Oro por baratijas

No conforme con obligar a los goim que desean obtener la ciudadanía israelí a declarar formalmente su reconocimiento de Israel como Estado judío y democrático, Netanyahu ahora también exige una similar declaración de nuestros vecinos palestinos. Bibi se olvida que la paz con Egipto y Jordania fue conseguida sin ese requerimiento.

¿Cómo vendrá la mano? Los palestinos otorgarán un reconocimiento perpetuo. Bibi, a cambio, prorrogará el congelamiento en la construcción de los asentamientos durante dos o tres meses. Señoras y señores: el judaísmo está en venta a la mejor manera de decir de George Bernard Shaw.

Por Alberto Mazor

Y para quienes piensan que esta es una condición para mantener las conversaciones, sería bueno que lo mediten mejor. Bibi trata de redescubrir la fe que los israelíes teníamos en los palestinos y que se perdió tras los violentos acontecimientos de la segunda Intifada. Hubo un tiempo cuando la seguridad era el famoso slogan de campaña utilizado por él: “Si otorgan, recibirán; si no otorgan, no recibirán”.

Al no haber atentados terroristas masivos (aunque existen los puestos de seguridad), nuestro líder vendedor sacó el as de la manga del Estado judío. Algunos dicen que se cotiza muy bien entre los ultra ortodoxos nacionalistas mesiánicos. Probablemente, se venda mucho mejor que las perlitas que ofrece Liberman sobre cualquier escenario.

Netanyahu declaró que si los palestinos aceptan su oferta, pedirá al gobierno que apruebe una suspensión adicional de la construcción. O sea que cuando le exige a Mahmud Abbás que reconozca a Israel como Estado del pueblo judío, lo que le ofrece es, en realidad, un suicidio político asistido.

Bibi entiende muy bien que ningún líder palestino que reconozca a Israel como Estado-Nación del pueblo judío, puede reconocer, al mismo tiempo, que los palestinos no tengan ningún lugar propio que reclamar legítimamente. En otras palabras, equivale a una incontrovertible concesión sobre el derecho al retorno.

Bibi comprende que se trata de un bien demasiado precioso y complejo como para que los palestinos lo entreguen por una simple moratoria parcial en la construcción de los asentamientos (que no incluirá Jerusalén Oriental). En el mejor de los casos, renunciarían a la aplicación del derecho de retorno como parte de un acuerdo final que sirva para calmar la ansiedad que generan los problemas centrales relativos a las fronteras y a Jerusalén.

Una vez que Abbás rechace su propuesta, probablemente lo escucharemos declarar algo así: “Cuando se niegan a hacer una simple afirmación, surge la pregunta, ¿por qué? ¿Se busca inundar el Estado de Israel con refugiados de modo tal que deje de ser una nación con mayoría judía? ¿Es que se pretende despedazar porciones de la Galilea y el Neguev?”

No es ficción. Dichas palabras fueron pronunciadas por el mismísimo Bibi en Sderot hace algunas semanas atrás; fue un ensayo general para poder ejecutar hábilmente la movida de distracción principal con el fin de aliviar la crisis que se le avecina con la expiración de la moratoria.

Más elegante es acabar con las negociaciones por que existe una conjuración palestina con intenciones de arrojarnos al mar. Ese argumento resulta mucho más vendible en el mercado judío-americano. Sin embargo, es difícil creer que un político como Obama caiga en una trampa tan ingenua y haga causa común con Bibi en su intento de desprestigiar a Abbás.

¿Y qué pasará después de que Abu Mazen anuncie de manera inequívoca que la determinación de la identidad de un país vecino no es su problema, sino más bien y exclusivamente, del vecino? ¿Responderá Israel congelando las negociaciones para el establecimiento de un Estado palestino junto a un Estado judío?

Cualquier vendedor de baratijas sabe que si sube demasiado el precio de sus productos no obtendrá ninguna ganancia. Mientras esa sea la intención, el oro – la paz – estará cada vez más lejos.