Al día siguiente de esta fiesta popular sin precedentes en Israel, Bibi Netanyahu, este obediente alumno de Milton Friedman, rechazó las solicitudes de los ministros allegados que le pidieron reformas inmediatas para aliviar la presión de las masas, que amenaza la estabilidad del Gobierno, aludiendo que «No hay nada que hacer con quienes protestan».
Indignado estaba también el director del Ministerio de Economía Haim Shaní, quien renunció a su cargo, haciendo trascender a través de sus allegados que la dimisión de este exitoso hombre de negocios, que se sumara a la administración pública por un ideal de servicio, se debía a su fracaso en convencer al Gobierno a realizar las reformas económicas que hoy están preparados para realizar bajo presión de los manifestantes.
Pero quizás Netanyahu estaba indignado porque en la noche del sábado 30 de julio se instaló un escenario a 30 metros de distancia de la ventana del domicilio oficial, y desde el mismo se lanzaron dardos hacia él por su política de privatización que atenta contra el Estado de Bienestar. Manifestantes en Jerusalén apuntaron que «El vidrio blindado y la piel de Netanyahu deben ser muy gruesos, si no escucha el reclamo del pueblo desde su domicilio».
Y sin embargo, al día siguiente, Netanyahu parecía haber dormido con tapones ya que lo que propuso en la sesión de Gobierno es «Crear una comisión de investigación», rechazada por el foro de movimientos de protesta, que ya funciona en coordinación.
Esta «hermandad de los manifestantes» de diferentes sectores de la sociedad israelí, se forjó con una rapidez que nadie imaginaba. Desde los médicos que luchan por la salud pública, pasando por quienes reclaman viviendas al alcance de la gente y alimentos de la canasta accesibles. Por los derechos y los sueldos de los psicólogos y trabajadores sociales, los estudiantes que luchan por dormitorios universitarios inexistentes y contra el alza del arancel universitario obligatorio, etc. etc. Los padres que protestan por los altos costos de educación para sus hijos en jardines de infantes públicos, y por las clases privadas en la primaria y secundaria, que se hicieron imprescindibles dada el bajo nivel de preparación en los colegios.
Esta «hermandad» se caracteriza también por incluir también a la población árabe israelí, que constituye un 21% de la población, pero percibe un porcentaje mucho mayor de los problemas socio-económicos de Israel y una porción mucho más pequeña de la «torta» presupuestaria. Esta población, una importante minoría nacional, se sumó el sábado a la ola general de protestas, en manifestaciones en Nazareth, al norte de Israel y en la localidad de Baka Al Garbyeh, al norte de Tel Aviv.
Mientras tanto, los palestinos comienzan a rezar casi públicamente para que el pueblo deponga a Netanyahu y aparezca un líder que entienda que la política de colonización y guerras es la gran parte del problema social, por la distribución de fondos que hace este gobierno de derecha.
«Yo creo en Uds. Vuestra protesta es veraz y un honor para la democracia». Con estas palabras recibió el Presidente israelí Shimon Peres al liderazgo de los «indignados» locales, que el sábado 30 lograran sacar de sus casas a 150 mil personas detrás de su consigna «El Pueblo quiere justicia social», en lo que se convirtiera en la mayor protesta social de la historia de Israel.
La entrevista de Peres con tres de los líderes de la protesta por los precios de la vivienda y con el Secretario general de la Organización de Estudiantes Universitarios, se produjo en presencia de todos los medios de comunicación, permitiendo a los huéspedes explicar ante las cámaras las razones de las manifestaciones y a Peres intentar establecer un puente con la oficina del premier Netanyahu, que se niega a una reunión abierta a los medios.
Peres recibió también en su residencia al Presidente de la Asociación Médica, para tratar de dar solución a sus reclamos por la salud pública y para convencerle de interrumpir la huelga de hambre que comenzara días atrás. El Premier Netanyahu no tuvo tiempo para encontrarse con el Dr. Idelman, ni con ningún otro de los manifestantes.
Cuestión del espesor de la piel…
Parecido, no parecido, parecido
Oscar Schwartzman (62), de origen argentino y con casi 40 años en Israel, comentaba durante la manifestación del sábado 30 de julio, los parecidos con los acontecimientos de diciembre del 2001. «También en Argentina salieron los jóvenes a protestar -junto a la clase media- que se vieron golpeados por el sistema y perdieron la esperanza en el futuro. También en Argentina los potentados se llevan las tierras y los inmuebles. Acá en Israel se agrega a esto que el Gobierno prioriza a las colonias enla Cisjordaniay a los gastos de seguridad, después a los ultrareligiosos que lo apoyan y sólo después al resto de la población».
Este corresponsal, que participara y cubriera cientos de manifestaciones y eventos de protesta en Israel y Argentina, no puede aún sacar conclusiones acerca de las similitudes y diferencias con la zaga de diciembre del 2001 en Argentina, pero sí puede confirmar que una manifestación de este tipo, no vio en sus 35 años en Israel.
Las manifestaciones en Israel son en general por temas como la paz y las colonizaciones, en contra y a favor. La fuerza de la izquierda es limitada en votos y no tiene las energías de la derecha colonialista y religiosa. La izquierda eleva interrogantes, mientras que la derecha afirmaciones.
Pero no fue así el sábado 30 de julio del 2011, en las cales de Tel Aviv. Un público que la izquierda tradicional no conoce y no tiene registrado salió a la calle para exigir justicia social, para oponerse a la privatización de los servicios sociales y para poner en cuestión el orden de prioridades del Gobierno, que prioriza las colonizaciones apoyadas por los partidos de la ultraderecha, los centros de estudios de los partidos ultrarreligiosos y religiosos y finalmente todo el resto, empezando por los allegados al Gobierno, las familias de billonarios que se reparten la economía israelí entre sí, etc. etc.
A la protesta social en Israel le falta un líder y la izquierda no lo puede hoy prestar, dado que no lo tiene y aún lo busca. Pero lo que está claro es que en medio del verano llegó a Israella Primaveradel Medio Oriente y más allá de altibajos de este nuevo movimiento de «Indignados» israelíes, la caravana marcha y lo hace para la izquierda.
Desde el partido de gobierno, que ve a muchos de sus votantes entre los manifestantes en su contra, se acusa a los indignados de estar al servicio del Partido Comunista israelí, en un intento de deslegitimizar la protesta. Otra acusación contra esta movilización social es que «No tiene exigencias claras».
Efectivamente, quien da vueltas por los campamentos de protesta puede ver las asambleas que se realizan en el lugar en forma completamente democrática, permitiendo a cada uno expresarse, lo que a veces viene a costa de decisiones tajantes y exigencias claras. Sin embargo, sobre el escenario del acto del sábado en el que las multitudes cuadriplicaran las expectativas de los organizadores, las consignas fueron claras: salud pública, educación, vivienda como prioridades, responsabilidad gubernamental y no privatización de servicios. Al decir de Dafi Leef, quien comenzara la protesta por la vivienda que hoy se extendiera a todo el país: «No queremos cambiar el Gobierno, sino las reglas del juego».