No reconocimiento del pueblo judío y su vínculo con Israel

La necedad de negar la existencia de un pueblo judío

El conflicto israelo-palestino se desarrolla en varios planos. Uno de ellos, es negar la necesidades del otro, rechazando o restringiendo el hecho de su existencia presente y pasada, en la medida en que la historia pueda ser parte de un debate actual, como un elemento movilizador de la conducta colectiva.

Por Jose Alberto Itzigsohn

Para algunos dirigentes palestinos, en especial líderes religiosos, la negación de la existencia de un pueblo judío cuyos antepasados, o al menos parte de ellos, habitaron alguna vez en Palestina, llega a extremos tales como negar que alguna vez haya existido un templo judío en Jerusalén, en contradicción con testimonios de contemporáneos como Flavio Josefo, o que el pueblo judío sea algo más que una comunidad religiosa, con componentes culturales laicos o con existencia política más allá de la fe. En resumen, un conjunto de polacos, húngaros, etc., cuya presencia en Palestina es ilegitima y cuyo destino sería volver a sus países de origen para rendir homenaje a sus abuelos asesinados. Los únicos judíos cuya presencia sería legítima, serían originarios de países árabes que, para esa interpretación, serian simplemente árabes de religión judía.

Cabe señalar que a lo largo de la historia, las comunidades judías de distintos países, tanto cristianos como islámicos. se comunicaban entre sí por motivos religiosos y económicos, y eso contribuyó a la formación de una conciencia de pueblo, sustentada por la creencia en un origen común, relatos y mitos compartidos y el anhelo de símbolos de una grandeza perdida como, por ejemplo, el llamado Muro de los Lamentos en Jerusalén y el recuerdo ritualizado de dicha ciudad.

Por cierto, lo que ocurre en una comunidad judía afecta inmediatamente a las otras y pone en marcha mecanismos de solidaridad. En el pasado, las diferentes comunidades rescataban con dinero a cautivos judíos de otras comunidades que hubieran caído prisioneros. Eso era considerado una obligación religiosa (mitzvah). Por otra parte, las diferentes comunidades tenían que enfrentar calamidades, como las cruzadas y una coexistencia permanente con grupos que los despreciaban, un antisemitismo crónico con brotes agudos, y para poder sobrevivir -no sólo a nivel material, sino también a nivel psicológico- tenían que acudir a un ensalzamiento de su auto imagen, a nivel colectivo, lo cual contribuyó también a mantenerlos como pueblo.

¿Qué es eso de ser judío?
Es muy compleja la definición de quién es judío más allá de la definición religiosa: hijo de madre judía o conversa al judaísmo o la definición política israelí: alguien que tiene al menos un abuelo judío o que se convierte al judaísmo.

La realidad judía de hoy no encaja en ninguna de estas definiciones. Hay judíos religiosos que rechazan la idea de un judaísmo laico o de una entidad nacional judía. Hay judíos laicos que se definen como tales por su cultura en lengua idish o judeo-española u otras o como parte de movimientos nacionales locales o de movimientos globalistas. Hay judíos que se definen como tales por experiencias vividas en su interrelación con otros pueblos. Un conjunto plural que puede entenderse mejor partiendo de que los judíos no existen sólo para sí, ni tampoco sólo por la visión de los demás, sino en interacción continua con otras poblaciones.

A lo largo de la historia hubo judíos que se aferraron a su identidad religiosa hasta el punto de preferir morir antes que abjurar, así como otros que buscaron nuevas formas de identidad en un mundo cambiante, y también muchos que trataron de desprenderse de su condición, algunos con éxito y otros enfrentados con reacciones de los pueblos circundantes que los rechazaron o incluso inventaron teorías para excluirlos o destruirlos. Recordemos aquí la “pureza de sangre” inventada por los “cristianos viejos” españoles en el siglo XV o, más cerca nuestro, las leyes racistas de los nazis y su política exterminatoria que se basaba en la existencia de una supuesta raza judía, condenada al exterminio por la degradación irreparable de su condición humana. Hubo momentos muy cercanos en la historia europea, en los que ser clasificado por otros como judío o no judío, significaba, ni más ni menos, la diferencia entre la vida y la muerte.

El judío es, pues, el producto de una interacción con el medio, una realidad existencial que en ciertos momentos es optativa, puesto que se puede intentar salir o entrar en ella a voluntad y en otros, es una realidad impuesta sin escapatoria o aceptada como en estado natural o incluso, preferencial.
Me atrevería a proponer como definición que judío es aquel cuya vida ha sido o es profundamente influenciada por esa condición, lo que nos permitiría entender la unidad entre un judío etíope -que por ser tal era despreciado y padecía de limitaciones en su vida económica y social- y un judío de otros países, que en algún momento de su vida ha tenido que atravesar experiencias traumáticas por su condición de tal, siendo ambos percibidos como distintos por los grupos sociales continentes, lo cual contribuye a crear una forma de conciencia colectiva.

No cabe duda que las formas de encarar esas situaciones son muy distintas, pero lo que no se puede negar es que hay una masa de varios millones de seres humanos para los cuales el ser judío implica vivencias diferentes a las de los demás. Valga como ejemplo el millón de judíos que emigraron de Rusia, Ucrania y Rusia Blanca a Israel, porque su vida fue profundamente afectada por el antisemitismo.
Esa masa de millones de personas forma la población judía que ha buscado transformarse en un pueblo dueño de su destino por diversos caminos. Se puede debatir la justicia o injusticia de esos caminos, pero no la existencia de esa población, la mitad de la cual se ha reunido en Israel, donde ha construido las instituciones que definen a una nación y está en el proceso de integrar a grupos humanos de distinto origen, pero unidos por su experiencia histórica.

La creación de un estado nacional en Israel es una nueva experiencia vital, con grandes inconvenientes -como la falta de una solución adecuada de la convivencia con los árabes palestinos y la ocupación prolongada de tierras, que deberán pertenecer al Estado Palestino a crearse al lado de Israel-, pero también con transformaciones fundamentales, como el renacimiento de un idioma propio que los unifica, el hebreo, el desarrollo de una gran capacidad creadora en amplios y diversos campos, y la capacidad de defenderse . En definitiva, una parte esencial de la vida del pueblo judío de hoy.
Como corolario, diré que una visión de la realidad basada en la negación parcial o total del otro -ya sea que se trate del pueblo palestino o del pueblo judío, sobre bases teológicas o políticas- aleja la paz, tan necesaria y deseada.