El primer kibutz fundado por shomrim argentinos cumple 50 años

Metzer significa frontera

En una fotografía de hace 50 años de la fundación del Kibutz Metzer, se ve a primera vista una imagen clásica de la colonización agrícola. Hay miles semejantes. Pero en esta, hay algo diferente, difícil de definir. Sobre una baja tarima apoyada en fardos de paja estaba una larga mesa y detrás de ella están sentados personajes famosos de Israel y del movimiento: Iaacov Jazan, Itzjak Grinbaum (ex Presidente del Sheim, parlamento judío de Polonia), representantes de instituciones y de las poblaciones de la región. Siguiendo a la derecha, se ven jóvenes vestidos con camisas azules y cordones blancos, representantes de los kinim de Hashomer Hatzair del país. Desde el borde de la mesa y hacia abajo se extiende la bandera del nuevo kibutz y un lema de amplias letras: “De la dia´spora de América a la redención en Israel”. Y aquí, quizá, está el detalle diferente. A los pies de la tarima, y a todo su largo, están sentados sobre el piso todos los miembros del Kibutz. Vestidos de rigurosa camisa blanca y sonriendo orgullosos al público, que no se ve en la fotografía. Quizás aquí esta la clave para comprender lo singular.

Por Dvora Grokop Schejner (Desde Israel, Kibutz Gazit)

A las cinco de la tarde, vísperas de Rosh Hashaná, se realizó la ceremonia de fundación de Metzer en el terreno rocoso de una colina rasa. Alacranes se deslizaban por debajo de las rocas y por encima, sólo restos de lo que era una vegetación silvestre, de quemados yuyos por el ardor del verano. Otoño, pero sin hojas que caigan como en las veredas de la ciudad. Sólo el viento que viene del lado del mar juega con los cabellos y da vida a las banderas que flamean hacia el Oriente. Banderas de la Nación y banderas rojas símbolo de clase: Una síntesis de la ideología bordada en las banderas.
En este día, lee Georgette el acta de fundación, 8 de septiembre de 1953, en el sexto año del Estado de Israel, pactamos nuestro acuerdo con las tierras de Menashé, con la presencia de representantes del gobierno, del pueblo, de Tzahal, de Hashomer Hatzair, de Mapam, de nuestros vecinos árabes, de nuestros huéspedes del país y de la diáspora.

El mar también da pan

El rigor de la Historia, si se le diera derecho a opinión, diría asombrado: ¡Señores! Ha caído un error, el Kibutz Guimel, tercera generación del movimiento Hashomer Hatzair de la Argentina, está destinado a ser un kibutz marítimo. Y no en tierras de Menashe, sino en las costas del Mediterráneo en Ashkelón. ¡Un error histórico!
Pesaj Zaskin, porteño-correntino que conoce la historia de primera fuente, revela la verdad.
“Cierto es que teníamos que ser un kibutz marítimo. Todavía en 1949, el sheliaj Moshé Karmi lanzó la idea. El Kibutz Artzí en Israel estaba interesado en el desarrollo de la explotación marítima. Los futuros pescadores se entusiasmaron con la iniciativa y la promovieron con entusiasmo. Así surgió el lema tajante: “¡También el mar da pan!”.
Varios decididos muchachos viajaron a Mar del Plata y trabajaron en lanchas de pesca y en manufactureras pesqueras. Se levantó la hajshará marítima en el Tigre, más conocida por la gente del lugar como la Quinta de Los Muchachos, a orillas del Río Guayracá, en condiciones de vida primitivas, sin agua corriente, sin electricidad, pero con mucho espíritu pionero y en medio de un ambiente romántico difícil de emular.

¿Y por qué, entonces, levantaron un kibutz terrestre?

Esperamos mucho tiempo el acuerdo de las autoridades nacionales, mientras que durante largos cinco años se concentraban nuestros compañeros en Israel. Ya habían parejas que deseaban iniciar vida familiar normal y levantar su hogar definitivo. Motivos políticos, que hoy serían difíciles de comprender, hicieron que no se nos conceda el importante sitio estratégico en Ashkelón, y terminada nuestra paciencia se aceptó ser un kibutz “más”, como casi todo el resto del movimiento kibutziano.

Volvamos a la fotografía. Estamos sentados observando desde abajo a la enorme multitud que se había concentrado en nuestra fiesta de inauguración. Muchos compañeros del movimiento de América Latina, y de la Argentina en especial. Reconocemos a los madrijim y también a nuestros educandos, compañeros de Gaash, Gazit, Revadim, Nir Itzjak y casi todo otro lugar donde habían compañeros argentinos. Y además, por supuesto, una enorme representación del movimiento Hashomer Hatzair de Israel y de los kibutzim de nuestra zona y de todo el país.
Sobresalían los notables de las aldeas árabes vecinas. Una multitud en un lugar casi desértico que vino en ómnibus, en camiones o a caballo; que ascendieron por caminos de campo hasta llegar a nuestra desierta colina. La creación de Metzer, así nos impresionamos, fue una verdadera fiesta nacional.

¿De dónde proviene el nombre Metzer?
Metzer quiere decir frontera. Por un lado, un nombre de sonido parecido al de la aldea árabe vecina, Meiser, y a la vez un nombre que sintetiza el por qué de la existencia del Kibutz en ese lugar: cuidado de la frontera, detrás de la cual se encuentra el enemigo. La frontera está señalada por monolitos de cemento, cada 50 metros, y popularmente es llamada la frontera verde, que es aquella acordada después de la Guerra de la Independencia en el Acuerdo de Rodas y separaba al Reino de Jordania del nuevo Estado. Una línea que partía por el medio, arbitrariamente, a algunas poblaciones árabes como Baka Elgarbieh, al sur de Metzer y a Bartah, al norte.
Cuando el amplio círculo de amigos asistentes al acto de fundación comenzó a desparramarse y quedamos solos en el lugar, recién entonces captamos el significado de nuestra acción y del peligro que nos acechaba.

¿Se sintieron héroes?

No precisamente. Nos sentimos nerviosos y muertos por la tensión y el cansancio. Y la guardia de casi todos nosotros empezaba enseguida en medio de sentimientos de dudas y de desconocimiento real de lo que nos esperaba. La fiesta concluyó y quedó el desorden. Nuestras espaldas dolían de tantos abrazos amistosos. Y los labios quedaron como paralizados después de gastarse en una ininterrumpida efusión de sonrisas.

Visitantes de aquel 8 de septiembre recuerdan cómo se iba modificando la imagen de Metzer a medida que se iban retirando del lugar en sus vehículos. Se dieron cuenta que la perspectiva permitía que la imagen adquiriera proporciones reales. Una tarima y una mesa no muy grandes quedaban en el espacio abierto, salvaje y amenazante. En un costado, un grupo de jóvenes correteando, solos y aislados. Como un cuadro surrealista, donde solo faltaba la firma de Dalí o de Magritte. El corazón se estrujaba.

Geografía loca

Estamos frente a una paradoja, dice Iair Gabay , cordobés, casado con Orit , maestra de música, dos hijos y 6 nietos, todos en el kibutz. Las condiciones geográficas parecían condicionar una enemistad permanente entre las dos partes. Una observación rápida en el mapa de Metzer y de sus vecinos despierta rápida desconfianza. La aldea Meisir enfrente, Baka Elgarbieh, al sur y en el Norte, el Wadi Ara, la zona de población árabe más densa de Israel. En el costado oriental, la frontera verde con la aldea Keffin exactamente bordeándola. No lejos de allí, Genin y al sur Tul Karem. En otras palabras, una población judía enclavada en el centro de una amplia y apretada población árabe en crecimiento constante. También pesan recuerdos históricos: en la Guerra de 1948, ésta era una región que conquistada por las fuerzas iraquíes.
A pesar de todo, y contra toda lógica previsible, se tejieron buenas relaciones de vecindad. Esa es nuestra especial condición y ese es nuestro modo de actuar, que hemos logrado transmitir a nuestros hijos y nietos y a quienes se integraron posteriormente al kibutz.

¿A qué se debe este éxito, tan extraño en la realidad israelí?

Quizás al hecho de que estos jóvenes llegaron al país después de la Guerra de la Independencia. Ellos no lucharon contra estas aldeas, y el lema de confraternidad entre los pueblos, uno de los tres fundamentos que trajeron del movimiento en la Argentina, se hizo realidad aquí en Israel. Esta es la premisa ideológica que se transmitió de padres a hijos. Así se expresan en Metzer tanto los responsables de la economía, como los dedicados a actividades humanistas.
Personalmente, en esa línea de comportamiento actué yo cuando centralicé ramas de trabajo, o cuando fui encargado de la economía o de la producción. Y claro está, cuando dirigí el municipio nuestro, “Menashe”, que fue el primero del país en incluir poblaciones árabes en su área.

¿Nunca han visto vecindad árabe-judía …?

Martín Schupak es de orígen cordobés, difícil de ocultar. El ha sido uno de los principales arquitectos de las buenas relaciones con los vecinos, especialmente con la aldea Meisir. Ya en los primeros años ambos lados entendieron que relaciones pacíficas y de colaboración ayudarían a Metzer y Meisir por igual. En nuestros primeros días recibimos agua de la perforación de Meisir, que era pequeña. Cuando la perforación se hizo en nuestro kibutz y suministró mayor cantidad de agua prestó servicios a ambas comunidades. Y hasta hoy, ambas perforaciones están conectadas entre sí para enfrentar situaciones de emergencia. Durante la Guerra de los seis días, cuando fueron movilizados todos los hombres de Metzer, vinieron nuestros vecinos a hacer la cosecha de manzanas y otras labores del Kibutz.

¿Cómo comenzaste esta “mitzvá”?

No lo he hecho como función que se me haya impuesto. En el Kibutz ocupé casi todos los cargos, Dirección de la economía, tambero, dirección de la producción, cocinero. En nuestra fábrica, Metzerplas, trabajé durante 20 años. En donde estuviese, el tema de los árabes de la zona me ocupó constantemente.
Cuando llegamos al lugar, noté que los árabes no tenían liderazgo. El Mujtar (Jefe) de Meisir huyó a Tul Karem cuando estalló la Guerra (1948) porque temía que lo acusasen de colaboracionista con los iraquíes, y entonces la aldea quedó sin líder igual que niños abandonados. El régimen militar, bajo el cual estuvo sometida toda la población árabe hasta 1965, no los trató con demasiada cordialidad. Me dije a mí mismo: yo sé que ellos empezaron la Guerra y que yo no soy culpable de sus consecuencias. Yo estoy en tierras del Estado y no puedo ser responsable del pasado, pero eso no quita de que active para desterrar injusticias que el Estado ha causado.
En mi juventud no fui gran sionista. Dina, mi mujer, estaba más convencida de la aliá que yo. Yo estaba muy influenciado por el medio que me rodeaba, activistas de izquierda cercanos al comunismo. Aprecié mucho a mis amigos de la infancia, también a los no judíos. Allí aprendí a ayudar al necesitado y a no desentenderme de su sufrimiento. Yo provengo de un hogar pobre. En la adolescencia trabajaba durante el día y estudiaba por la noche. Cuando empecé a ir al Ken del movimiento me enojaba por la pérdida de tiempo que significaba estar en sus actividades.

Martín

No es suficiente atender a las palabras de Martín, es preciso escuchar aquellas que son dichas como al pasar y percibir en sus ojos grises la imagen del niño del cual habló. Casi 1,90 de altura: – Hoy, ya jubilado, me ocupo de iniciativas en el campo árabe y fomento la relación entre él y el mercado judío. Por ejemplo, yo comercializo carne de una empresa árabe de Baka Elgarbieh y les consigo clientes del movimiento kibutziano. En una época de dificultades en las relaciones entre ambas partes, yo actúo como mediador: Hay muchos que odian a los árabes, como es sabido.

¿No tenés miedo de visitar Baka Elgarbieh, población de 20 mil habitantes?

(Martín no responde, el prefiere hablar sobre la familia árabe, tiene muchos amigos y le agrada visitarlos en sus casas.). Tienen mucho respeto a la mujer. La madre administra la caja familiar, en cambio nosotros… Esta asociación lo lleva a una región sorpresiva. Me duele, me duele mucho que no comprendimos la verdadera proporción del dolor femenino.

¿Qué mujeres?

Nuestras mujeres. No hemos sabido captar lo que las difíciles condiciones físicas y mentales les producían a ellas que, generalmente, provenían de familias acomodados.

Dina, su compañera desde los 15 años, pintora de renombre y fiel integrante del kibutz, prepara ahora el rincón de la memoria para la celebración del 50 aniversario de Metzer.
Dina levanta las cejas sorprendida, media hora antes nos había dicho en el reportaje: A pesar de que provengo de una familia acomodada me entregué a la idea colectiva sin problemas. Nací con esos genes. No primaban mis intereses personales, no soy de un tipo materialista, nunca adolecí de los instintos destructivos de la propiedad. Me fue fácil integrarme al kibutz.

La segunda generación sigue los pasos

También para Ayala Ijieh, nacida en Ramat Gan, el ingreso al Kibutz fue un proceso natural. Miembro del garin Ad-Ad en 1973, vino directamente del Ken del H. H de Ramat Gan a Metzer. Sus padres no le encontraron nombre más apropiado que Ayala=gacela, también hoy se ve como una jóven delgada que viene de una actividad del Ken. El aire de Metzer, al parecer, no solo tonifica, sino tambien embellece.
Ayala: Crecí en un hogar conectado con el Mvto. Mi padre fué Rosh Ken Chenstojova (Polonia) y llegó a Israel después de la Guerra. Fué shaliaj en Italia y fundador del Kibutz Gal-on. En 1949 abandonaron el kibutz pero siguieron siendo “shomrim”. Mi primer contacto con Metzer fué excelente, cuando todavía era estudiante secundaria. Mi familia adoptiva en el kibutz fueron Jana e Itzjak Milstein, de San Rafael y de las colonias judías. Así ingresé con facilidad a la vida del kibutz. Metzer era un lugar cálido y cariñoso, que muy rápidamente se convirtió en hogar. Me casé con Abik, de Afula, con el cual tengo 5 hijos y trabajo como maestra jardinera, especializada en Oranim (Univ. Haifa).

¿Cómo te sentís en un kibutz que se encuentra en un proceso de cambios estructurales?

Me siento bien, aún cuando no todos los cambios son de mi agrado. Estoy convencida de que el kibutz debe cambiar. Si el tiene instintos vitales debe cambiar. Pero considerando que yo soy socialista aspiro a que se mantenga la seguridad colectiva en áreas como salud, bienestar y educación . No como es ahora. En estos terrenos quisiera que cada javer reciba en lo posible aquello que necesita. Pero, al mismo tiempo, hay algo ílogico cuando una persona no entiende que todo objeto tiene precio. Inclusíve siendo él socialista. No somos una sociedad rica. Pobre la define mejor. Entonces es preciso determinar un órden de preferencias. Las personas no son iguales sino diferentes y tienen necesidades diferentes. La dificultad de la sociedad es que
ésta no puede satisfacer todas las necesidades que cada javer entiende justa. Yo sé que digo conceptos complejos y a veces opuestos, pero así es la vida..
Quiero seguir en Metzer, porque es mi hogar ya 30 años. La mayor parte de mi vida ha transcurrido aquí.
Tambien pienso que el pesado ancla que me sujeta al kibutz es el hecho de que trabajo en lo que me agrada mucho: soy maestra jardinera de profunda vocación. También mi marido piensa igual. No se adonde llegarán los cambios y dónde precisamente yo me ubicaré. No es sencillo porque somos una familia grande. Y como todavía existe la incertidumbre, es muy difícil vivir en medio de ella.

¿Podés influir?

Sí, yo soy parte de una comisión de bienestar social, salud y educación y en élla puedo yo influir.

Has dicho que sos socialista, ¿que harás si al final en Metzer se implantarán formas capitalistas?
No creo que abandone el lugar, porque practicamente no lo puedo hacer. Pero fuera del kibutz hay realidades que me agradan menos. El kibutz, todavía se considera un lugar más justo.

El sistema de educación de ustedes tiene muy buen nombre.

Creo que con justicia. El es muy particular. También personas fuera del Kibutz lo elogian. Nosotros transmitimos buena educación en todas las edades. Está muy relacionado con el espíritu que reina en Metzer. Niguno de los niños externos ha abandonado el kibutz después del atentado. En mi jardín hay un tercio de externos , dos de éllos son árabes. La escuela regional “Reut”(primaria) y “Meboot Iron” (secundario) completan nuestro sistema de educación obligatoria y los tres entes gozan de merecido

¿Algo sobre los veteranos de Metzer?

Yo los aprecio por aquello que construyeron. Y por el carácter que le dieron al lugar: mucho calor humano y sensación de hogar, que son una particularidad argentina. Tenemos un cálido corazón, pero pagamos por él un determinado precio. Nos es difícil establecer límites. De todos modos, yo creo que esos atributos obran a nuestro favor. Supimos no endurecer actitudes, buscar mediaciones. Por ejemplo, cuando los padres tenían miedo de dejar solos a sus niños durante la noche, hicimos turnos de padres que dormían con ellos. Así mantuvimos las casas de los niños durante las noches hasta que se decidió cerrarla aún antes de que caigan los proyectiles de Saddam Hussein (Guerra del Golfo) .

Argentinos tras argentinos

En 1973, el mismo año que Ayala ingresó a Metzer, Claudio Mederdrut ingresó al Moadón Bialik de Paternal, que no estaba relacionado directamente con el Hashomer Hatzair pero que sí se adhirió institucionalmente al Kibutz Artzí, al cual llegaron varios grupos del Moadón. Nacido en la Argentina, casado con Dvora, tiene dos hijas adolescentes.
“En 1973 ingresé a Bialik de pura casualidad pero me prendí. Estaba impresionado: un mundo nuevo se abría ante mi. Estudié en la escuela “Hertzlía” y también en “Medinat Israel”. Al principio idish y después hebreo. Todavía adolescente estudié en el secundario hebreo en “Hertzlía”, y más tarde en el Seminario de Morim “Shazar”. Concluí mis estudios como maestro y logré llegar a enseñar en la misma escuela que estudié. Todo esto lo hice paralelamente a mis estudios en las escuelas regulares argentinas. Llegué a Israel con mi garin “Ietziratenu” formado por 10 compañeros, directamente a Metzer.

¿Porqué Metzer?

Conocí Metzer en 1978 cuando vine con un grupo de “Tapuz” a Nir Itzjak. Luego fui madrij de un grupo “Tapuz”, en 1979, en el Kibutz Iad Mordejai. En esa ocasión visité Metzer y me impresioné bien del lugar y su gente.

Tu hébreo es excelente, ¿te sentiste alguna vez extranjero o inmigrante?

Al principio no. Hablaba el hebreo, aunque “de salón”, luego bajé el nivel. El conocimiento del idioma me ayudó mucho en mi proceso de adaptación. No tuve ninguna crisis cultural ni de comunicación. Pasado un tiempo, unos dos años, capté cierta falencia. Comencé a interesarme en la cultura que había dejado. Pedí a mi familia que había quedado en la Argentina que me envíe literatura argentina, de la cual me había desconectado. Leí con fervor a Sábato, Borges o Cortazar. Recuerdo cómo empezó el proceso: Vi el film “El exilio de Gardel”, sobre los exiliados argentinos en París. Me identifiqué mucho con la situación del exiliado que había escapado del peligro del régimen militar de 1976. Nosotros hicimos aliá en 1980, cuando los generales estaban todavía en el poder.

¿Sabían ustedes de las desapariciones, secuestros y torturas?

Veladamente. No conocimos las verdaderas proporciones. Supimos de javerim que fueron salvados porque sus vidas estaban en peligro. No sabía si realmente estaban relacionados con las guerrillas. Nos vimos obligados a quemar libros, también escondimos objetos como discos de cantores de protesta como Quilapayún, Violeta Parra y Victor Jara que estaban prohibidos.
No tuve contacto con la guerrilla. De acuerdo a mi información, nadie de mi capa educativa (shijva) estaba relacionado con ella, pero entre los madrijim -nos decían- había personas cercanas ideológicamente o activamente. El movimiento se cuidó mucho de una guardar distancia adecuada. Nosotros somos izquierda sionista y destacamos especialmente la condición sionista. Pero sí estábamos muy preocupados por el antisemitismo que se descubrió entre los miembros de la guerrilla. Tuvimos peleas con grupos antisemitas. Creamos un sistema de defensa del Moadón. En las fiestas judías participamos en la defensa de las sinagogas, de nuestro ken y de otras instituciones.
En aquellos días no era fácil la vida en los kinim. Un episodio oscuro fue nuestra expulsion de “Bialik” de Paternal. La Comisión de Padres nos expulsó aduciendo que nosotros, los madrijim, estábamos relacionados con la guerrilla. Y en esta comisión figuraban dos ex javerim de Metzer, de los fundadores… Era claro que estaban preocupados por lo que podría pasar a sus hijos en días tan difíciles. Nos retiramos del ken con 250 janijim, de 6 a 20 años. Esta fue una de las épocas más oscuras. Quemamos libros dejando sólo lo “permitido”. Recibimos visitas de los Servicios de Inteligencia (SIDE), la misma institución que hoy está relacionada con la explosión de la AMIA. En el trasfondo, también estaba la venta de armas israelíes al régimen militar argentino y podríamos imaginar una situación increíble:
Un soldado o policía argentino apunta su “Uzi” contra un joven judío detenido, miembro de nuestro movimiento u otro similar, o simplemente, contra cualquier adolescente.

¿Qué pensás, habrá capitalismo en el kibutz?

Sí, y todavía diremos que hemos inventado la rueda… Sólo faltará que lo llamemos revolución…

Entonces, ¿todo fue en vano?

No. Reconozco que a veces me siento frustrado, pero debemos saber que no tenemos dominio sobre las fuerzas que están en juego. A pesar de que sonará como una frase hecha, diré que la vida tiene su propia dinámica. No por ello soy determinista. En toda encrucijada pudimos elegir miles de alternativas. Venir hoy a los 44 años y juzgarme a mí mismo por las decisiones que tomé cuando tenía 20 años, no tiene sentido. Porque hoy tengo la perspectiva de lo que ocurrió. Cierto, había entusiasmo, existía un marco que arrastraba, y nosotros arrastramos a otros. Por ejemplo, antes de mi aliá, en el instituto donde trabajaba me ofrecieron una beca de estudio universitario en Israel para volver luego a la Argentina y dedicarme a la docencia. La rechacé inmediatamente, tal era la fuerza del grupo.

¿Y como ves el futuro?

Me es difícil ver a mis hijas en el kibutz. Personalmente, me molestan ciertos aspectos de la privatización, porque esta, ante todo, es una privatización de pensamiento. Se expresa en que cada uno se preocupa de sí mismo. Comienza a desarrollarse la cultura de “cada uno para sí”. Si ésta es la situación, es preferible enfrentarse con ella fuera del kibutz. Porque en éste, las posibilidades son menores.

Shomeret de hogar comunista

También a Nava Dovrat Guisis, nacida en Haifa, le cuesta enfrentarse con pensamientos de futuro. Yo me enfrento con los cambios como un avestruz, y dejo a mis socios esa tarea. Ella proviene de un hogar comunista, activistas del Maki, fieles a Moshe Sneh. Sus padres llegaron a Israel antes de la Guerra de la Independencia y se contaron entre los fundadores del kibutz Hamaapil. Nava lo resume así: nací comunista.

¿Está en los genes?

Sí, toda mi vida estuve en la izquierda. Participé en todas las manifestaciones del 1o. de Mayo en Haifa. Concurrí al Club de Amistad Israel-URSS y crecí como una fiel hija de Maki (Partido Comunista). Y a los 16 años ingresé a Hashomer con acuerdo de mis padres.

¿Qué hacés ahora?

Trabajo en un Instituto secundario como asesora pedagógica y directora de los olim de Rusia y Argentina en el marco del proyecto “Naalé”, donde hay 24 jóvenes de la Argentina. Fui dirigente del kibutz, centralizadora de la comisión pedagógica, instructora de “Ietziratenu” (el mencionado garín de Claudio). Trabajé casi en todo lugar y todo trabajo que considero noble.

¿Cómo ves a los veteranos?

Para mí , ellos son siempre los veteranos que me incluyeron en el lugar. Quisiera poner la edad a un lado y recordarlos como fueron entonces. Muy cálidos, auténticamente cálidos.
Con suave mano supieron darnos la sensación de hogar. Hoy en día, nosotros, no sabemos obrar del mismo modo.

¿Qué consideras hoy importante?

Darles las condiciones y los instrumentos que les permitan envejecer noblemente.
Luego del atentado ocurrido aquí, de pronto entendí las dimensiones de un peligro real.
Yo sufrí un fuerte sacudón, una especie de iluminación repentina.

Un faro esperanzador

El tema del trágico atentado en Metzer, nos lleva a Dov Abital, actual secretario del kibutz, que inició estas tareas al día siguiente del suceso.
“Esa noche -cuenta Dov-, un terrorista se infiltró en Metzer. Hasta hoy no se sabe cómo lo hizo. No cortó el cerco; quizás entró con ayuda de alguien. Restan varios detalles oscuros que, hasta ahora, no han sido descubiertos, (mientras tanto, hace pocas semanas el ejército israelí encontró a Zirhan Zirhan, el terrorista, en Tul Karem y le dió muerte). Unos minutos antes de medianoche, el terrorista se encontró en un sendero central de Metzer a una pareja que paseaba. La pareja se dio cuenta de quién se trataba e intentaron huir. La mujer trastabilló y fue asesinada. El hombre, consiguió escaparse porque el terrorista tuvo un inconveniente en el arma. De allí, el terrorista se dirigió a la casa más cercana, entró por la ventana y encontró a una joven mujer con dos niños de 4 y 5 años, y los asesinó a mansalva en sus camitas. En esos momentos, Itzik Dori, secretario del kibutz, que esa noche cumplía también funciones de guardia, viajó apresuradamente con un auto al lugar de los tiros. El terrorista logró matarlo cuando Itzik estaba dentro del auto. Otros miembros del kibutz, armados, comenzaron a llegar al lugar de los sucesos, pero el terrorista logró huir en medio de la oscuridad de la noche”.

¿Cuántas veces contaste este relato?

Miles. En las primeras semanas atendí a una cantidad enorme de periodistas, delegaciones de las aldeas árabes, personalidades del país y del extranjero.

Dov habla fluidamente hébreo, castellano e inglés. El motivo principal del enorme interés despertado por los sucesos ha sido el hecho de que Metzer es conocido en el país y en el mundo como un símbolo de coexistencia entre árabes y judíos. En las semanas anteriores al atentado, Metzer se movilizó -públicamente- para intentar evitar que sean afectadas las tierras de los vecinos palestinos, como consecuencia de la construcción del muro de separación. Metzer insistió en que el muro -de 11 metros de altura y 50 metros de ancho- se construya exactamente en lo que era la “frontera verde”, el límite pactado en el Acuerdo de Rodas en 1949, y que fuera estrictamente respetado tanto por Metzer como por sus vecinos. Más aún, Metzer propuso que, de ser necesario expropiar tierras para construir el cerco, que se lo haga tomando equitativamente tierras de ambos lados de la frontera, lo que significaría tomar 50% de tierras de Metzer.
“Yo tengo la sensación, agreaga Dov, de que Metzer fue elegido como blanco de atentado justamente por el hecho de que judíos y árabes realizaron el intento de resolver sus problemas a través de negociación. Está claro de que los extremistas no tienen lugar en este escenario.

¿Qué hacer entonces?

El ejemplo de Metzer no puede modificar la realidad que nos rodea. Pero sí demuestra que judíos y árabes no forzosamente tienen que matarse hasta la eternidad. Y que se puede vivir juntos en medio de mutuo respeto. Si tuviera que utilizar una alegoría diría que la situación es parecida a un barco que está en el mar en medio de una tormenta en una noche oscura y ve la luz de un faro: ahí está la esperanza.
El faro no salvará al barco, pero le permite mantener la esperanza. Hay fuerzas superiores a nosotros. Pero todavía podemos elegir, entre varias posibilidades el camino que nos conduzcan a donde queremos llegar.

Dov se expresa con facilidad y con precisión. Reunió mucha experiencia en diversas funciones que cumplió en sus 49 años. Curriculum vitae que impresiona: “Mazkir del kibutz Lehavot Javiva, su primer estación en Israel desde que hizo aliá en 1975. Oficial del Ejército en tareas de absorción de soldados nuevos olim. Esta tarea tuve que interrumpirla porque el kibutz decidió que era más importante que haga un turno nocturno en la fábrica. No valieron los argumentos del Comandante del Najal y del Secretario del kibutz que trataron de explicar que la tarea era muy importante, tanto para los mismos olim, como para los kibutzim que iban a recibir a esos soldados. Ese fue el fin de mi brillante carrera militar…”.
El dilema de los kibutzim es adónde quieren llegar en el futuro. Y no precisamente por qué camino andar. Los actuales modelos de cambio son relevantes en la medida de que se sabe cuál es la meta ansiada.
Yo quiero llegar a una comunidad que sepa convivir con el éxito económico en un mundo que no está bajo nuestro dominio (mercado libre e iniciativas privadas) y con una dosis considerable de seguridad mutual, calidad de vida y acento en los valores no materiales.
Esta aspiración no es exclusiva del movimiento kibutziano, sino de sectores amplios, en especial del mundo occidental. Encontrar esta síntesis me parece más posible y deseable que una lucha infructuosa para detener las tendencias globalizadoras del mercado libre.
Yo no puedo detener el mercado mundial. Pero si conseguimos crear un modelo que nos permita subsistir sin renunciar a los valores de colaboración entre los seres humanos, no sólo el kibutz tiene futuro sino que seremos un ejemplo y una esperanza para amplios sectores del mundo.