Vientos de cambio en la “calle” judía estadounidense

Por Jonathan Wheeler* y Victoria Wigodzky**

 

La irrupción y el crecimiento de J Street, un grupo de lobby judío progresista que disputa el espacio al tradicional y conservador Aipac, ha inaugurado en la arena pública de los EE.UU. un campo de debate más abierto en torno a la política norteamericana hacia Israel.

Si hay alguna realidad casi indiscutible en el ámbito de la política global, ésta es la fuerte, histórica y duradera alianza entre Estados Unidos e Israel. Pareciera que los presidentes y el Congreso estadounidenses apoyan a Israel casi incondicionalmente, tanto de palabra como en los hechos, independientemente de las políticas y los posicionamientos israelíes. Pero, ¿cuál es la razón?, ¿está cambiando esta realidad de alguna manera?

La fuerza del lobby pro-israelí en Estados Unidos está basada en varios factores. Primordialmente, se sostiene que Israel tiene el derecho histórico a existir y hay cierta afinidad basada en su estatus, hasta tiempo muy reciente, de ser la única democracia en el Medio Oriente –creencias que en general abarcan la totalidad del espectro político-. Existen, además, razones más prácticas. Si bien representan solo el 3% de la población norteamericana, los 6,5 millones de judíos estadounidenses mantienen una fuerte influencia en la política de su país, debido a varias razones.

El voto no es obligatorio en Estados Unidos, no obstante, los judíos tienden a ser el grupo étnico con la más alta tasa de votación, según un estudio del respetado Pew Research Center. Casi todos los gastos de las campañas electorales en Estados Unidos se cubren a través de contribuciones de ciudadanos individuales o grupos organizados en “Comités de Acción Política” (o PACs, por sus siglas en inglés). El diario The Washington Post calcula que aproximadamente 60% de las donaciones a candidatos demócratas a la presidencia proviene de la comunidad judía, comparado con un 35% para candidatos republicanos. Por último, las comunidades judías más importantes tienden a vivir en estados que, en base al sistema de colegio electoral, ejercen una desproporcionada influencia sobre la elección del presidente estadounidense. El mismo no es elegido a través de un conteo nacional de votos, sino un sistema que distribuye los votos en base al ganador en cada estado. Así, la numerosa y políticamente activa población judía en estados críticos tales como Nueva York, Pennsylvania, Florida, Ohio y California puede cambiar el rumbo de una elección.

Sin embargo, no son sólo los judíos estadounidenses los que ponen su peso político detrás de Israel, y esta es una de las razones por la cual Israel cuenta con el apoyo de ambos partidos, Republicano y Demócrata. La conocida comunidad evangélica norteamericana –conformada en gran medida por cristianos políticamente conservadores—tienden a tener niveles de votación y de contribuciones financieras a campañas políticas comparativamente altos, aunque favorecen al partido republicano. Y esta comunidad tiende a apoyar fuertemente a Israel. Existen varias razones para ello, pero una de las más importantes tiene que ver con una interpretación del Nuevo Testamento que mantiene que el restablecimiento del “Reino Judío” es una pre-condición para la Segunda Venida de Cristo. De esta manera, el apoyo a Israel es un paso necesario para cumplir esta profecía.

 

J Street, un actor político novedoso

El grupo de lobby con mayor influencia en Estados Unidos en términos de organización política judía es el “Comité de Asuntos Políticos Americano-Israelí” (AIPAC por sus siglas en inglés). AIPAC contrata individuos reconocidos y con gran influencia en Washington para reunirse con miembros del Congreso y del poder ejecutivo e incentivarlos a votar o designar recursos para apoyar su agenda política. Estos esfuerzos incluyen la provisión de casi 3.000 millones de dólares por año en ayuda militar a Israel, el apoyo a Israel en las Naciones Unidas y frente a los aliados de Estados Unidos, y el aval a un proceso de paz que prioriza y asegura, antes que nada, la seguridad y las fronteras actuales de Israel.

AIPAC cuenta con un presupuesto anual de casi 100 millones de dólares y tiene la capacidad de contratar a los mejores “lobbyistas” en Washington, organizar eventos educativos para miembros del Congreso, e incluso ofrecer viajes a Israel para que aprendan más acerca de la situación in situ, desde su perspectiva. Grupos como AIPAC que destinan recursos para hacer lobby frente al gobierno estadounidense sobre su política exterior hacia Israel tienden a gastar muchísimo más dinero que aquellos grupos de perspectiva árabe o musulmán. Un estudio demuestra que los grupos que representan una perspectiva árabe-americana o musulmana donaron 800.000 dólares entre 1990 y 2006 a políticos estadounidenses, comparado con 56,8 millones provenientes de grupos de interés pro-israelí.

Sin embargo, el espacio tradicionalmente ocupado por AIPAC está comenzando a ser disputado dentro de la misma comunidad judía por un grupo de individuos que hace tiempo objetan su política hacia Israel -así como otros temas de interés para los judíos estadounidenses- por ser demasiado conservadora, intransigente y con cierta tendencia derechista que acompaña, y no polemiza, la orientación predominante del gobierno israelí. Los opositores a AIPAC también sostienen que esta política finalmente ha perjudicado a Israel, un estado que necesita aliados que puedan simultáneamente apoyarlo e incitarlo a concretar un acuerdo negociado con los palestinos.

En 2008 emergió un nuevo lobby llamado “J Street” (o “Calle J”). Su objetivo: convertirse en el núcleo político de estadounidenses que buscan posicionamientos pro-Israel y pro-paz. J Street nace a raíz de una creciente frustración de muchos judíos que no veían sus puntos de vista representados en AIPAC y en otras organizaciones judías establecidas y tradicionales. Sus fundadores y muchos de sus seguidores anhelaban tener, dentro de la comunidad judía norteamericana, un verdadero diálogo sobre la situación en el Medio Oriente que pudiera a la vez ser crítico del gobierno israelí y apoyar al Estado de Israel.

Su nombre es simbólico. Las calles en el centro de Washington siguen el orden alfabético, pero curiosamente, no existe la calle “J”. La mayoría de los grupos de lobby político tienen sus sedes en la calle K. En su nombre y misión, J Street busca ocupar y llenar un vacío en pensamiento, diálogo e incidencia desde una perspectiva judía diferente.

Si bien J Street aún es una organización chica comparada con AIPAC, su influencia crece rápidamente. Su presupuesto anual de más de 3 millones de dólares no es menor para una nueva organización política en Estados Unidos. Las raíces familiares de su líder, Jeremy Ben-Ami, tienen su origen en los primeros pobladores que tuvo Israel y en los fundadores de Tel Aviv. Esta historia personal le otorga cierta credibilidad frente a aquellos que cuestionan si J Street busca defender los mejores intereses de Israel.

La estrategia de J Street ha sido jugar menos dentro de la “cancha washingtoniana” y buscar desarrollar una amplia red de activistas en el resto de Estados Unidos. Se organizan y movilizan en las distintas universidades y comunidades locales, y cuentan con representaciones en más de 40 ciudades norteamericanas. Esta filosofía de organización permite que J Street cuente con voceros en muchas de las comunidades judías, lo cual ha ayudado a contrarrestar las perspectivas más conservadoras que por tanto tiempo habían dominado en muchas sinagogas e instituciones de la colectividad. J Street también ha alcanzado una amplia –y más progresista—ala de instituciones judías que no sólo apoyan una política estadounidense más moderada, equilibrada y pro-paz hacia Medio Oriente, sino que también buscan cambios en otros aspectos de la vida judía estadounidense, tales como la inclusión total de los judíos homosexuales en la comunidad.

 

Nuevos escenarios de discusión…

¿Qué significa todo esto para la política estadounidense en 2012, un año marcado por una dura contienda electoral? Los candidatos republicanos a la presidencia sin duda apoyan el statu quo de una política bastante conservadora hacia Israel y hacia el proceso de paz, así como posturas más agresivas y hasta bélicas hacia Irán, frente a su armamento nuclear.

Es probable que Barack Obama mantenga una tendencia más moderada y con mayores matices. Por un lado, buscará asegurarles a los judíos más tradicionales (votantes y donantes) con tendencias conservadoras sobre Israel, pero más progresistas sobre otros temas sociales y económicos, que su gobierno comparte sus perspectivas en ambos campos. Por el otro, buscará mantener el apoyo de aquellos “judíos J Street”, quienes esperan que el gobierno estadounidense implemente una política hacia Medio Oriente menos conservadora, más equilibrada, sin miedo a incitar al actual gobierno israelí a que acepte un acuerdo de paz basado en la verdadera negociación y una solución respetuosa de dos estados, más allá del enfoque en las garantías de seguridad.

El poder y alcance de esta perspectiva de política exterior más moderada en el próximo ciclo político estadounidense dependerá en gran parte de la interacción entre, y la influencia de, los dos principales lobbies judíos. De todas maneras, la emergencia de un grupo como J Street ya tuvo su impacto. Ha abierto y enriquecido las discusiones sobre la política estadounidense hacia Israel y demostró que es posible apoyar al Estado de Israel y al mismo tiempo sostener una relación más madura y sofisticada con su gobierno.

 

* Licenciado en Ciencias Políticas e Historia de la Universidad de Michigan, EE.UU.

** Master en Políticas Públicas con enfoque en Relaciones Internacionales y Desarrollo de la Universidad de Princeton, EE.UU.