Quizá la mejor operación de inteligencia que acometió Hugo Anzorreguy en la década en que fue secretario de Estado con poderes y recursos casi discrecionales fue la que le puso un broche de oro: conseguir que el presidente Fernando De la Rúa nombrara en su reemplazo al banquero Fernando de Santibáñes.
Aquél enroque fue coronado de un modo soberbio: Anzorreguy no sólo consiguió que Santibáñes le garantizase la continuidad de sus lugartenientes, el mayor (R) Alejandro Brousson y el jefe de éste: Patricio Miguel Pfinnen. Consiguió incluso que Santibáñes los hiciese sus laderos.
Escribo estas líneas mientras Pfinnen declara ante el Tribunal Oral Federal 3 que sustancia el mal llamado “juicio de la AMIA”.
A pesar de que su carrera es tan dilatada que ya siendo un joven fascista fue miembro de la banda de Aníbal Gordon (a) “El Jovato”, el nombre de Pfinnen, apodado “Paddy” o “El Irlandés” ha sido hasta ahora muy poco conocido y quien escribe jamás vio siquiera su foto. Hay, además, fundadas dudas acerca de si su apellido se escribe o no con la “p” inicial.
En cambio, el nombre y el rostro de Brousson se hicieron públicos cuando saltó a la palestra que era el responsable de vastas maniobras de espionajes ideológico que involucraban hasta las Escuelas, y se hizo francamente famoso una vez que, ya renunciado Santibáñes (a raíz del escándalo del pago de sobornos en el Senado para lograr la sanción de la Ley de Reforma Laboral) una foto del jefe de la estación de la CIA en Buenos Aires, Ross Newland, fue publicada por Página/12. Porque entonces, la CIA, furiosa, acusó al mayor de haberla “filtrado”.
Hasta ahora, los nombres de Pfinnen y Brousson eran manejados casi siempre por expertos como responsables del secuestro (luego legalizado como detención y extradición) de Enrique Gorriarán Merlo en México. O, en el mejor de los casos, de la operación similar por la que Pfinnen logró traer engañada desde Francia (a un costo de 70.000 dólares) a la prostituta iraní Nasrim Mokhtari, luego desvinculada de la causa y actualmente convertida en una “sin techo” de las calles de Buenos Aires, obligada por las circunstancias a malvenderse.
“Me lo dio el jefe”
Pero desde ahora, gracias al juicio oral y público que el Tribunal Oral Federal 3 sustancia en los sótanos de los tribunales federales de la avenida Comodoro Py, ha quedado demostrado que fueron Pffinen y Brousson quienes organizaron (por cuenta de Anzorreguy) el pago de 400.000 dólares de los fondos reservados de la SIDE a Carlos Alberto Telleldín.
Y ha quedado demostrado gracias a la decisión del secretario de Inteligencia, Sergio Acevedo, de que los agentes de la SIDE declararan sin cortapisas y le dijeran al tribunal “todo lo que saben”. Así, antes de que declararan Brousson y Pfinnen, subordinados suyos como el abogado de Paraná Juan Carlos Legascué y Héctor Salvador Maiolo ofrecieron todo tipo de detalles acerca de cómo se habían completado aquellos pagos.
Por su parte, Brousson, de 48 años, le contó a los jueces que una primera cuota de dos de 200.000 pesos/dólares le fueron entregados una noche por Pfinnen «en la playa de estacionamiento de Comodoro Py», en referencia a los Tribunales Federales de Retiro, sede del juzgado de Galeano. Según su relato, Pfinnen acababa de dejar la casa particular de Anzorreguy y tenía el dinero en un maletín dentro de su auto. «No tengo dudas que el dinero fue de la SIDE porque a mí me lo trasmitió mi jefe. Yo le pregunté de dónde había salido y Pfinnen me contestó ‘me lo dio el jefe’, le dije qué jefe y me contestó ‘Don Hugo'», refirió.
Telleldín el malvendido
Pensar que todo ello se hizo para que Telleldín se aviniera a culpar en el atentado a la AMIA a un grupo de policías bonaerenses que en el pasado lo había extorsionado. “¿Qué hubieran hecho ustedes en mi lugar, eh? Si me negaba, metían a Ana y a mis amigos presos, pero si aceptaba me daban un montónn de plata y todo tipo de seguridades si mandana en cana a mis enemigos, a los tipos que me habían jodido. Cualquiera hubiera hecho lo mismo que yo”, razonó impecablemente Telleldín.
La participación del dúo en el pago a Telleldín redondea una sorprendente paradoja sorprendente, una parábola. Cómo se recordara, la indigna negociación entre el juez Juan José Galeano y Telleldín fue filmada por las camaras puestas por su gente a pedido del juez. Cuando parte del video lo emitió Jorge Lanata por TV se acusó al entonces abogado de Telleldín, Mariano Cúneo Libarona, de haber hurtado el video del juzgado, y se lo encarceló. Sin embargo siempre tuvo mucha fuera la versión de que fue “Paddy” quien le dio una copia a Cúneo Libarona.
La banda de Gordon
Tal como descubrió hace poco una investigación de “Informe Central”, Pfinnen ingresó a la SIDE de la mano del homicida y asaltante a mano armada Aníbal Gordon, a cuyas órdenes ofició de preboste en “Automotores Orletti”, el centro clandestino de detención ubicado en un garage del barrio de Floresta al que los represores llamaban irónicamente “El Jardín” y que sirvió durante 1976 como base de la Operación Cóndor de coordinación de la represión entre las dictaduras del Cono Sur. Allí se perdieron los rastros de más de un centenar de uruguayos y chilenos. Allí estuvo detenido hasta su asesinato Marcelo Gelman y fueron llevados en fugaces “secuestros express” ordenados por Gordon, entre otros Beto Brandoni y su esposa, Martha Bianchi.
Automotores Orletti dependía de la SIDE dirigida por un fundador de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) o Triple A, el general René Otto Paladino. A pesar de que uno de los sicarios de Gordon, César “Pino” Enciso se había casado con una hija de Paladino, lo hacía orgánicamente a través del Departamento de Operación Tácticas 18 (con sede en un edificio de Billinghurst casi avenida Las Heras) cuyo jefe era el coronel torturador Rubén Víctor Visuara.
Hasta el ascenso del presidente Néstor Kirchner al poder, Vusura seguía revistando como uno de los principales “agentes inorgánicos” de la SIDE.
El lado oscuro
Según coincidieron en declarar varios testigos, Gordon tenía decorado su despacho en Orletti con un retrato de Adolf Hitler y una svástica sobre fondo rojo. Durante muchos años, algunos de los nazis del “grupo de tareas” de Orletti gozaron del anonimato, pero la búsqueda emprendida por el poeta Juan Gelman para reencontrarse con su nieto (resultó nieta, apropiada por los militares uruguayos que asesinaron a su madre y entregada para su crianza a un comisario oriental) revolvió el avispero.
Y ello permitió establecer, por ejemplo, que de Visuara dependían dos capitanes, el ya fallecido Marcos Calmón y Rodolfo Eduardo Cabanillas, quien llegó a general y a jefe del Segundo Cuerpo de Ejército y a quien su jefe, Martín Balza, obligó a retirarse tras comprobar que reivindicaba activamente a sus espaldas todo lo hecho en la “guerra sucia”.
Del mismo modo, pudo establecerse que en Orletti también revistaron nazis civiles. Por ejemplo, el gordo Luis Petit (a quien en 1989 el primer jefe de la SIDE de la era menemista, Juan Bautista “El Tata” Yofre nombraría encargado de seguridad de la secretaría) quien se ganó entonces el apodo de “El Enfardador”, dicen que por haber atado con alambres cuatro cadáveres de desaparecidos uruguayos.
Lo mismo sucedió con Patricio Pfinnen, quien solía actuar en Orletti junto a Eduardo Ruffo y Miguel Angel Furci (ambos, apropiadores de menores) y particularmente -“en yunta”- con un tal “Pinocho” (que perteneció a la Policía Federal y cuyo nombre real sería Alberto González, Luis González o bien Luis Pérez) quien siguió secundándolo hasta hace poco.
Pfinnen
Sugestivamente, Pfinnen fue nombrado subdirector de Contrainteligencia y puesto al frente de la llamada “Sala Patria” en 1994, a pocas semanas de cometido el atentado a la AMIA. Y continuó en el cargo hasta abril de 1997 cuando Anzorreguy lo nombró director de Contraterrorismo, un cargo muy poderoso desde el que controlaba los disueltos grupos conocidos como “Sala Patria” y “Sala Independencia”.
Al frente de la “Sala Patria”, Pfinney fue secundado por Brousson y ex represores tan conspicuos como el coronel (R) Pascual Guerrieri (responsable de centros clandestinos de detención en Rosario y del secuestro y asesinato en 1982 de los militantes peronistas Osvaldo Cambiasso y “Carlón” Pereyra Rossi, hoy en prisión).
Sala Patria
Si hay algo que estaba claro como el agua es que no era precisamente la Sala Patria la mejor dependencia para investigar el atentado de la AMIA. Un estrecho colaborador de Brousson, Luis Alberto Campos, un militante del MODIN riquista conocido como “Campitos”, cayó preso en febrero de 1994 (muy poco antes del atentado a la AMIA) por haber participado en el asalto de un camión blindado de caudales junto al ex montonero detenido-desaparecido Máximo Nicoletti y otros ex agentes del Servicio de Información Naval (SIN). Por el mismo hecho fue detenido Ricardo Solar Grillo, quien había sido estrechísimo colaborador de Juan Bautista Yofre, al igual que Campitos, íntimo de los militares carapintadas.
Brousson llegó a la SIDE de la mano del diputado mendocino Gerardo Conte Grand (hoy kirchnerista pero entonces bordonista y promotor de otros sonados “agentes especiales de la SIDE” como el masserista de negocios y asesor de los dictadores centroamericanos Carlos Dürich) y dentro de ella respondía al subsecretario de Inteligencia Rodrigo Toranzo, principal lugarteniente de Anzorreguy.
Recomendado por Conte Grand a Gustavo Béliz cuando el actual ministro de Justicia asumió como ministro del Interior de Menem, Brousson gozaba de gran protección.
Un episodio permitió comprobarlo. Sucedió cuando el juez Mariano Bergés comenzó a investigar el uso y abuso de escuchas telefónicas en causas judiciales que absolutamente nada tenían que ver con la que había motivado la intercepción de las líneas. Ante la nula colaboración por parte de la SIDE, decidido a averiguar quien era el misterioso “Bousquet” que había organizado el negocio, Bergés dispuso el allanamiento de la sede de la SIDE en la calle 25 de Mayo para hacerse con su legajo.
Entonces, el secretario Anzorreguy movilizó al juez federal Juan José Galeano, quien utilizó abusivamente su rango superior para ordenarle a los porteros de la SIDE que no hicieran caso a las órdenes de Bergés, lo que provocó un sonado conflicto entre jueces.
¿Otro aviso?
48 días antes
El gobierno del presidente Néstor Kirchner está suponiendo un terremoto dentro de la SIDE. Hasta el punto de que muchos de sus agentes están convencidos de que el secretario (y gobernador electo de Santa Cruz) Sergio Acevedo, ha puesto en marcha una operación ultrasecreta, llamada “Viento blanco”.
Lo cierto es en medio de este proceso apareció, muy sugestivamente, un documento que, de ser verídico, demostraría que la SIDE fue alertada acerca del inminente atentado a la AMIA no con una semana de antelación, tal como se creía hasta ahora (por el aviso que el brasileño Wilson Roberto Dos Santos les dio en Italia a Marcelo Colombo Murúa y Alejandro “Sugus” Sánchez, un agente con línea directa con el presidente Menem) sino ¡48 días antes!
En efecto se trata de un cable que el embajador argentino en El Líbano, Angel Fajardo, habría enviado el 31 de mayo de 1994 al enlace de la SIDE en la Cancillería, Carlos Molina Quiroga. En dicho despacho Fajardo habría informado que el máximo ayatolá de los chiitas libaneses, muy cercano a Hezbollah, había dicho públicamente que los combatientes musulmanes ya habían demostrado «que sus manos pueden llegar a la Argentina» (en referencia al atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires del 17 de marzo de 1992) y prometido que volverían a hacerlo.