedicación a los estudios religiosos, fue anulada a partir de una apelación de activistas y diputados de Meretz. Por supuesto que si nuestra fuerza fuera mayor influiríamos más, pero en nuestro caso la fuerza no se mide sólo por el número de diputados.

– ¿El reciente rechazo en la Knésset al proyecto que propuso la ultraderecha para legalizar retroactivamente la edificación israelí en Cisjordania que la Suprema Corte ordenó evacuar, no justifica la decisión de Shaul Mofaz de sumar a Kadima al gobierno de Netanyahu?
-De ninguna manera. La entrada de Kadima a la coalición de la derecha y los ultrarreligiosos no es más que un truco asqueroso que sirve a los intereses más inmediatos de Mofaz, que veía a su partido reducido a un tercio o un cuarto si se adelantaban las elecciones; y a los intereses de Netanyahu, más a largo alcance, para fagocitar a Kadima como alternativa y lograr legitimación para continuar en la práctica la política colonialista en Cisjordania. Una política que lleva a un congelamiento del proceso de paz, que nos acerca cada vez más a una nueva vuelta de violencia en la región.
¿De qué puede jactarse Mofaz al haber logrado el cumplimiento de la orden de la Suprema Corte de evacuar 30 viviendas en Beit Ha Ulpana, una orden lograda gracias a una apelación promovida por nuestra gente, si el resultado es un «premio consuelo» de 851 nuevas viviendas en colonias de Cisjordania, autorizadas minutos después de la votación en el Parlamento? ¿Acaso Mofaz no tenía en claro que inmediatamente después de la decisión de construir otras 851 viviendas en territorio palestino ocupado, se produciría una oposición y rechazo público de la Secretaría de Estado de los EE.UU., que se liberó de la ocupación en la tragedia siria para definir a la ampliación de la colonización como un nuevo estorbo para el regreso a la mesa de negociaciones? ¿Acaso no tenía en claro que la decisión acarrearía la protesta internacional, incluyendo la de los mejores amigos de Israel?
Estos hechos recientes nos muestran la seriedad que tienen los «pasos valientes» que nos prometiera implementar Mofaz cuando quiso justificar su fagocitación en el gobierno de Netanyahu.

– En las últimas semanas se vislumbra un retorno a la protesta social que barriera las calles de todo Israel durante el verano pasado, aunque ahora con menor fuerza y con una presencia más clara de Meretz y otros partidos en las manifestaciones…

– El pasado verano israelí, pintado por la protesta social, fue también un verano de manifestación espontánea, «del estómago» como se dice en nuestros lares. De alguna manera fue un intento de plantear exigencias de justicia social tratando de alejarse de la política parlamentaria que pareciera corrupta, cuyas coaliciones -como la presente- refuerzan esta percepción, aunque finalmente la política parlamentaria es la arena donde se toman las decisiones.
Las exigencias fueron correctas: educación gratuita desde los 3 años, rebaja de los precios de las viviendas y alimentos, detención del proceso de privatización de la economía y los servicios, y reasunción del papel del Estado en la responsabilidad por la salud, educación y el resto de los derechos naturales del ciudadano. Pero estas exigencias no se ligaron a la inversión que significa para Israel mantener la ocupación militar y civil en Cisjordania, que requiere desviar fondos a la empresa colonialista, a costa de la inversión en bienestar social, educación, creación de fuentes de trabajo, servicios sociales, etc.
En los ‘80 había una consigna clara de la izquierda y los movimientos por la paz, sintetizada en pocas y claras palabras: «Plata a los barrios  y no para las colonias en Cisjordania». Lamentablemente, la protesta social de 2011 que tuvo tanto éxito en sacar multitudes a la calle, lo hizo con la consigna cierta de «El pueblo exige justicia social», pero sin llegar a la conclusión necesaria de que justicia social y paz con los palestinos son dos metas inseparables.

– ¿Será porque quizás de esta manera, concentrándose en el tema de justicia social, se puede llegar a masas que no se identifican con la totalidad de las consignas de la izquierda?
– Esta es la política que adoptó Sheli Iejimovich, hoy presidenta del laborismo, al alejarse de la definición de «izquierda», cuidando de no expresarse en temas cardinales como el congelamiento del proceso de paz, la violencia de los colonos contra los palestinos en Cisjordania, los derechos humanos de minorías y del público en general.
En Israel, definitivamente, no se puede ser «izquierda social» sin dar cuenta de la otra larga serie de temas sobre los que un político de principios debe definirse. No por casualidad ella tiende hoy a legitimizar a los colonos israelíes en Cisjordania a pesar de que violan la ley israelí y la internacional. No por casualidad es benevolente con los religiosos que son eximidos del servicio militar mientras nuestros hijos sirven tres años o más. Y no por casualidad, no se compromete a no integrarse a un gobierno liderado por Netanyahu, como sí lo hacemos nosotros en Meretz.

– En la batalla política en las calles, tanto en el tema social como en las manifestaciones sobre la paz, pueden verse juntas a la bandera verde de Meretz y la roja de Jadash (independientes y comunistas). ¿Podría llegar a implementarse un frente electoral ante las próximas elecciones?
– Mientras se mantenga el actual sistema electoral de representación proporcional, toda unificación entre dos partidos podría restar fuerzas y ser contraproducente. Hay quienes dejarían de votar a Jadash si este partido se uniera a uno sionista como lo somos nosotros, mientras que también habría votantes de Meretz que no aceptarían asociarse formalmente a un partido como Jadash, no por faltarle la definición «sionista», sino –por ejemplo- por no levantar una voz clara contra Assad y la tragedia en Siria. Creemos, sí, que Jadash y los partidos árabes pueden y deben ser parte de un gobierno de coalición de centro izquierda que esperamos poder formar después de las próximas elecciones, aunque estaremos dispuestos a colaborar en un frente de oposición de izquierda, si es que Netanyahu lograra formar otra coalición de derecha y religiosos, reduciendo aún más la posibilidad de arribar a un Israel con justicia social y paz con sus vecinos.