Planteos innecesarios del actual gobierno israelí

Este  último tiempo hemos sido testigos de una serie de vaivenes en las condiciones requeridas para ser aceptados como ciudadanos israelíes. Es sabido que uno de los ministros más importantes del gobierno, el Ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor  Liberman, planteó en su programa político,  la exigencia de que todos los pobladores árabes del país presten un juramento de lealtad a Israel como Estado Judío y Democrático con la consigna que “sin lealtad no hay ciudadanía”.

Por Jose Alberto Itzigsohn

Este planteo  creó resistencias en círculos árabes y también judíos, porque significaria reafirmar el carácter de la minoría árabe, un veinte por ciento de la población de Israel, como grupo bajo sospecha y podria  reforzar las tendencias ya existentes de alienación con respecto a Israel. No entraré ahora en ese debate, de hecho muy difícil, pero no puedo dejar de expresar  la opinión de que no creo que los problemas de convivencia entre diferentes grupos nacionales y étnicos, puedan ser resueltos por decreto.

Frente a la presión política de Liberman que lo desafía públicamente en distintos foros, nacionales e internacionales y se proyecta como futuro líder intransigente del campo de la derecha  israelí, Netanyahu ha hecho un gesto de apaciguamiento politico interno con concesiones parciales a la demanda de Liberman y ha presentado a su gabinete un  proyecto de nacionalización, por lo cual cuaquier persona no judía que quiera ser aceptada como ciudadano israelí, en el futuro, deberá prestar juramento al cáracter judío y democrático del país.

Este proyecto estaba a mitad de camino de las exigencias de Liberaman, pues no exige un juramento de lealtad de estas caraterísticas a los ciudadanos árabes ya  residentes en el país, sino a  personas no judías que quisieran ser aceptadas  como ciudadanos en el futuro. En el proyecto original, Netanyahu proponía exceptuar de ese juramento a las personas de origen judío que se acogieran a la llamada Ley del Retorno, que establece el derecho de cualquier judío de emigrar a Israel, en forma incondicional, salvo excepciones concretas que establece la ley. Este primer proyecto de ley provocó reacciones en los grupos de izquierda que lo ven como una violación del principio de igualdad entre todos los ciudadanos y que han manifestado su protesta en Tel Aviv, con presencia de diputados del partido Meretz (sionista de izquierda) del partido comunista (binacional) y de personalidades y organizaciones pacifistas como Shalom Ajshav (Paz Ahora) , Gush Shalom (bloque de la paz) y otros similares. Hasta aquí una respuesta previsible, pero ha habido otras formas de oposición a ese proyecto , menos previsibles. En la votación de ese proyecto de ley en el gabinete, Netanyahu se encontró con el voto en contra de los representantes de la derecha liberal, en su propio partido. Figuras icónicas o continuadores de figuras icónicas, como Beny Beguin , hijo de Menhajen Beguin, Meridor y otros, con la crítica pública posterior de hombres como Moshe Arens, persona de gran prestigio en la derecha y ministro en varios gobiernos anteriores.

Esta crítica se basa en que de acuerdo a la ideología de ese grupo, no se discute el derecho del dominio político de Israel sobre toda la Palestina histórica, pero se pone el acento con mucha fuerza, en la defensa de los derechos civiles en pie de igualdad de todos los habitantes del país, judíos y árabes.

El cómo se compagina el dominio  político de un grupo sobe otros con la absoluta igualdad cívica es un interrogante, pero de todas maneras ese principio de la total igualdad cívica es cardinal, para la ética y la política de ese grupo. De modo que Netanyahu se vio atacado desde la izquierda y desde una parte muy significativa de la derecha, además de críticas internacionales muy enérgicas.

Para salir de ese aprieto, Netanyahu ha propuesto una modificación de la ley por la cual la necesidad de prestar juramento al Estado Judío y Democrático se haría extensiva a todos los pretendientes a la ciudanía, tanto judíos como no judíos. Ese proyecto tropezó con dos obstáculos: uno contradice el carácter incondicional de la ley del retorno y plantea en primer lugar, que es lo que debemos entender como el cáracter judío del Estado. La pertenencia al pueblo judío y la fuente de la necesidad o el deseo de emigrar a Israel, esta determinada además del nacimiento (ser hijo de una madre judía o convertida al judaísmo)  por una multiplicidad de factores que no son compartidos por todos. Hay motivos políticos como persecuciones, motivos culturales y motivos religosos que pueden coincidir o no en una misma persona. La religion judía, en sus distintas formas, ha jugado y juega un papel muy importante en el pasado y presente del pueblo judío, pero no los abarca a todos. Quiero decir que una definición religiosa del carácter judío del Estado, hecho dentro del espiritu de la ortodoxia, dejaría afuera  a muchos judíos que pertenecen a corrientes religiosas no ortodoxas o que son laicos.

Netanyahu, con sus maniobras políticas precipitadas, ha abierto una caja de Pandora de problemas étnicos y culturales no resueltos. Qué juraría un judío agnóstico o integrante de corrientes religiosas como los reformistas? Ser leal a un país regido por la ¨Halaja¨ (la ley religiosa judía) o a un país en el cual la tradición judía fuera respetada, pero  que sea abierto a la modernidad y pluralista? Se podria crear una siuación en la cual habria judíos “verdaderos” y judíos no legítimos que sería calamitosa para el país y para el pueblo judío en general.

Otra fuente de oposición a la versión modificada de la ley, son grupos judíos ultraortodoxos para los cuales todo juramento debe ser ante todo un juramento de fidelidad a la Torah, la Biblia hebrea y sólo en segundo lugar al Estado que algunos de ellos no reconocen, porque es obra de hombres y no producto del esperado advenimiento del Mesias. Tampoco es univoca, para mayor complejidad, la interpretación del concepto de democracia. Por otra parte, se puede  relacionar este proyecto de ley con la exigencia planteda a  los palestinos de que reconozcan a Israel como Estado Judío como paso previo a la negociación de paz, exigencia que no se planteó en las negociaciones que llevaron a la paz con paíse árabes importantes, como Egipto y Jordania.

Como conecuencia de estos distintos tipos de oposición que he citado, no es seguro, al menos en el momento en que escribo estas líneas, que Netanyahu logre obtener la aprobación de esa ley en el parlamento, por la discrepancia de miembros de su propia caolición gobernante y si lo logra, será a costa de ahondar la división entre judíos y árabes y entre los mismos judíos.

La medida más correcta sería, a mi parecer, renunciar a estas exigencias agregadas de base política y confirmar  una ley que estableciera simplemente un juramente de fidelidad al país y sus leyes, sin mas, como ocurre en muchos países del mundo. Si queremos ser un país excepcional tenemos que ponernos de acuerdo, primero, en qué consiste la excepcionalidad, dar tiempo a que los procesos políticos se desarollen a través del diálogo y la convivencia  y reitero, no tratar de resolver problemas complejos por decreto.

 

Jose Alberto Itzigsohn
Jerusalen, Octubre de 2010.