Aires de cambios en Oriente

Los analistas políticos coinciden en hablar de la inminente culminación de un sistema de funcionamiento de poder en Oriente, y que se ve reflejado en  un crecimiento vertiginoso de protestas sociales en los países de la región. Un proceso signado por la incapacidad de los Estados para procesar los conflictos y orientar a sus sociedades en base a estrategias de crecimiento y desarrollo.  

En The New York Times se puede leer: “A dondequiera que volteemos la mirada en el mundo árabe, vemos guerras. Guerras en un mundo árabe que no tiene una elite o un liderazgo creador de estrategias y tácticas que lleven a la salvación”.

 

Los gobiernos árabes muestran una ausencia de espíritu de ciudadanía y pluralismo en la toma de decisiones, y falta de una institucionalidad que permita vislumbrar, un rumbo en favor del “buen gobierno”, lo que provoca un sentimiento de frustración de las poblaciones de la región. Una opinión pública que se pronuncia en contra de una democracia casi nula  que no ofrece evidencias de alentar un proyecto de integración e incorporación de los sectores excluidos a los beneficios del sistema.

Cabe destacar que en  el último mes se registaron varios acontecimientos a tener en cuenta, por un lado el pasado 1° de enero explotó una bomba en Alejandría, luego las protestas por los altos niveles de corrupción y desempleo en Túnez que fueron seguidas de la huida de su dictador gobernante y más recientemente las manifestaciones en las ciudades egipcias de El Cairo y Suez.

Por otra parte, el pasado sábado otro hombre se inmoló prendiéndose fuego tras haberse rociado con nafta, en Arabia Saudita, cerca de la frontera con Yemen. El suicidio coincidió con otros intentos de esa forma de protesta social en Sudán y en Marruecos, mientras en Yemen miles de personas salieron a la calle para a exigir la renuncia del régimen de Alí Saleh.

Asimismo recordemos que en Sudán, Sahara Occidental y Marruecos también se vivieron casos semejantes, todos ligados a protestas sociales contra los regímenes despóticos que gobiernan sus países.

Podríamos describir estos fenómenos como un sistema de opresión a las masas protagonizado por regímenes corruptos, cuyo desenlace esperado no sería otro que un nivel de democratización creciente en el marco de un proceso de reconversión al interior de cada país y apertura económica al exterior.