AMIA

La AMIA y el futuro común a todos

Agustín Zbar, ex candidato a presidente de la DAIA, opina sobre el futuro de la Kehila.

¿Es posible plantear para el futuro de la AMIA un modelo de gestión comunitaria en la que haya convivencia entre “laicos” y “religiosos”? ¿Qué perfil debería tener una institución judía eficaz en la provisión de servicios sociales para todos los miembros de la comunidad, sin exclusiones?
Estas preguntas no son fáciles de responder y son nuevas aquí, más ciertamente no lo son en otros países del mundo y menos en Israel.

Por Por Agustín Zbar

La historia moderna de los judíos europeos no trae buenos ejemplos sobre cómo resolver esta convivencia comunitaria en la sociedad libre. El ejemplo de lo ocurrido en Alemania durante todo el siglo diecinueve debe ser conocido y tenerse presente, cuando los llamados “reformadores”, seguidores de Moses Mendelssohn, utilizaron los contactos con el poder político oficial para prohibir todo tipo de observancia tradicional considerado “irracional” o limitante para el acercamiento y la comunión con cristianos. Así combatieron a las instituciones comunitarias que practicaban “rituales pasados de moda” (mikves, shabat, tefilim, etc…) y lograron tener licencias exclusivas para conducir a la comunidad sin la incómoda presencia de los judíos que insistían en ser observantes de la Torá. Hoy también lamentamos las noticias  que hablan  de fundamentalistas que en Israel apedrean a quienes pasan en automóvil en shabat por las calles públicas, expresiones de intolerancia desconocidas en la diáspora pero que afectan el ánimo colectivo.
Axioma
La AMIA es la institución más democrática y directamente representativa de los judíos de la República Argentina. Sin embargo, durante varias generaciones no puso claramente por delante de sus acciones este axioma básico: ser una institución seriamente judía. Esto abarca no solamente preservar tradiciones culturales (que incluso la enorme mayoría de los ciudadanos no judíos aprecian y valoran mucho); tampoco alcanza con tener clara  una cierta “ideología” que compartan los socios. Mucho menos con fortalecer supuestos “partidos políticos”. Por eso, por haber soslayado lo fundamental, venimos padeciendo desde hace mucho tiempo un tipo de crisis institucional en paralelo a la que  viven las  organizaciones de la sociedad civil en la que vivimos: crisis de representación, crisis de partidos políticos, crisis de contenidos, crisis de eficacia y eficiencia en el cumplimiento de metas, falta de transparencia. En los últimos años hemos copiado la falta de diálogo, la incapacidad de escuchar al otro, el agravio, la denuncia fácil y pública para deshonra y desprestigio de todos, la falta de solidaridad con quien es injustamente atacado.
Misión
A mi juicio, la misión estratégica de la AMIA pasa por dar un salto cualitativo en su eje central: representar democráticamente  la mayor cantidad de judíos de todo el país, manteniendo su carácter pluralista, inclusivo y compasivo de los que más sufren, apegada a su misión fundamental: ayudar a cada miembro de la comunidad que lo necesite desde el nacimiento y hasta después de la vida, combatiendo siempre, en cada acción, la asimilación.  Esto último es central, pues aceptar la pérdida de judíos y judías de la comunidad implica no luchar cada día contra la desaparición del pueblo, negando a conciencia o inconscientemente nuestro vínculo eterno con el Todopoderoso.
Logros
A mi juicio esta gestión viene consolidando dos logros fundamentales:
1- El énfasis especial colocado en el apoyo a la educación y en el fortalecimiento de una verdadera red de escuelas, sin privilegios irritantes para ninguna en particular, como ocurría en el pasado; sin preferencias partidistas o de otro tipo, sumando absolutamente a todos y respetando las orientaciones religiosas, seculares o culturales de cada institución educativa según lo que sus comisiones directivas deciden.
2- El esfuerzo por lograr el Ajdut Israel, la unidad de nuestro pueblo, que se manifiesta hacia adentro tanto en el respeto absoluto por los profesionales de las gestiones anteriores (casi ninguno “religioso”) que continúan sin haber sufrido una sola molestia o desplazamiento, como en la tolerancia (a mi gusto un tanto ingenua) aun de aquellos que conciben a la AMIA como un lugar para “hacer política”, incluso entendida como la política del beneficio personal.
Nuevo tiempo
Los viejos partidos no existen más. Sus gastadas burocracias carecen de energía vital y su capacidad de convocar está muy menguada. Es un tiempo nuevo, para aprender de los errores del pasado. El desafío es dejar emerger a la gente capacitada que con sincera entrega al trabajo social, con temor y con amor, preparada para ejercer el arte complejo de la acción política pueda avanzar desde la AMIA sumando y uniendo aún más, desde un ejercicio fuerte de la identidad judía y el vínculo con el Estado de Israel.