Paseos Virtuales

Mazada: un lugar para el asombro y el debate

Mazada es uno de los mitos más apasionantes, misteriosos y dilemáticos de la historia de Israel. Fue una fortificación construida por el rey Herodes y fue también el último bastión de la Rebelión de los Judíos contra el Imperio Romano entre el 66 y el 73 dec. Llegan hasta hoy los ecos del suicidio colectivo: 960 personas, hombres, mujeres y sus hijos, se mataron unos a otros para no caer en manos del opresor. Hoy se discute: ¿es ése el camino judío?

Por Zeev Rafael , Tel Aviv, especial para Nueva Sión*

Durante décadas, desde su redescubrimiento de las ruinas y hasta el día de hoy, Mazada ha sido reciclado como emblema de lo que queremos decir en el presente. En los años previos a la creación del Estado, los movimientos juveniles y el Palmaj lo convirtieron en lugar de peregrinación, y lo reivindicaron como el símbolo de que hay que darlo todo por la liberación y, posteriormente, el ejército de Israel fijó allí el lugar para la jura de sus soldados. Pero luego vino la controversia. ¿Es ése, el del suicidio colectivo, el mensaje educativo que queremos dejar a las generaciones venideras? Las tnuot (movimientos juveniles sionistas) llevan allí a sus janijim (educandos) y debaten: ¿qué hubieran hecho ustedes en lugar de Yair Ben Elazar, el líder de los sicarios?

Sea cual fuere la postura de cada lector, ascender a Mazada por el cablecarril, por la rampa de los romanos, o por el Sendero de la Serpiente; recorrer los restos arqueológicos, y ver la espectacular presentación audiovisual, constituye una vivencia inolvidable, punto obligado para cada uno de nosotros.

Un palacio de placer y refugio

Mazada es un bloque rocoso de forma romboidal, de unos 500 metros de altura por sobre su entorno, 100 metros sobre el nivel del mar, 600 metros de largo y 300 metros en su parte más ancha. El historiador antiguo Yosef Ben Matitiahu, o Flavio Josefo, cuenta que fue fortificada por primera vez  por el Sumo Sacerdote Yonatan, representante del rey Alejandro Yanai.

Herodes, más tarde, huyó aquí con 800 hombres de la furia del rey Matitiahu Antígonas el Jasmoneo. Eventualmente, Herodes dejó aquí a toda su familia y huyó a Roma. El rey Jasmoneo sitió el lugar y sus habitantes por poco mueren de sed, hasta que, a último momento, una lluvia inesperada volvió a llenar los reservorios. Cuando Herodes regresó de Roma subió a la montaña y logró retirar el sitio. Fue entonces que Herodes decide convertir a Mazada en un palacio con todos los placeres: baños, terrazas con miradores, grandes depósitos y un ejército de sirvientes. Pero también lo fortificó, de modo que fuera posible huir a él. Todo esto puede ser visto hoy en día.

Luego de la muerte de Herodes, un grupo de kanaítas llamados los sicarios, al mando de  Elazar Ben Yaír, se atrincheró allí al inicio de la Rebelión de los Judíos en el año 66 y hasta el 73. En el año 72, luego que toda Judea ya había caído en manos romanas –incluida la quema del Segundo Templo en Jerusalem en el año 70- la Décima Legión al mando de Flavio Silva comenzó el sitio a Mazada.

Las huellas del mito

El sitio duró largos meses. Entre otros inconvenientes, Silva tuvo que preocuparse por traer agua y víveres a sus soldados. Finalmente los romanos iniciaron el proyecto de construir una rampa gigantesca que llegara hasta la fortaleza en la cima. Por allí podrían subir ellos y sus máquinas para vencer a la piedra. La rampa se conserva en excelente estado hasta hoy y se puede subir por ella. También se ven los campamentos romanos, los mejor conservados de todo el mundo.

Los romanos debieron trabajar duro: además de la piedra natural, Herodes había construido una muralla de doble pared, la interna de 1,4 m de ancho y la externa de 1 m. Los romanos construyeron 8 campamentos y enviaron 10.000 hombres.

Durante la construcción de la rampa, los judíos les hicieron la vida imposible. Les arrojaban flechas, les disparaban con hondas y con rocas rodantes y pesadas. El romano debía trabajar con una mano, mientras con la otra sostenía su escudo. Pero los romanos, finalmente, lograron llegar hasta la muralla y comenzar a perforarla.

Sin embargo, los judíos no se quedaron quietos, y habían construido en paralelo otra muralla, pero en lugar de piedra, era de madera rellena de polvo. Es decir, un obstáculo blando que la máquina romana, preparada para voltear la dura piedra, no podía atravesar. Finalmente, los romanos dispararon flechas de fuego, quemaron la última muralla, y entraron en Mazada.

También se ha discutido la verdad del llamado "mito de Mazada". Pero en el lugar se pueden ver sus huellas: además de la rampa y los campamentos, se ven las murallas protectoras, parte de los proyectiles que los judíos arrojaban e, incluso, depósitos de comida que fueron quemados por los judíos antes del dramático suicidio. Los judíos les dejaron así un mensaje póstumo a los romanos: no nos suicidamos por falta de víveres, podíamos haber resistido mucho más; peleamos hasta el final, pero ustedes no podrán disfrutar de su triunfo.

Dice el relato de Flavio Josefo que los romanos, por una vez, abandonaron su costumbre de burlarse del enemigo derrotado. Esta vez, ante la vista de la tragedia, reverenciaron el coraje de los judíos, decididos a no dejar que el gran imperio los sometiera. A todo precio.

*Zeev Rafael es guía turístico, director de la Agencia Mazada Tours, www.mazada.co.il