Diferente balance en la Derecha y la Izquierda

Netaniahu cumple un año

Por Por Marcelo Kisilevski (desde Modiín, Israel)

Si uno es de derecha, el primer año de gobierno de Biniamín (“Bibi”) Netaniahu se inscribe como uno de los mejores de la historia de Israel. Prácticamente no hay atentados, los "dos estados para los dos pueblos", consigna declarada por el premier, son sólo palabras, los asentamientos no están realmente congelados, y no se negocia nada con nadie. ¿Qué más se puede pedir…?
Presuntos logros
El gobierno mismo se adjudica dos logros: la estabilidad coalicionaria y la relativa calma en todos los frentes. Y un tercero: la paulatina pero firme salida de la crisis económica mundial. La crítica dirá que estos dos últimos son logros ajenos. La relativa ausencia de atentados tiene que ver con factores como la Cerca Separadora, el Operativo “Plomo Fundido”, la disputa entre Hamas y Fataj y el relativo aumento de la calidad de vida de los palestinos en la Margen Occidental.  Y la salida de Israel de la crisis ya había comenzado en el gobierno de Ehud Olmert, y se adjudica a una estabilidad más bien estructural de la economía israelí.
Como es usual, cualquier lectura es posible. Probablemente el mayor logro de Bibi en este año haya sido, en efecto, estabilizarse en el gobierno, su principal obsesión. Lo hizo por medio de la formación de un gobierno de unidad con el Laborismo, y el generoso reparto de treinta carteras ministeriales entre sus aliados. En un país como Israel, no es poca cosa. En su segundo mandato, el premier parece haber alcanzado cierto tipo de madurez político-partidaria, y ha demostrado que ha aprendido a manejarse en ese terreno.  En el horizonte, sin embargo, deberá cuidarse de tres águilas depredadoras: su canciller Avigdor Liberman (Israel Beiteinu),  su ministro de Defensa, Ehud Barak (Laborismo), y su ministro del Interior, Eli Ishai (Shas). Quizás sean leales a Netaniahu de modo condicional, pero una disputa entre ellos podría desbaratar una estabilidad tejida a fuerza de mucho maniobrar, y mucho dinero pagar.
Otra lectura
Si uno, en cambio, es de izquierda, puede recordar que, en su discurso de Bar Ilán, Netaniahu adoptó la fórmula de "dos estados para dos pueblos", la misma que le costara a Ariel Sharón la derrota en las internas del Likud y su fundación forzada de Kadima. Es cierto que Bibi lo hizo presionado por los Estados Unidos, y que fue muy hábil para hacer “tragar el sapo” a sus principales sostenes, como el purista de la derecha, ministro sin cartera Benny Beguin, o el desbocado Liberman. Éstos balbucearon un: "Está bien, lo dijo, ¿y qué?" Pero Bibi lo dijo, y eso, en la historia del proceso de paz, tampoco es para menospreciar.
El otro hito apuntado como logro es el del congelamiento de la construcción en los territorios por un lapso de diez meses. O la disposición a hacerlo. O su implementación apenas mínima. La medida afecta sólo a las viviendas particulares, de modo que la construcción en Judea y Samaria sigue a todo ritmo, tanto en lo que hace a obras e instituciones públicas en los diversos poblados, como a viviendas particulares allí donde colonos y contratistas logran burlar la magra inspección estatal. El hecho es que a la Autoridad Palestina la situación no le satisface, y su presidente Abu Mazen sigue exigiendo el congelamiento —¡aunque sea por tres meses!— para reanudar las negociaciones.
Críticas
Allí se acaban, más o menos, los logros del gobierno a ojos del israelí de izquierda. Y comienzan las críticas:
-No hay horizonte de paz con los sirios. Al contrario, el premier permite al canciller, en cuyas manos no se suelen dejar esos asuntos, amenazar en lo personal al presidente sirio. Hace pocos días dijo en una convención dirigiéndose a Bashar Assad: "Entiéndalo. En la próxima contienda bélica, no sólo perderán la guerra, sino que usted y su familia perderán el gobierno".
-Tampoco se presenta un horizonte de negociación con la Autoridad Palestina. Esto, sin embargo, no es achacable en un ciento por ciento al gobierno israelí que, históricamente, ha "necesitado" de la presión norteamericana para avanzar. Un inexperto Barack Obama ha expresado ya su mea culpa al no haber presentado ningún programa concreto, apelando apenas a la buena voluntad de las partes en su discurso de El Cairo y alrededores, y una Cumbre falta de toda base programática entre los mandatarios israelí y palestino.
Bibi, en efecto, ya ha demostrado que, cuando lo presionan, no hay nadie mejor que él para hacer concesiones, si con eso garantiza su supervivencia política. Luego de su declaración de "dos estados", y del anuncio de congelamiento de la construcción en los territorios, por más formal que fuera, tanto Obama como Abu Mazen debieran haberse zambullido de inmediato y con toda la fuerza a un proceso de negociación audaz, que no dejara vías de escape, ni al palestino ni al israelí, para llegar a compromisos definitorios. Ese momentum se perdió patética e irremediablemente.
Dilemas
-No se logró la liberación de Guilad Shalit. En este punto también se discute. Hasta el último "casi acuerdo" con el Hamas, la opinión pública apoyaba y presionaba en masa por la liberación a todo precio. Cuando ese precio, la liberación de terroristas con mucha sangre en las manos, se dio a conocer, las aguas se dividieron. ¿Cuántos civiles estamos dispuestos a sacrificar, preguntaron los opositores al trato, para que un soldado, cuyo cautiverio forma parte del abanico de escenarios en todo conflicto bélico, y que por lo tanto forma parte del cumplimiento de su deber, salga en libertad? A nivel de política exterior, el trato daría un poder inusitado al Hamas, en desmedro del relativamente moderado Fataj, eternizando el desencuentro. Del otro lado de la balanza, está en juego la confiabilidad del Estado y de su ejército, que tiene carácter de ejército popular, a la hora de entregarnos y entregar a nuestros hijos al servicio militar. No es un dilema sencillo, pero el resultado sigue siendo el mismo: Gilad Shalit cumplirá en junio cuatro años de cautiverio, y va en vías de convertirse en otro trauma de dimensión nacional como lo es el de Ron Arad.
-Nuestras relaciones exteriores se complican cada vez más por una actitud arrogante de un canciller que adopta la vía del matonerismo y la humillación hacia líderes y diplomáticos extranjeros, como el caso del embajador turco. Debido al acercamiento entre Turquía y el eje sirio-iraní luego de “Plomo Fundido”, Liberman decidió que el tratamiento debía ser invitar al embajador a una audiencia, en la que se le concediera un asiento más bajo, junto a una mesita en la que flameara, sola, la bandera israelí. Tampoco pases de (tragi)comedia faltan en Israel.
El costo
-El precio de la política israelí se hace sentir sobre todo el en plano interno. Los estándares políticos se han corrompido todavía más en este primer año. El premier Netaniahu, en pos de la mentada estabilidad, no sólo ha repartido cuantiosos ministerios. También da rienda suelta a los deseos de los principales ministros, Barak, Liberman e Ishai.  
A Ehud Barak, Netaniahu le escucha todos sus apocalípticos análisis de defensa, y le concede todo capricho posible en materia presupuestaria, eternizando el poderío de la rama militar, sus aparatos y sus concepciones, en la constelación gubernamental y estatal.
Fidelidad
A Liberman, no sólo no le ha colocado un bozal para que no hable. Primero lo dejó impulsar —por ahora sin éxito— una política de "fidelidad por la ciudadanía", donde se despojaría de la ciudadanía israelí a todo ciudadano árabe que no demuestre fidelidad al Estado de acuerdo a diversos parámetros fijados, al parecer, por él mismo. Ahora, Bibi secunda a Liberman en una nueva y brillante idea: una ley que permita a los "iordim", es decir, a los israelíes en el exterior, votar en las elecciones a la Knéset.
No es sólo que votar desde el exterior de Israel no es lo mismo que desde el exterior de la Argentina o de los Estados Unidos. En efecto, votar para la Knéset define cosas mucho más decisivas para el futuro, la supervivencia y el perfil del Estado. Pero aquí, además, ocurre que Liberman se enteró por ciertas encuestas que la mayoría de los emigrados —muchos de ellos antiguos sabras, así como olim rusos a los que no les sonrió la suerte en Israel— tiende hacia la derecha, lo cual los convierte en una mina de oro electoral.
Para mayor claridad: el mismo Liberman que pone en tela de juicio la fidelidad sionista de algunos que viven y sufren aquí, es el mismo que se la reconoce sin cuestionamientos a otros, que moran allí. No emito juicio sobre los emigrados: cada uno es dueño de hacer el suyo. Pero el que emite juicios es justamente Liberman, quien debiera llamarse a una mínima coherencia, por no decir moralidad política.
Lo que se dice y lo que se calla
En cuanto a Eli Ishai: la compulsión religiosa ortodoxa y los abusos presupuestarios no hacen más que crecer. Las mujeres que osen ponerse tefilín y talit en el Kotel, podrán ser arrestadas, por ordenanza del señor ministro del Interior. La ley que prohíbe vender jametz en Pésaj será ampliada y ejecutada sin miramientos, con mayor presupuesto para inspectores. Los presupuestos y privilegios para las instituciones educativas de Shas crecen desvergonzadamente a cuenta de asignaciones sociales y educativas varias.
Y mientras habla de sionismo, e inscribe a Shas en la Organización Sionista Mundial (quizás de allí le lleguen más presupuestos), organizando una expulsión masiva de trabajadores extranjeros y sus hijos nacidos y crecidos aquí pero que carecen de ciudadanía israelí, haciendo gala de su "preocupación demográfica sionista", Ishai firma suculentos permisos de entrada a miles de trabajadores más, para que alimenten legalmente a las compañías importadoras de personal.
De esos "logros" no se habla en el gobierno, y la lista es sólo parcial, y todavía no hablamos de la brecha socioeconómica, que crece sin que nadie encuentre el pedal del freno. Debajo del manto de calma defensiva, estabilidad política y saneamiento macroeconómico, el primer año de Netaniahu ha estado pletórico de turbulencias.