Se cumplen en marzo, 18 años del atentado terrorista contra la Embajada de Israel en Buenos Aires. Y todavía no se ha llegado al esclarecimiento, lo cual constituye una terrible asignatura pendiente.
Como es sabido, las fechas que los historiadores manejan suelen tener comienzo y final en función de la relevancia de ciertos episodios, que se consideran determinantes. Así, entienden que en 1989 con la caída del Muro de Berlín se precipitó el final del siglo veinte. Hay quienes afirman que con el atentado contra la embajada israelí en Buenos Aires en marzo de 1992, nace el “terrorismo del siglo veintiuno” —que tendría tremendas demostraciones posteriores—.
Falsas acusaciones
El atentado produjo la muerte de 22 personas identificadas y más de 350 heridos, aunque Israel contabiliza 29 víctimas (habría sin identificar restos de otras siete personas). Y muy escasos son los logros que arroja hasta aquí la investigación.
En ese entonces incluso se produjeron afirmaciones y acusaciones que falsamente se lanzaron contra Israel, pretendiendo que el atentado haya sido consecuencia del armamento que se habría depositado allí, o bien producto de disputas internas entre sectores políticos israelíes.
Para peor, con su exasperante lentitud la Corte Suprema de Justicia y el Gobierno de entonces contribuyeron para que la causa de la embajada no prosperara con la premura y la fuerza que requería.
Hasta que un nuevo acto de terror en Buenos Aires —julio de 1994 contra la AMIA—, provoca más del doble de víctimas; acto criminal que fue posible a partir de la impunidad mantenida luego del anterior.
Y, tiempo más tarde se comprobaría que el atentado contra la embajada israelí en Buenos Aires fue el primero de esta escalada criminal del terrorismo islámico fundamentalista.
Preocupante
Si bien Israel y los judíos del mundo se hallan en la primera línea de las acciones que despliega el terrorismo, los atentados cometidos durante los últimos años echan por tierra la creencia de que esta forma de terrorismo tiene como objetivo exclusivo a israelíes y a la comunidad judía de diversas geografías.
El terrorismo es un flagelo que constituye un desafío para todo el mundo. Por ello, la lucha contra éste no debería ser patrimonio exclusivo de nadie. Aunque lamentablemente gran parte del mundo todavía no ha tomado conciencia de esto.
Es muy preocupante que en la Argentina —y en otros países del Occidente— nos hayamos habituado a escuchar voces que reivindican las posturas de organizaciones terroristas como Hamas y Hezbolá.
Singular perversión
Es curioso observar cruces esvásticas en pancartas o en las pintadas en la vía pública, no ya producto del clásico antisemitismo —la llamada “judeofobia”—; sino, ahora pretendiendo asimilar el símbolo nazi al de la Estrella de David. En esta perversión singular, pretenden condenar al sionismo —movimiento de liberación nacional del pueblo judío— los mismos que levantan presuntas banderas de liberación nacional. Dicen combatir al sionismo, pero en verdad visten un singular ropaje, ya que encontraron una nueva consigna para disimular su esencial sentimiento antisemita. Ropaje que viste también una muy original “izquierda” capaz de apoyar al Estado terrorista de Irán (fundamentalista y antisecular) bajo Ahmadinejad.
Y no menos hostil resulta convivir con el silencio cómplice de quienes torpemente pretenden que esa actitud sea parte del pensamiento “políticamente correcto” del progresismo.
Terror y destrucción
El terrorismo ya ha dado acabadas muestras de su permanente capacidad de actuación y reproducción. Puede provocar miles de víctimas en un solo acto de terror y modificar nuestro estilo de vida. El mundo parecería acomodarse a convivir con el miedo; la capacidad destructiva que hoy día tiene una organización terrorista es inmensa. El terror ya no va a parar por sí solo, por lo cual urgen la toma de conciencia y la difusión de la amenaza que representan los grupos fundamentalistas para el mundo.
Relación
Sin duda, la dimensión que tomó la investigación del atentado a la AMIA producido dos años después del de la Embajada, de alguna manera postergó el interés por ese primer atentado. Y si la causa de este atentado —registrado el 17 de marzo de 1992— no se diluyó, se debe en gran parte a la ininterrumpida tarea de los familiares de los muertos y de los sobrevivientes.
Cuando la causa del ataque a la AMIA fue avanzando en dirección a Irán, se vislumbró la relación de ambos atentados terroristas. De esa forma, la “Causa de la Embajada” empezó a tener algunas certezas. Por eso, y al igual que en la «Causa AMIA«, hay fuertes sospechas de que el país persa estuvo detrás del atentado, y que fue quien se lo encargó a Hezbolá, el grupo terrorista que lo habría perpetrado.
Identificación
La Corte Suprema determinó que el atentado fue organizado y llevado a cabo por el grupo terrorista denominado «Yihad Islámica«, caracterizado como brazo armado de Hezbolá. Presuntamente se habría tratado de una represalia porque un mes antes —el 17 de febrero de 1992—, Israel eliminó al terrorista Abas Moussawi, secretario de Hezbolá.
Pese a tantas dificultades, las investigaciones para identificar a los responsables de la planificación y ejecución del atentado permitieron disponer el procesamiento de Imad Fayiz Mughniya, con orden de captura internacional. Hace un par de años, su detención fue también solicitada por el Fiscal de la Causa AMIA. El otro imputado con orden de captura internacional es Samuel Salman El Reda, colombiano (hijo de libaneses), quien habría sido un referente de Hezbolá en la triple frontera (entre Argentina, Brasil y Paraguay), según la SIDE, jefe del grupo operativo que llevó a cabo la voladura de la Embajada —y asimismo sospechoso en el atentado contra la AMIA—.
Definición
Vale recordar que en una reunión reservada con periodistas latinoamericanos, en 2003 un importante diplomático israelí en la región, respondió a una pregunta de manera muy tajante y escueta, afirmando que el gobierno de Israel no olvida a quienes fueron asesinados en aquel ataque, y que tarde o temprano llegará la justicia. Algunos vinculan esa categórica expresión con la posterior eliminación física del citado Muhgniya, en un atentado en Damasco.
Memoria
Luchar activamente contra el terror se impone como una necesidad imperiosa si queremos mantener viva la memoria de nuestros seres queridos, si deseamos evitar más victimas, si anhelamos preservar nuestra sociedad. Preservar la memoria surge así como un imperativo categórico para evitar que el terror vuelva a cobrarse nuevas víctimas en el futuro.
En este año en que nuestro país celebra sus doscientos años de Independencia, urge hacer justicia para afianzar la credibilidad en el mundo. Y para ello es imprescindible esclarecer éste y el otro atentado, juzgando y condenando a los responsables ideológicos y materiales.