Un relato que supone una proveniencia, una huella que necesita seguir su curso. Un relato
que supone una trascendencia, ya que nadie habla desde ningún lugar. Pero aquello
que nos trasciende no es necesariamente algo sobrenatural. Es importante disolver
la relación esencial que algunos establecen entre trascendencia y sobrenaturalidad. Nos
trasciende sobre todo aquello que nos brinda el trasfondo sobre el que vamos vivenciando
nuestras experiencias como judíos. Nos trasciende nuestra historia, nuestra cultura, una
ética, un horizonte de valores, de recuerdos, incluso de aromas. Lactancio define “religión”
como la capacidad humana de volver a ligarnos (re-ligar) con lo trascendente. Pero
la trascendencia no es solo metafísica y la religiosidad no es solo religiosa. Hay judíos
que nos releemos y nos repensamos sobre las huellas de nuestras herencias familiares,
barriales, comunitarias. Así proseguimos escribiendo el libro, donando al texto de
otros sentidos, conectando con la historia de modo espiritual. También es importante
disolver otro nexo esencial: aquel que liga a lo espiritual con lo dogmático. Nadie puede
arrogarse el monopolio de la semántica de lo espiritual, como nadie puede hablar en nombre
de un judaísmo único. Recuperar lo espiritual en estas fiestas es continuar ofreciendo
resistencia a todo intento de oxidación de lo judío. Es ejercer la introspección en los iamim
noraim, mirarnos para adentro y darnos cuenta que nuestra principal esclavitud es
la que tenemos con nosotros mismos. Creer que somos sin el otro, o que el otro es siempre
un objeto para uno. Una posible dimensión espiritual de lo judío se va construyendo
en ese movimiento por el cual la introspección llega al punto límite de comprender
que en el fondo mismo de nuestra identidad, son los otros los que nos constituyen, y que nos debemos por ello al otro que sufre: al indeseado, al indigente, al invisible. Una vida espiritual encerrada en sus propios muros es como un texto encerrado en su propia literalidad.
Una vida espiritual encerrada en su propio yo, que niega al que sufre, es como
un texto que censura sus posibles lecturas. Y así como toda lectura es arrancarle a la letra
un sentido, del mismo modo la presencia del otro nos arranca de nuestra comodidad, de
nuestra indiferencia, de nuestro egoísmo. En Iom Kipur se lee en los templos, el libro
bíblico de Jonás. Aquel profeta al que Dios le ordena dirigirse a la Nínive corrupta para instar
a sus habitantes al arrepentimiento. Aquel profeta que descontento con la orden de Dios,
huye de él en un barco hasta ser devorado por un gran pez. El mismo Jonás que, entonces,
pide por su vida, y Dios lo perdona, aunque le vuelve a exigir su mediación frente a Nínive.
Ese Jonás que cuando logra su objetivo y toda Nínive ya arrepentida es perdonada por Dios,
pide sin embargo por su propia muerte. ¿Por qué quiere morir Jonás? ¿Por qué está enojado
con Dios si un pueblo entero fue salvado del exterminio gracias a su acción? Hay una
tradición rabínica que interpreta este relato mostrando que aunque Jonás había logrado
la misericordia divina, no se había hecho justicia. Los habitantes de Nínive debían igualmente
ser inculpados, ya que de lo contrario, el mal quedaría exento de castigo frente al perdón que todo lo condona. Jonás esta enojado porque Dios no había obrado con justicia, sino con misericordia. ¿Pero qué es más importante el perdón o la justicia? Stephane Moses analiza este relato sosteniendo que Jonás representa la vigencia de la justicia por sobre el perdón, y aunque Dios pueda perdonar, la voz de la injusticia debe seguir siendo escuchada. Como si quedara registro del valor de la justicia con independencia del perdón, ya que está claro que el total desasimiento tiene que ver con el perdón, pero esto no implica que se olviden las injusticias.
Hay algo del perdón que construye nuestra ética, pero también está la justicia que define nuestra política. Ser quienes somos es una forma de narrarnos. Pero nadie se narra solo. Nos narran; y sobre todo, las injusticias nos exigen nuevas narraciones. Solo cuando la justicia se vuelva más posible, se irá corporizando la posibilidad del perdón. En la justicia el otro no es aniquilado, en el perdón todos somos otros.