El rabino Samuel Levín respondió luego a través de una entrevista con la Agencia Judía de Noticias, en la que expresó que el presidente de la DAIA, Aldo Donzis debía renunciar y amenazó con armar “una nueva institución” que represente políticamente a la comunidad judía argentina.
Argumentó lo dicho haciendo mención a que tanto el tesorero como los protesoreros habían renunciado a la institución y que la comunidad debía conocer lo que estaba sucediendo allí. Asimismo agregó que: “Le pedimos la renuncia inmediatamente (a Donzis) porque no representa a nadie. Además tenemos otras cuentas por las que no puede ser presidente de la DAIA”.
A raíz de estas declaraciones, el presidente de AMIA, Guillermo Borger desde Jerusalem, solicitó a la dirigencia comunitaria que actúe con responsabilidad y que mantenga el diálogo entre las instituciones, para hacer frente a esta situación y poder continuar con una gestión en pos del entendimiento y a favor de la comunidad judía argentina.
En momentos en que se están celebrando negociaciones tan importantes, debería estar claro para todos que la palabra es el núcleo principal del camino del diálogo. Lejos de ello, asistimos a manifestaciones de agravio inéditas que nada contribuyen al entendimiento y la buena convivencia. Resulta aún más preocupante observar que esta discrepancia encuentra a una autoridad rabínica como motor y protagonista principal de manifestaciones de agravio y descalificaciones que distan bastante de la envergadura de su rol. En este contexto, no está de más reclamar un poco de cordura.