Tan eficientes fueron las topadoras en la demolición del edificio histórico, como eficientes en empujar a los extremos a los vecinos palestinos, que ven desaparecer frente a sus ojos no un hotel desocupado en los últimos veinte años, sino la posibilidad de llegar a un acuerdo con Israel sobre una división funcional de Jerusalén, convertida la parte Oriental en Capital del Estado Palestino.
El hotel era de propiedad árabe hasta la conquista israelí de Jerusalén Oriental, cuando el edificio –como muchos otros edificios públicos y privados- fueron expropiados por el Estado israelí, una expropiación que la legislatura y la opinión pública internacionales rechazaron.
Pero si el Estado de Israel alegó «necesidades públicas» para la expropiación de tierras y edificios, estas consignas fueron olvidadas cuando se vendió el Hotel al millonario Moskowitz, que no ocultó nunca su intención de construir en el lugar un provocactivo barrio judío, enfrentado con el barrio palestino de Shej Yarraj.
La situación explosiva en la zona empujó a las autoridades nacionales y municipales de Jerusalén a optar con prudencia durante dos décadas, postergando los permisos para comenzar la construcción en el lugar. Sin embargo, con el apoyo a la «judaidización» de Jerusalén del actual Intendente de Jerusalén, Nir Barkat -que desde que asumiera sorprende a sus socios políticos del centro y la izquierda con posiciones ultranacionalistas vestidas de «patriotismo»- se dejó atrás toda prudencia y se dio «piedra libre» a la colonización judía de la Jerusalén palestina.
El principal negociador palestino Saeb Erekat condenó la demolición. «No habrá negociaciones, mientras este gobierno continúe con los asentamientos y actos como la demolición del Hotel Shepherd», apuntó.
Como haciendo caso omiso a los esfuerzos de los EE.UU. y la comunidad internacional para reanudar las rotativas de paz en los EEUU, Nir Barkat y el millonario Moskovitz se unificaron para lograr el permiso para la demolición del Hotel y la posterior construcción de edificios de viviendas para colonos israelíes. Haciendo caso omiso, o -como señalaban activistas pacifistas israelíes que protestaban ayer contra la demolición en Shej Yarach- «Deciden a sabiendas minar las posibilidades de paz separando la Ciudad Antigua del resto de Jerusalén Oriental ocupada y la Ribera Occidental”.