Relaciones

El Ministro de Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, aseguró que su país romperá relaciones con Israel si no recibe una disculpa por el asalto al Mavi Mármara que se dirigía a Gaza. El Gobierno de Ánkara exige que Israel pida perdón por el asalto, acepte una investigación de la ONU, pague indemnizaciones y levante el bloqueo.

Tras el incidente, Turquía retiró su embajador en Israel, canceló las operaciones militares conjuntas y prohibió el paso de aviones militares israelíes por su espacio aéreo. Uno tras otro, los acontecimientos van mostrando que el Estado turco pretende ser un protagonista de primer nivel en el escenario regional. En los últimos tiempos, Ánkara ha multiplicado su activismo en muy distintos frentes.

Ya no se trata sólo de que este país sea objeto de interminables discusiones acerca de la pertinencia o no de su incorporación a la Unión Europea. Dicho asunto, por cierto, es cada vez menos comentado, muy probablemente porque el peso de la islamización turca aumenta día a día, mientras que por otro lado las evidentes dificultades económicas y financieras en las que está sumida la UE, hacen del tema del ingreso turco al seno paneuropeo algo realmente irrelevante en estos momentos.

Turquía inició un hábil juego multilateral para conseguir mayor capacidad de maniobra sin que le importe demasiado las contradicciones en las cuales incurre: pertenece a la OTAN y al mismo tiempo se acerca hacia el régimen de los ayatolas en Teherán, no sólo mediante visitas recíprocas y declaraciones de amistad y cooperación, sino a través de un activo papel que su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, jugó junto con Lula para permitirle a Ahmadinejad intentar engañar de nuevo a la comunidad internacional en cuanto a las verdaderas intenciones de su programa nuclear. El voto negativo de Turquía en el Consejo de Seguridad referente a las sanciones contra Irán, fue el desenlace lógico de su postura al respecto.

Sus exigencias hacia Israel acerca del respeto a la legalidad internacional y a los derechos humanos, contradicen con su ocupación de la parte norte de Chipre desde 1974, desoyendo las resoluciones de la ONU al respecto, mientras que localmente, reprime y encarcela a quienes se atreven a afirmar que existió un genocidio de armenios por parte de los turcos hace casi 100 años.

Con todo, el protagonismo turco no tiene empacho en manejarse mediante la autoconstrucción de una imagen cargada de una presunta autoridad moral, que, sin embargo, vista más de cerca, está plagada de contradicciones flagrantes, inexplicables ambigüedades y conductas francamente incoherentes.

Sobre el tema de relaciones, un conocido dicho recomienda pedir a Dios que nos cuide de nuestros presuntos amigos; de los enemigos podremos cuidarnos solos.