La enseñanza del buen vivir a partir de una erudición que se transmite desde la palabra hablada y escrita, pero siempre pulida, siempre acertada y con vocación docente. Conferencista y ensayista, dueño de excepcional conocimiento y con la habilidad para introducir a vasto público en la obra y la vida de poetas, novelistas, ensayistas, con Bernardo Ezequiel Koremblit —fallecido a los 93 años de edad el lunes 1º de febrero de 2010— se va un hombre que supo ganar muchos amigos y desde el humor, la ironía, la actitud siempre comprensiva transmitir el mensaje de la importancia del buen leer y de la cultura como formas del buen vivir. El aticismo —elegancia de los escritores— tuvo en él una singular conjunción entre el genérico humanismo y la sabiduría judaica.
Torre de Marfil
Sus inicios son en el periodismo, en 1943 y con apenas 17 años de edad, en la célebre “Crítica” (bajo la dirección de Natalio Félix Botana; entre otros, allí escriben Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo y Raúl González Tuñón). Tres años más tarde, en 1946, Koremblit publica su primer libro: “Ben Ami, el Actor Abismal o el Teatro Metafísico”, donde escribe acerca de este renombrado actor del teatro idish, libro que se comienza vendiendo en el mismo hall de los Teatros Soleil y Excelsior de nuestra ciudad.
En 1949 se casa con Ester Tepelboim, con la que forma un hogar con varios hijos.
En un artículo en La Nación (La Muerte del Escarabajo) realiza una primera formulación, que adquiere especial énfasis con su libro “La Torre de Marfil y la Política”, de 1952. El autor advierte aquí que el compromiso con la literatura debe prevalecer antes que una literatura políticamente comprometida, recordando el triste final en varios casos de la Historia que no tuvieron en cuenta este riesgo: desde Sócrates (debió beber la cicuta) y Cicerón (a quien le cortaron la cabeza) a Walther Rathenau (el asesinado ministro judío de la Alemania de Weimar). De 1953 es su libro “Romain Rolland. Humanismo, combate y soledad”.
Libros y premios
En 1957 escribe sobre un singular autor, compañero suyo en redacciones: “Nicolás Olivari: Poeta Unicaule”. En 1966, publicado por el Departamento de Cultura del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación, publica “El Ensayo de la Argentina”.
En 1977 obtiene Koremblit el Premio del Fondo Nacional de las Artes y en 1979 se adjudica el de la Fundación Argentina de la Poesía (en un trabajo sobre Alejandra Pizarnik). En 1984 publica “El Humor, una Estética del Desencanto”, donde por ejemplo, leemos: “Quien quiera en la vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos en la vida”. En 1986 es autor de “Jorge Luis Borges”, mientras que en 1987 publica “Coherencia de la paradoja”.
Gana en 1988 el Premio Municipal de Ensayo y en 1991 es Premio Faja de Honor de la Sade (Sociedad Argentina de Escritores). Igualmente, publica en ese mismo 1991 “Todas las que ella era”, el ensayo sobre Alejandra Pizarnik, premiado doce años antes. En 1994, al igual que diez años antes, le otorgan el Premio Konex en Literatura de Humor.
Sus queribles escritores
Su pluma es prolífica y se ocupa de diversos autores, todos representativos de una literatura de alto nivel. Así, escribe —entre otros— ensayos sobre Charles Baudelaire (a quien llama “Nuestro Señor”) y Ezra Pound, T.S. Elliot y Paul Valéry. Y de repercusión son también sus comentarios y trabajos sobre el “mundanísimo pero humildísimo” Marcel Proust (al que considera el más grande novelista del siglo veinte). Asimismo son objeto de su pluma como de sus análisis en disertaciones, Montaigne y Erasmo, Shakespeare y Dostoievski, Flaubert y Joyce, Franz Kafka y Stefan Zweig. Todos ellos ocupan un lugar de privilegio en la galería de sus escritores más queribles. Y se destaca su admiración por el “evangélico y endiablado” Chesterton, de quien nos dice que es “complejo y paradojal”, reconociendo que le debe mucho a este “escéptico”, del té de las cinco de la tarde en el club londinense.
El más grande discurso
El judaísmo es también para Koremblit una inagotable fuente de saber para la vida, conjugando su ética y estética con la literatura y el buen vivir. Así, resalta el Libro de Job (al cual califica como “el discurso más grande que jamás se ha escrito) y la Ética de Spinoza (toma de éste el panteísmo como doctrina filosófica); son también sus fuentes de inspiración El Rey Cuzarí de Iehuda Haleví, al igual que la prédica de Hilel el sabio.
El humor
En los ’80 es célebre su columna dominical “El humor, el honor, el amor” en la contratapa de La Opinión, donde comienza dirigiéndose al “fauno lector y la grácil lectora”. La ironía está siempre en su boca, no menos que en su pluma. El lenguaje ocurrente, lúdico, el recurso del humor como factor gravitante en el diálogo inteligente, es elemento de peso en la estética y en el sentimiento.
Así, en un reportaje afirma: “Un poco de contaminación en la atmósfera hace más bella una puesta de sol”. Se dice individualista pero al mismo tiempo advierte que hay que tener cuidado con el individualismo, “porque el primero que habló de esto murió en una epidemia junto a miles de personas” (…).
Son célebres sus irónicas advertencias, como cuando señala: “Al que huye del dios del mar, lo matarán los dioses de la ribera”.
El amor
Sostiene que no debe confundirse el romanticismo con lo romanticón, como lo es el hecho, por ejemplo, de pasearse por el parque con una mujer, tomados del meñique a la hora del crepúsculo. El romanticismo, para Koremblit parte también de una postura sensual. E implica un tipo de vida distinta al que habitualmente se le endilga, donde muchos creen romántica la actitud de desinterés hacia las cosas materiales. Como pocos desgrana a personajes femeninos, tales Madame Bovary y Anna Karenina (incluso con conferencias en las que inicialmente recitan actrices como Iris Marga o Luisa Vehil).
En 2003 publica “Eva o los infortunios del paraíso”. Sobre el amor y sobre el matrimonio, podemos evocar algunas frases suyas: “El amor es como la veleta: si no se mueve se enmohece”; o bien, “Los barcos están seguros en el puerto, pero los barcos no han sido construidos para eso”. Asimismo, se pregunta con su característica ironía acerca de los que cumplen bodas de oro en el matrimonio: “por qué beben, ¿para festejar o para olvidar?”.
Diarios y Academias
El diario de sus inicios fue “Crítica”, pasando luego su pluma por las páginas de “La Nación” y de “La Opinión”, de “Clarín” y de “La Prensa” —donde fue columnista en los últimos años— con colaboraciones en medios de varios países sudamericanos, españoles y franceses; y con audiciones culturales en radio y tevé. Conferencista en diversas entidades de Buenos Aires y el interior, también en Brasil, España, Israel; y jurado de múltiples concursos literarios. Asimismo presidió la Sade y la Academia Nacional de Periodismo.
El amigo Borges
En 2003 publica también “Gerchunoff o el velloncino de la literatura”, donde pondera en este autor la “suntuosidad del idioma al que le había arrancado todos los secretos”. Y, lo coloca en un lugar muy especial entre sus amigos, al igual que a César Tiempo y a Carlos M. Grümberg, a Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari y a Ulises Petit de Murat. De Jorge Luis Borges afirma que es “un descubridor”, y que el laberinto es el “símbolo de la perplejidad”. Luego de ser desplazado de la Biblioteca Nacional (1973), en su casa tiene Borges el inconveniente de no poder trabajar porque la madre —convaleciente— recibe muchas visitas. Es entonces Koremblit, Director de Cultura de Hebraica (cargo que ocupa entre 1959 y 1990) quien le ofrece hacerlo allí. Y hasta suele encomendar a quienes lo llamarían por teléfono: “Si no estoy, déjele el mensaje a Borges”.
Retorno a la espiritualidad
Recuerda que: “Los griegos, que inventaron el arte de razonar y la filosofía decían ‘nada con exceso’ ” y él le opone su propio argumento: “A veces el exceso no es exceso sino la medida que uno tiene, como ocurre con la pasión, el sensualismo y la devoción por la estética”.
Nos dice Bernardo Ezequiel Koremblit: “Soy devoto de las palabras (las que transmiten una idea sustancial, no las meras lindas palabras), las amo, las idolatro, suspiro por ellas, me enamoran y les hago la corte”.
Ante la desespiritualización de la época, nos conduce a libros y autores con una refinada e irónica elegancia, como vuelta a la espiritualidad.
Es interesante concluir esta nota con las palabras de su nieta, la poetisa Marina Alurralde: “Mi abuelo es un ladrón de sonrisas inteligentes, que tiene a la ironía de cómplice”.
La grácil lectora y el urbano lector extrañarán la sonoridad de las sabias palabras de Koremblit, aunque sus conceptos e ideas quedarán, sin duda, en todos quienes lo conocieron, leyeron y leerán.