Cambios en la escena política judeo-norteamericana

J Street: un apoyo diferente a Israel desde la Diáspora

Por Prof. José Alberto Itzigsohn

En estos días ha tenido lugar la primera convención de un nuevo lobby judío  norteamericano, Calle J (J Street).

Estimo necesario hacer algunas aclaraciones preliminares sobre su nombre. La ciudad de Washington, al igual que otras ciudades del continente, como La Plata en Argentina y Belo Horizonte en Brasil, está edificada de acuerdo a un modelo geométrico y, en su caso particular, tiene algunas calles designadas por las letras del alfabeto. Una de ellas es la calle K, famosa por encontrarse en ella las sedes de muchos lobbies, organizaciones que recaudan dinero, el cual es utilizado para apoyar a los candidatos políticos cuyos programas corresponden a sus intereses, ya sean estos materiales o ideológicos, y pretenden, además, asegurar la adhesión de un sector del público votante. Uno de los lobbies más importantes ubicados en esa calle es el AIPAC (American Israel Public Affairs Committee), un lobby judío de orientación de centro-derecha, ligado a ambos partidos dominantes en la escena política de los Estados Unidos, pero con mayor apoyo en el Partido Republicano y, en Israel, a la política del gobierno presidido por Benjamin Netanyahu.

La nueva organización ha elegido el nombre de Calle J, para diferenciarse del AIPAC y además porque su nombre en inglés sugiere la idea de “Jewish Street”, la calle judía, lo cual recuerda a "di yddisher gas", expresión en yiddish del mismo significado que era usada tradicionalmente para enunciar el estado de ánimo y las opiniones dominantes en las comunidades.

Más allá de esta digresión, lo más importante es que la aparición de este nuevo lobby que sostiene posiciones divergentes de las del actual gobierno de Israel parecería romper la imagen de un apoyo monolítico de las comunidades judías al gobierno israelí de turno. Es como si rompiese un acuerdo no escrito por el cual se les pide apoyo a esas comunidades y, al mismo tiempo, que no se inmiscuyan en los problemas políticos que son exclusivamente de incumbencia a los israelíes. Resulta evidente que en esta demanda hay una contradicción, pues si bien es claro que las comunidades judías del exterior no tienen derecho a votar en lo que concierne al gobierno israelí, en la medida en que se les pide apoyo su opinión debe ser escuchada. Esta contradicción tiene un peso aún mayor, si se recuerda que desde el punto de vista sionista tradicional, adoptado por Israel, todos los judíos estamos ligados por un destino común.

Por otra parte, en la realidad no hay un apoyo monolítico de dichas comunidades a la política de Israel y es aquí donde reside, en mi opinión, el problema principal.

Hace poco tuve la oportunidad de leer unas declaraciones muy interesantes de una actriz inglesa muy destacada, Vanessa Redgrave, conocida también por su apoyo a los palestinos. Pese a ello, Redgrave se opuso a un intento de boicotear films israelíes afirmando que Israel no es una democracia cuyos gobiernos pueden cambiar. Se trata de diferenciar la crítica a una política del gobierno de Israel de la corriente que tiende a deslegitimar la misma existencia de este país, lo cual no es la posición de J Street, pero sí es visible en distinto círculos intelectuales judíos y no judíos. Es como si Israel, por el hecho de haber recibido la “legitimación oficial” de su existencia por una resolución reparatoria de las Naciones Unidas, estuviera sometida a un constante escrutinio y en la medida en que se apartara de las expectativas que acompañaron a su creación, perdería el derecho a existir y, si bien todos los Estados miembros de las Naciones Unidas están sujetos a la llamada “legislación internacional”, ninguno pareciera ser tan vulnerable a la crítica como Israel; dicho esto sin pretender justificar acciones que puedan ser sometidas a escrutinio y con respeto a las aspiraciones nacionales, tanto israelíes como palestinas.

Reitero la necesidad de diferenciar entre crítica y deslegitimación. Así como no toda crítica a la política israelí es forzosamente dictada por el antisemitismo, tampoco toda conducta errada de los gobiernos israelíes niega el derecho del país a existir. Es dentro de estos parámetros que debemos entender la importancia de la creación de Calle J: es una forma de canalizar a una parte importante de la opinión judía norteamericana que apoya la existencia de Israel, pero piensa que es necesario un cambio de política. Eso es válido en especial para el sector joven de la población judía, entre los cuales es frecuente escuchar la opinión de que no se sienten representados ni protegidos por Israel, sino mas bien perturbados por la repercusión negativa de su política en los círculos universitarios e intelectuales que ellos integran. Calle J les brinda un camino para apoyar la existencia de Israel, sin contradecir su concepción general de la política. Además, recordemos que la gran mayoría de la población judía de los Estados Unidos apoyó a Obama, a quien algunos sectores israelíes pretenden presentar como enemigo del Estado judío, porque su perspectiva política en cuanto a la creación de un Estado palestino que pueda convivir con Israel y al cese de las construcciones en los asentamientos es vista como hostil.

Es interesante señalar que por el contrario, hay sectores israelíes que apoyan a Calle J y su muy exitosa convención inaugural recibió mensajes del Presidente de Israel, Shimon Peres, y de la jefa de la oposición parlamentaria, Tzipi Livni, contando además con la presencia de varios parlamentarios y personalidades de la izquierda israelí. Faltó la presencia del embajador israelí en los Estados Unidos, quien boicoteó dicha convención, lo cual fue un error, puesto que un embajador no representa solamente al gobierno que lo envía, sino a toda la nación, y esa nación, la israelí, está políticamente dividida. La única forma de mantener su unidad, así como la unidad de apoyo de las comunidades judías del exterior, es la unidad a través del disenso. Aceptamos como válida la discusión e incluso la crítica de la política israelí, sin por eso aceptar la negación del derecho del pueblo israelí a existir como pueblo independiente y democrático.