Una pizca de esperanza y unos gramos de desazón

Guilad Shalit ya está en su casa, con sus padres y seres queridos. Atrás quedó la pesadilla: la herida, el secuestro y un lustro en prisión.

Pero aquellos que manifestamos en las calles de Israel el reclamo por su libertad no albergamos ilusiones: Guilad abandonó la cárcel de Hamás pero la traumática experiencia representa un reto difícil de superar para el jóven que soportó tan doloroso cautiverio.

También para la sociedad israelí, el reconfortante suspiro de alivio al corroborar en la portada de los diarios y la pantalla televisiva como Shalit recupera su libertad y derecho a la vida, se ve acompañado de fuerte preocupación; es que  nadie, en Israel,  pudo sentirse sorprendido  al observar  como, en la ribera occidental del Jordán, la Autoridad Nacional Palestina se rinde ante el masivo apoyo al Hamás: la opción del Islam fundamentalista y beligerante, que promete más secuestros, ganó las calles de Ramallah, bajo la consigna "vamos por otro Gilad Shalit".

Por Moshé Rozén

A la amenaza de la Yihad Islámica y del Hamás de persistir en la vía armada, se suma la tenebrosa sombra de Teherán: su esfuerzo por alcanzar poder nuclear se ve estimulado por el debilitamiento de la Autoridad Nacional Palestina y el auge de  sectores musulmanes integristas deseosos de  acrecentar las hostilidades y expandir la onda de violencia y terror. Así como la «Primavera Arabe» puede vaticinar procesos de modernización y apertura democrática, las revueltas populares pueden sucumbir bajo la presión iraní. La brutal represión ejercida en Damasco contra la ciudadanía opositora  es otra probable señal del freno establecido por el régimen iraní a quienes pretendar alterar su afán de dominio dictatorial en toda esta frágil región.

Precisamente esta inestabilidad geopolítica llevó a Netanyahu –tal como lo aseveró al aprobar el acuerdo que permitió liberar a Shalit- a no postergar la decisión. En otras palabras: con Turquía y Egipto, a pesar del tenso clima imperante, todavía se puede negociar: Angora y El Cairo son efectivos intermediarios, pero nadie puede asegurar que la volcánica insistencia belicista de Teherán y Hamás cierre también las puertas aun entrabiertas.