Luego de este primer período de gestión, ¿qué objetivos considera cumplidos y cuáles falta realizar?
El proyecto que planteé hace tres años representaba un desafío muy grande. Siempre dije que la responsabilidad era comenzar la tarea, quizás no siendo factible terminarla. Era un proyecto muy ambicioso, vinculado a devolverle a la DAIA el rol representativo de la comunidad, haciendo que las instituciones se sientan parte, partícipes y dueñas de la DAIA. Había un gran unipersonalismo en la dirección, cuando ésta, en verdad, es de todas las instituciones y los judíos. Esta fue la primera tarea, reconectar a la institución representante con sus representados. Quisimos acortar las distancias, ir directamente a las instituciones y poder tener charlas con los socios y feligreses. La gente pudo conocer a la presidencia de DAIA y llevar sus inquietudes y preguntas. Sólo esto permite iniciar acciones políticas en representación de la comunidad.
Por otro lado, era volver a conectar a la institución con las organizaciones internacionales. Somos hoy socios en la Anti-Defamation League (Liga Antidifamación Judía), en la cual presentamos nuestros informes. Hemos recuperado nuestras bancas en la Claims Conference (organismo que centraliza compensaciones y restituciones a las víctimas del nazismo), de la cual DAIA es un miembro fundador. Recuperamos nuestro lugar en la International Task Force (Grupo Internacional de Trabajo y Cooperación para la Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto). Somos parte del Consejo Ejecutivo del Congreso Judío Mundial. Esta tarea de recuperación del rol de DAIA hacia el exterior llevó mucho tiempo.
Con respecto al relacionamiento con los organismos públicos, el planteo en el proyecto que había planteado era que la relación con las autoridades nacionales debe ser una fluida y de mucho respeto, para dar la autoridad que una institución representativa como DAIA requiere y ser así escuchada en todos los ámbitos donde se necesite, para cumplir la misión de defender la comunidad judía y la dignidad de sus miembros.
¿Cómo evalúa la relación que estableció con el gobierno nacional?
Se debe tener una cintura política muy afinada para manejar esta relación. Requiere mucho equilibrio y sensatez, pero también coraje político. El manejo con las autoridades nacionales exige siempre tener en cuenta que se está representando a la comunidad judía, y que la misión es defender los intereses de la comunidad. Cada uno desde su lugar, tanto el gobierno nacional como los representantes comunitarios, deben tener muy en claro su rol. Si esto se desdibuja, se pierde la autoridad y el foco de la misión a cumplir.
Por otro lado, la relación que se viene gestando con las autoridades nacionales no es sólo una de permanente reclamo, sino estar a disposición de colocar ante las autoridades nacionales la experiencia y habilidades comunitarias que hemos acumulado.
Se ha criticado el rol de la DAIA durante la Operación “Plomo Fundido” en Gaza a principios de año. ¿Qué opina al respecto?
Durante el operativo en Gaza, fue muy difícil para todas las comunidades judías del mundo manejar la situación. La violencia antisemita fue muy fuerte. Se puede recordar que la presencia de la DAIA fue muy fuerte, denunciando ante el gobierno todos los sucesos, hasta el punto de que el gobierno nacional debió admitir que había una campaña antisemita en el país, cuando antes esto se negaba energéticamente.
Esto mostró una situación de autoridad y de respeto frente a los roles asumidos por la DAIA en la sociedad argentina.
¿Cómo debería pararse la DAIA frente al fenómeno del antisionismo, definido con el “nuevo antisemitismo? ¿Coincide con Zbar en que la institución debe replicar el modelo del AIPAC norteamericano?
Quienes escucharon mi propuesta hace tres años, frente a la propuesta presentada ante más de sesenta dirigentes institucionales, yo fui el primero en utilizar la palabra “AIPAC”. Ante muchos, tuve que explicar qué era ese grupo de lobby. La DAIA retomó y ocupó espacios nuevos durante mi gestión; por ejemplo, dando charlas en el Instituto de Capacitación para Diplomáticos, Cancillería o ADEPA. Hace mucho que venimos trabajando sobre el “nuevo antisemitismo”. Planteamos que el antisemitismo que teníamos hace años ya pasó a ser histórico. Es interesante que algunos lo planteen como una idea innovadora. El proyecto de hoy es el mismo que hace tres años, con la diferencia de que se avanzó en gran medida en cada uno de los objetivos planteados y que hoy la imagen reconstruida y revertida de la DAIA nos da más espacio para actuar con representatividad.
En el tema de la representatividad, ¿hay planes para cambiar el sistema electoral?
Ante todo, debemos tener en cuenta que la DAIA es una institución de tercer grado. Representa a las instituciones, estando conformada por instituciones a quienes sus miembros dan el mandato de elegir. Siempre pensé que la DAIA necesita tener contacto directo y permanente con los judíos, y es por eso que se busca un diálogo personal en visitas a las instituciones. Sólo así se puede saber las problemáticas de los judíos que forman parte de la comunidad, especialmente de aquellos que están alejados de la dirección institucional.
Leyendo el proyecto, sabrán que se plantea una reforma del estatuto. Como dije, todo en el proyecto está en marcha, sin significar esto que se hayan cumplido los objetivos. Este año, se convocó a una comisión ad hoc para analizar una reforma de estatuto que presentó un informe al Consejo Directivo, proponiendo un borrador de temas a reformar.
¿Cómo se coloca frente a las disputas comunitarias entre “berajistas” y “anti-berajistas” y religiosos y antirreligiosos?
Yo recuerdo la discusión entre berajistas y anti-berajistas en la campaña pasada. Parecía que nadie tenía intención de leer proyectos. Con el tiempo esa discusión cayó, creo que por su propio peso. Ya no había más de qué hablar, siendo lo importante cambiar la cara de la institución.
Con respecto a la segunda discusión, por supuesto no puedo inmiscuirme en asuntos de la AMIA, una institución con la que mantenemos relaciones institucionales, cumpliendo cada una el rol que nos compete.
¿Está conforme por cómo se manejó la relación con la AMIA?
Sí, estoy conforme por cómo se manejó la relación. No estoy conforme con los resultados. Lo he planteado públicamente desde un principio. Hoy el respeto debe ser entre todos lados. No existe respeto si no lo imponemos nosotros. Cada institución debe respetar el rol del otro. La DAIA nunca va a competir con otras instituciones, sino que las va a apoyar. Y lo importante es reconocer la misión de otras instituciones y respetar las incumbencias. Cuando aparece esta dificultad y se olvida la misión fundacional, aparecen conflictos que no le hacen bien a nadie y perjudican a la comunidad.
Muchos critican su perfil bajo. ¿Es esa una estrategia asumida intencionalmente?
Planteé en la anterior campaña que había que entender de política. Si bien estábamos acostumbrados a que la DAIA sea parte de la prensa nacional de forma diaria, la aparición en los medios no es la única herramienta política para actuar, es una de ellas. No debemos deslumbrarnos por los medios, lo cual lleva a fenómenos que ya nos ocurrieron, el personalismo y el protagonismo. Verme todos los días en los diarios sería quizás un éxito individual, pero representaría un fracaso comunitario. Estar permanentemente en los diarios no garantiza, además, un buen resultado en la acción política. Antes, cuando se necesitaba la energía para aparecer en los medios, ésta ya se había agotado. La política otorga una cantidad enorme de herramientas. Quizás las más atractivas para el dirigente son la televisión, la radio y los medios gráficos. Pero no quiere decir que en cualquier situación política sea esa la herramienta adecuada. Otras no garantizan protagonismo, pero pueden dar resultados. Cuando se realiza política, se deben abandonar los protagonismos.
¿Cómo se posiciona ideológicamente?
En la política nacional, soy apartidario y por lo tanto nadie podrá ver en mí ninguna afiliación, lo cual básicamente me descalificaría a cumplir mi cargo. Represento a la comunidad judía y no a una opción política particular. Ese es, para mí, un principio básico.
Dentro de la comunidad, no pertenezco a ningún partido. Esto haría pensar a parte de la comunidad que no los estoy representando a ellos. Interesantemente, tanto factores de izquierda, de centro y de derecha en la comunidad me ven como su representante. En la historia de la comunidad judía, nunca habíamos visto una situación similar donde observantes y no observantes, conservadores y reformistas, izquierda y derecha pueden ver en mí alguien que representa sus intereses y su dignidad.