A propósito de Jerusalén

Cuando se enuncian  paz entre israelíes y palestinos, suele citarse en primer lugar el problema de la soberanía en la ciudad de Jerusalén. Como habitante de esta ciudad y persona vitalmente interesda en la paz, enunciaré algunas consideraciones sobre el problema. Para los judíos, Jerusalén ha sido durante más de tres mil años un símbolo nacional religioso que los ha unificado y ayudado a su supervivencia como pueblo en condiciones, por períodos, muy adversas.

Por Jose Alberto Itzigsohn

Este énfasis en la historicidad de los símbolos, no tiende a quitarles valor, sino a confrontarlos con

editorial

la realidad. En el seno de la Ciudad Vieja se encuentra el Monte del Templo donde se hallan soterradas las ruinas del templo judío de la época de Heródes y donde aún subsiste el muro de contención de la explanada del Templo, lo que los judíos llamamos  “El muro occidental” y cristianos y musulmanes lllaman “El muro de los lamentos” por el hábito de los judíos de llorar ante él, por la destrucción del Templo de Jerusalem. Es sin duda un símbolo muy cargado afectivamente. Un vínculo entre un pasado remoto y el presente. No es un vínculo inventado con propósitos políticos de dominación, como le escuché decir un día, con motivo de la Guerra de los Seis Días a un político conocido  cuya comprensión del papel de los símbolos en la historia, parece haber sido limitada . Durante el largo período que examino, hubo, la mayor parte del tiempo , una presencia judía en Jerusalén, por momentos mínima, por momentos muy importante, valga como ejemplo que los judíos defendieron a Jerusalén junto con los árabes, frente a la primera cruzada que culminó con la toma de la ciudad en el año 1099 y la masacre tanto de judíos como de musulmanes. Más adelante, la comunidad judía de Jerusalén se recreó con judíos piadosos que venían por motivos religiosos o con refugiados de persecuciones, como los expulsados de España, que hallaron refugio en el Imperio Turco que durante cuatrocientos años, incluyó dentro de sus límites, a la ciudad de Jerusalén. Con el comienzo de la población moderna de Palestina, a fines del siglo XIX, muchos judíos se asentaron en Jerusalén , que llegó a tener mayoria judía, fue escenario de duros combates entre judíos y árabes en la Guerra de la Inependencia de Israel, 1948-1949, soportó un sitio prolongado y un bombardeo implacable por parte de la artillería de la legión árabe de Jordania, dirigida, bueno es recordarlo, por oficiales británicos. En el curso de esa guerra los judíos ocuparon varios barrios árabes en la zona occidental de la ciudad cuyos habitantes huyeron o fueron expulsados y los jordanos ocuparon la zona judía de la ciudad amurallada , tomando cautivos a los pobladores judíos y destruyendo por completo su barrio. En el periodo de tiempo que medió entre la guerra de 1948-1949 y la de 1967,  los habitantes de Israel  tuvieron  prohibido el acceso al “Muro de los Lamentos”,  ubicado en la zona de dominio jordano. Es fácil de comprender, pues, la alegría que los israelíes y muchos judíos del mundo experimentaron cuando la ciudad amurallada fue reconquistada durante la Guerra de los Seis Días en 1967 y la foto de soldados judíos frente al muro, fue considerada como un emblema de la victoria. Esta  claro que las raíces judías en Jerusalén son profundas y no pueden ser negadas, como intentan hacerlo algunos líderes religiosos islámicos para quienes el Templo Judío nunca existió en esa zona y en todo caso si existió algo, se trato de un Templo Cananeo. Estas raíces judías son un aspecto muy importante  de la realidad, pero hay otros, a los que tenemos que prestar atencion si no queremos caer en un “solipsismo histórico”. Los romanos que conquistaron a Jerusalén, la transformaron en un centro pagano y luego pasó a ser un centro cristiano, profundamente ligado de acuerdo a su tradición, con las vicisitudes de la vida y muerte de Jesús. Los bizantinos, herederos de los romanos, construyeron en el seno de la ciudad vieja la iglesia del Santo Sepúlcro, en el sitio que los cristianos creen fue el lugar de la crucifixión de Cristo y de la tumba en la que habría yacido  su cuerpo, antes de su resurrección. Ese sitio concita la veneración de centenares de millones de cristianos  de las mas diversas Iglesias. Los musulmanes, por su parte, erigieron en el Monte del Templo que llaman el Noble Santuario, la mezquita de Al Aksa o mezquita del Extremo, porque en ese momento representaba el limite territorial de las conquistas musulmanas y el santuario de la Cúpula de la Roca, conocida también como  Domoa de Omar en la que se halla la roca desde la cual, de acuerdo a la creencia islámica Mahoma habría ascendido al cielo, en su viaje místico que habría tenido origen en la Meca. Para la tradición judía esa misma piedra es el lugar en que Abraham habría intentado realizar el sacrificio de su hijo Isaac, frustrado a último momento por la intervención divina. Jerusalén se ha transformado así en la tercera ciudad santa de los musulmanes después de la Meca y Medina. Vemos pues la enorme carga religiosa de Jerusalén. Algunos pensadores y políticos judíos han sostenido que el valor religioso original de Jerusalén le fue asignado por los judíos y que cristianos y musulmanes serían en todo en todo caso, continuadores de una santidad que no crearon. Ese puede ser un argumento a ser debatido por historiadores, pero las religiones monoteístas, aunque puedan reconocer a personajes históricos o míticos de las otras, no reconocen ese tipo de argumentación y se consideran cada una de ellas depositaria de toda la verdad y por lo tanto de la santidad de Jerusalén cuyo nombre en árabe es «El Quds” (La Santa). Esto en cuanto al valor simbólico de la ciudad. En cuanto al aspecto poblacional, la Guerra de los Seis Días llevó a la reunificación de la parte judía y la parte árabe, bajo dominio israelí y a la anexión a Jerusalén de varias poblaciones árabes vecinas. Se produjo también una importante expansión de la población judía sobre terrenos que hasta ese entonces, estaban bajo dominio árabe. En 1980 el parlamento israelí aprobó la llamada “Ley de Jerusalén” que la declaró unida e indivisible y capital del Estado de Israel. Esta ley no fue reconocida a nivel internacional  por ningún país, incluyendo los que matienen relaciones amistosas con Israel, los cuales sostienen que la capital de Israel sigue siendo Tel Aviv, como antes de la Guerra de los Seis Días y que la anexión de la parte oriental de Jerusalén no es legal. Por otra parte, aquellos palestinos que reconocen a Israel y aceptan la solucion de dos Estados, reclaman a la parte oriental de la ciudad, como futura capital de su Estado a crearse. Dentro de esta  compleja situacion política, el censo israelí  de 2007,  da a la Jerusalén unificada  una población de 742 mil habitantes y es por lo tanto la ciudad mas poblada de Israel. De esa población , el 64 % son judíos, el 32% musulmanes, en su enorme mayoría  árabes y una pequeña minoría gitana y el 2% cristianos:  árabes y armenios. Del punto de vista geográfico, la ciudad esta dividida en la parte occidental de población  judía, la parte oriental de población árabe y la ciudad amurallada o ciudad vieja que tiene 32.000 habitantes, un 10% de ellos judíos. La  importancia de la ciudad vieja reside en que en ella se encuentran el Muro Occidental, judío; la mezquita de Al Aksa y el Santuario de la Cúpula de la Roca, musulmanes y el  Santo Sepulcro y la Vía Dolorosa, cristianos. La población árabe de Jerusalén tiene un status político especial, pues no son considerados ciudadanos de Israel, pero reciben ayuda del seguro social, como los israelíes y podrían votar en las elecciones municipales, cosa que no hacen, pues eso significaría reconocer la anexión de la parte árabe de Jerusalén a Israel. La situación politica es, pues, inestable. Ha habido y hay actos de violencia de pobladores árabes contra pobladores judíos y a la inversa. La ciudad oriental y la occidental viven existencias en gran parte separadas. Los judíos de la parte occidental, visitan la ciudad vieja amurallada, ya sea para rezar en el muro de los lamentos o como turistas, pero muy pocos visitan la ciudad árabe de fuera de las murallas y muy pocos profesionales judíos, por ejemplo, han visitado alguna vez la Universidad Árabe de Jerusalén, situada en la población de Abu Dish, y me atrevería a decir que muchos desconocen su existencia. Hay resentimiento entre los pobladores árabes por la situación política y buena parte de ellos apoya al movimiento islamista “Hamas”. Como correponde a una situacion de poder militar y económico asimétrica, muchos árabes trabajan en la ciudad occidental judía y hablan hebreo, mientras que pocos judíos hablan fluidamente el árabe aunque éste es un idioma oficial en Israel, a la par del hebro y todas las calles y documentos de las instituciones municipales son trilingües (hebreo, inglés y árabe) o bilingüues (hebreo y árabe). La presencia de árabes en la ciudad occidental judía, es mucho mayor que la presencia judía en la zona oriental árabe, pues muchos árabes trabajan en la ciudad occidental, ya sea en funciones subalternas, tales como empleados de limpieza, repartidores de mercaderías, etc.., pero también en funciones más importantes: estudiantes universitarios, médicos y enfermeras en los hospitales, etc… La presencia de mujeres árabes con su pañuelo típico que les cubre la cabeza y el cuello pero deja descubierto el rostro, el “hiyab”´ es muy frecuente en las clínicas y hospitales, en los ómnibus, entre los frecuentadores de los supermercados y algunos lugares de esparcimiento. La presencia de hombres árabes es mas frecuente, pero menos visible, pues su vestimenta en la gran mayoria de los casos es occidental, pero viviendas y escuelas están en barrios separados. Esa coexistencia parcial da lugar a interacciones pacíficas, no eliminan el resentimiento básico por la situación política, pero demuestran que el común denominador humano puede aflorar, incluso en situaciones difíciles y seguramente, podrá desarrollarse mucho más, en circunstancias más propicias. Existen varias soluciones políticas posibles que se proponen en distintos círculos. Desde el dominio total de la ciudad por uno de los dos pueblos, solución  apoyada por círculos nacionalistas y ultrareligiosos judíos, y por algunos círculos islamistas extremos. Otra es la partición de la ciudad en dos partes, la judía y la árabe, incluyendo una partición de la ciudad amurallada, dentro de la cual el muro de los lamentos quedaría bajo soberanía judía. Una tercer propuesta es una tripartición: la parte occidental judía, la parte oriental árabe y la ciudad vieja amurallada, bajo control internacional. Otra, la coexistencia en un plano de igualdad en un estado binacional. Cualquiera de esas soluciones, excepto las del dominio absoluto de un pueblo por el otro, exigen de una disposición a la convivencia y una interacción basada en el respeto mutuo. Desgraciadamente la politica del gobierno municipal judío de Jerusalén, contradice hoy este principio básico. La coalición gobernante en la municipalidad esta formada en este momento por sectores ultanacionalistas laicos y por sectores religiosos. Hasta hace poco la integraban también representantes del partido izquierdista Meretz, pero renunciaron a su participación en protesta por la conducta política del intendente, apoyado por la derecha. Esa conducta consiste basicamente en extender la zona judía a expensas de los pobladores árabes, demoliendo casas calificadas como construcciones ilegales y utilizando las zonas “despejadas” de esa manera para construir parques arqueológicos o edificios para ser habitados por judíos. Esta conducta no puede resultar sino en el acrecentamiento de la hostilidad recíproca y dificultará cualquier tipo de convivencia futura. El actual  intendente de Jerusalén, que defiende esa política ha sostenido, sin tener en cuenta la realidad, que al no existir una política oficial de apartheid, toda la ciudad debe estar abierta para que cualquier poblador pueda construir y vivir en cualquier parte de ella, judíos y árabes por igual, invocando una situación de igualdad de posibilidades que no existen. Eso me recuerda una célebre frase de Karl Marx quien “alababa” a la justicia  inglesa de su época porque prohibía “tanto al pobre como al rico  pedir limosna en la calle”. Considero que esa política es contraproducente y llevará en el futuro a una mayor desunión de la ciudad, cualquiera sea la solución política que termine por ser aceptada. El nombre Jerusalén se traduce corrientemente como “Ciudad de la Paz” (hay otras interpretaciones  propuestas) pero pienso que debiera ser también la ciudad del respeto mutuo, sin el cual la paz es imposible