Opinión sobre la Comisión Israelí por los Desaparecidos Judíos

La década sangrienta (1973–1983) y los judíos argentinos

No es arbitrario señalar el día del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina (1973) como el prolegómeno, la muestra de sangre, el preludio de la gran persecución y represión que abarca toda una década de la historia argentina. La masacre de Ezeiza fue el guiño, la primera advertencia de lo que se avecinaba. Luego de la muerte de Juán Perón, el 1º de julio de 1974, el cabo López Rega e Isabel Perón gobernaron al país en medio de un caos que permitió actuar impunemente al grupo parapolicial y militar denominado la Triple A. Como todos los militantes de la izquierda, los judíos argentinos padecimos igual persecución, torturas, crímenes o desapariciones. Al igual que el resto de los perseguidos, los judíos argentinos, militantes y simpatizantes de la izquierda carecen de sepulcros en el que los familiares puedan consolar sus tragedias con ese mínimo consuelo. Abi ben Shlomo, un exiliado argentino de origen judío, que saliera del país en la época dura y negra del país, y que diera testimonio ante la Comisión, aporta su visión crítica al papel de Israel en la época de plomo y el rol de la Comisión Israelí de Investigación por los Desaparecidos Judíos en la Argentina.

Por Abi Ben Shlomo (Desde Israel)

En 1974 hubieron secuestros, intimidación y amenazas, asesinatos en las calles de Buenos Aires y Córdoba, todo un prólogo sangriento, una especie de remake de lo ocurrido durante la guerra civil española, en la que hitleristas y fascistas probaban sus armas de exterminio contra los españoles republicanos.
Desde 1974 hasta el 24 de marzo de 1976, las calles de las ciudades argentinas fueron escenario de los ensayos de las fuerzas de represión. Cuando los militares se adueñaron del poder, toda la infraestructura estaba aceitada y lista para entrar en acción, los planes logísticos en marcha y la misma noche del 24 de marzo comenzaron a actuar sincronizadamente. Todo el aparato represivo, operaciones, infiltración de la inteligencia militar, destino final de las víctimas, se puso en movimiento como en una guerra relámpago cuyo fin era desarticular y exterminar a los grupos militantes.

Preguntas

No es mi intención reseñar verdades de perogrullo. Pero esta introducción lleva a ciertas preguntas que surgen a partir de las conclusiones de la Comisión israelí que investigó lo ocurrido con los “judíos” desaparecidos en la Argentina entre 1976-1983.
¿Por qué investigar el período 1976 1983 solamente?¿Por qué hablar de “judíos desaparecidos” en los años de la dictadura y no de ciudadanos argentinos de origen judío? ¿En el caso de los ciudadanos españoles, italianos, las dos monjas francesas, alemanes, uruguayos, chilenos se habla de la etnia o de nacionalidad? ¿Por qué le borraron la nacionalidad a los judíos “a secas” desaparecidos durante el proceso? ¿Eran o no eran ciudadanos argentinos? ¿Con qué propósitos se diluye la nacionalidad en la escueta y arbitraria generalización de “judíos”? Todos los desaparecidos fueron pares en la detención, la tortura, el cautiverio y la muerte. ¿Qué derecho hay a establecer esa diferencia inexistente?
Finalmente: ¿dónde estuvo el gobierno israelí (no “judío a secas”) en esos terribles tiempos de agonía y muerte? ¿Dónde y cuándo la denuncia, el reclamo?

Una historia personal

Esta nota tiene como objeto aportar algunos elementos de clarificación, desvanecer la niebla o la confusión desplegada por la Comisión Israelí que en sus investigaciones y conclusiones debió ser clara, concisa y pulcra.
Es arbitrario limitar el período de represión a 1976-83 cuando centenares de presos pasaron por las cárceles argentinas entre 1974 y 1976; fueron asesinados -entre muchos otros- el general chileno Prats y su esposa, el abogado Ortega Peña, Silvio Frondizzi (tres semanas antes de mi detención), y existe una lista de personas secuestradas y asesinadas, incluidos estudiantes y personalidades progresistas, de origen judío.
Quiero resaltar mi caso personal: yo fui detenido la tarde del 1º de noviembre de 1974 (esa mañana estalló un artefacto explosivo en el yate en que viajaba el torturador y asesino Villar, jefe de la Policía Federal) por un grupo armado de la Triple A. Mi esposa y yo fuimos torturados a pesar de no tener ninguna vinculación con el hecho ni con las organizaciones que abrieron la lucha foquista (Montoneros y ERP).
Toda mi vida fui un militante de izquierda, fui secretario general del Partido del Trabajo (ML), milité en el socialismo de Vanguardia, secretaría Tieffenberg, poseía un prontuario policial. Y nada más, pero suficiente para pasarme, junto a mi amiga y compañera, un año en las cárcel de Devoto y en el penal de Resistencia (A pesar de ampararnos en la opción del art. 23 de la antigua Constitución para salir del país, la misma nos fue denegado en forma reiterada. Pudimos salir de la cárcel el 1/10/75 y llegar a Israel directamente desde coordina con nuestros hijos, mediante los buenos oficios de un representante de la Agencia Judía. Nobleza obliga).
No se escuchó en aquellos días ninguna protesta formal del Gobierno de Israel. En cambio, las empresas israelíes vinculadas a la fabricación de armas e implementos para la guerra hicieron su agosto vendiendo productos a la dictadura. Además, oficiales de Tzahal entrenaron a militares argentinos en la lucha antisubersiva, flamantes métodos de torturas, sistemas para desarrollar redes de delación e infiltración, etc. Estas “enseñanzas” fueron muy bien asimiladas por los grupos operativos del proceso, y las consecuencias fueron, entre muchas otras, que hubiese “judíos desaparecidos”.
Diecisiete años más tarde, el gobierno de Israel mostró su preocupación por condenar los crímenes y ayudar a las familias de los “desaparecidos judíos” a encontrar los restos de sus seres queridos, con el fin de darles una digna sepultura.
También yo di mi testimonio ante la Comisión formada por iniciativa de algunos de los familiares de los desaparecidos de origen judío, cuyo representante en Israel fue Efraim Zadoff.
Las preguntas planteadas más arriba las elevé durante la sesión en que yo brinde mi testimonio.
Jamás obtuve respuesta y las razones, al menos para mí, son obvias…

“Una medida tardía”

Se me ocurre que de haber intervenido a tiempo -el Gobierno israelí- no sólo a través de la tibia y vergonzante actividad de la Embajada, sino por medio de protestas formales, denuncias en los foros internacionales, muchos de los “desaparecidos judíos” de entonces hubieran podido salvar sus vidas.
Y, sobre todo, habría sido de enorme ayuda no haberle vendido armas a la camarilla de Videla, no haber entrenado fieras criminales como Astiz, el “turco Simón” etc. para el asesinato y la guerra de exterminio.
El funcionario del Servicio Exterior del ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, Pinjas Avivi, reconoció, en una entrevista concedida a la prensa argentina, que Israel pudo y debió asumir el problema de los ciudadanos argentinos de origen judío desaparecidos con mayor dedicación, sin tapujos, abiertamente.
La constitución de la Comisión fue una medida tardía, melindrosa e insuficiente, plagada de limitaciones cuya causa habrá que investigar llegado el momento. Por el mero hecho de sus muchos ruidos y tan pocas nueces la conciencia de quienes pudieron -y no lo hicieron- salvar, auxiliar, detener la mano asesina de los militares argentinos, no recibirá la absolución, ni de los dioses ni de los hombres.
Las piedras con los nombres de los seres caídos, sumergidas en el bosque de la Memoria en el retiro silencioso de Ben Shemen, llevará algo de paz -tal vez- a los familiares y amigos, pero nunca ha de borrar la indiferencia oficial de tantos años.