A propósito del Festival de Cine Judío en la Argentina

¿A quién le importa?

Por G.L.

Gutman tiene razón, a pesar de que no quiso decirlo con todas las palabras. La primera edición del Festival de Cine Judío en la Argentina no logró convocar al establishment de la comunidad.
Cosa curiosa si la hay, Gutman nunca afirmó que el Festival fuera de la Comunidad, como sí suelen hacerlo -pero en otro orden de emprendimientos- en el Hospital Israelita (“El hospital de la Comunidad”) o en su momento la Universidad Bar Ilán (“La universidad de la Comunidad”). Y en nombre de la Comunidad han asumido responsabilidades que la Comunidad debió salir a parar con vergüenza ajena.
Gutman, ante este panorama, tal vez cometió un error, una ironía del destino si se quiere: no le regaló el Festival a la Comunidad, no se entregó a la Comunidad incondicionalmente, lo retuvo como propio e intentó convencer al establishment de la importancia del Festival como una herramienta poderosa de comunicación, interpretación de la Shoá y, por ejemplo, de la conflictiva problemática humana en el Medio Oriente.
Si esto no es hasbará (esclarecimiento), la hasbará ¿dónde está?
Mientras las organizaciones se rasgan las vestiduras por las batallas mediáticas y de opinión pública perdidas, han dejado pasar una oportunidad imperdible de estar presentes en uno de los mejores y más importantes eventos culturales del año (también debemos destacar que ésta no fue la posición de la Embajada de Israel en este caso).
Por eso Nueva Sión apoyó y lo seguirá haciendo: porque hay que levantar la cabeza y, obligatoriamente, mirar para afuera.
Allí hay otro mundo que un Festival como el de Luis Gutman puede ayudar a penetrar. Y no hacerlo es una nueva oportunidad perdida y otro acto ciego de gran parte de los dirigentes.