Es bueno recordar, como muestra basta un botón, las posiciones explícitas de los abogados de las querellas institucionales cuando, mucho antes de que saltaran ex agentes de la SIDE a hablar del reflotamiento de la pista siria -en la conexión internacional que corre el riesgo de salpicar al menemismo y algunos intereses comunitarios de aquella época-, los dichos de quien manejara la causa en la AMIA, Luis Dobniewsky afirmara que “la única pista siria que conozco es la de Anillaco”. Formal o informalmente, Dobniewsky sigue detrás de la causa, y sería bueno que ahora él, Marta Nercellas (abogada de la DAIA) y el equipo de abogados de la AMIA -liderado por el doctor Avila- expliquen por qué decidieron no profundizarla desviando la posible vinculación del menemismo y su relación con el entonces Presidente de la DAIA y el Banco Mayo, Rubén Beraja. Hay muchas cosas por explicar aún en esa dirección investigativa.
Los intereses que están en juego parecen ir más allá de lo que se juzga en sí mismo y son extremadamente divergentes como para que el Estado argentino supedite sus acciones a la búsqueda de un consenso que, definitivamente, no va a encontrar.
Sea como fuere, el Estado tiene la obligación de ir tras esa verdad, y no debería de tener que importarle a rajatabla la unidad de criterios de los factores comunitarios. Si cae en esa lógica, una vez más, estará evadiendo su verdadera responsabilidad y, probablemente, argumente, entonces, una nueva inacción o fracaso debido a la falta de unidad comunitaria. Seamos claros: es probable que nunca la haya y no por eso el Gobierno debe detener sus acciones si las mismas, desde la buena fe y la decisión política, van tras el camino de la verdad y la justicia.
La responsabilidad de Estado está por encima de la interna comunitaria, y es momento que lo comprenda el Gobierno. El atentado fue en el seno de la comunidad judeo argentina, es cierto, pero también primero fue en Argentina a través de un “Ejecutivo” que jugó a dos bandas y que, es posible que prontamente esté sentado -por ahora- en el banquillo de los declarantes.
El Gobierno de Kirchner no debiera preocuparse tanto por el consenso comunitario. Su responsabilidad es una responsabilidad de Estado y ese Estado está, o tiene que estar, por encima de los irreconciliables intereses de una interna que, posiblemente, nunca cure sus heridas porque los 85 muertos seguirán estando presentes al igual que las componendas entre el berajismo, sus continuadores, el menemismo y quién sabe qué tantos negocios espurios que podrán, o no, ver la luz en un futuro próximo.