En este momento histórico existe la posibilidad de una negociación entre Israel y la Autoridad Palestina, basada en la creación de un Estado palestino que conviva con Israel en el marco de un reconocimiento mutuo. Esta negociación encierra obstáculos muy importantes, como el de las futuras fronteras entre las dos entidades soberanas, el estatus de la parte árabe de Jerusalén y la posibilidad del retorno de refugiados palestinos al territorio israelí. Los sectores ultranacionalistas, laicos y religiosos por igual, rechazan la idea de la negociación. Dado que existe una presión muy grande de los Estados Unidos, de la Unión Europea, de Rusia y de otros factores, para hacer posible esa negociación, sus oponentes no pueden presentar una oposición formal a la misma, sino que tienen que recurrir a todo tipo de maniobras dilatorias, destinadas a postergarlas sine die o a hacerlas fracasar de antemano.
Una de esas tácticas consiste en excluir de la negociación a algunos de los elementos más conflictivos, con lo cual se intenta imponer una solución antes de haber comenzado el debate o impedir que el mismo comience.
Es dentro de este marco que debemos entender la exigencia del primer ministro israelí Netanyahu, de que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío. A esto ha respondido el primer ministro de la Autoridad Palestina (el estado palestino incipiente) Fayas, diciendo que el carácter del Estado de Israel tiene que ser definido por sus propios ciudadanos y no es de incumbencia de los palestinos.
¿Cuál es el contenido más profundo de esta confrontación verbal? Los israelíes quieren rechazar de antemano toda posibilidad de retorno de refugiados palestinos al territorio soberano de Israel. Su postura es que dichos refugiados, cuyo número alcanza a varios millones (algunos hablan de diez millones) deben retornar al territorio del futuro Estado palestino o ser reasentados en otras partes del mundo árabe, dond viven y recibir una compensación económica
Los israelíes temen también que esos refugiados, en su gran mayoría, hijos , nietos y bisnietos de los desplazados en 1948, que han pasado su vida en campos de refugiados, sean enconadamente antiisraelíes y, por lo tanto, un factor que contribuiría a romper el equilibrio difícil que los judíos israelíes han construido con la sociedad árabe israelí
Esto explica las reticencias israelíes, pero la exigencia previa de Netanyahu de que se reconozca el carácter judío de Israel, es interpretado por los palestinos como el pedido de que renuncien a la discusión del retorno de los refugiados. Por otra parte, la insistencia palestina de que los refugiados regresen exactamente a sus lugares de origen, a aldeas que ya no existen y sobre las cuales se han edificado viviendas judías, es interpretada por la mayoría de los israelíes como el anticipo de su propio destierro y, en el mejor de los casos, como una exigencia no realista.
Esos son los términos del planteo del problema. No pretendo esbozar una solución a un problema tan complejo, pero lo que sí me parece claro es que deben ser debatidos. Pedir que se reconozca la justicia de la posición de cualquiera de las partes antes de la negociación, es colocar al carro delante del caballo y entorpecer el proceso.
Otro tanto vale para el problema del destino de la parte árabe de Jerusalén, que los palestinos reclaman como futura capital de su propio Estado y la mayoría de los israelíes desean mantener unificada bajo su gobierno.
Este será otro escollo importante en la negociación, entre otras razones, por la gran carga emocional del tema; sin embargo, es imposible esperar un acuerdo sin una solución a esta cuestión. Este fue precisamente el motivo por el cual Tzipi Livni, del partido centrista Kadima y actual jefa de la oposición, no pudo formar gobierno, ya que el partido ultrarreligioso de judíos orientales, Shas, le exigió sacar el tema de Jerusalén de la negociación, a lo cual se negó. Aunque es una firme partidaria de la unidad de Jerusalén, no quiso renunciar de antemano a toda perspectiva de paz.