León Gieco en Israel – ¡Libre como el viento!

Por Alberto Mazor

Es tal vez uno de los músicos más queridos en su ambiente y reconocido por su tarea solidaria. Él dice que ayudar le alivia la vida, le quita el lastre de concentrar las miradas sobre un escenario. Ayer nos volvió a deslumbrar con sus canciones en el Festival Argentina.co.il 2009.

 

 

Juró que infinidad de veces se sentó a pensar por qué siempre se la juega y nunca encontró una respuesta. Repasó su historia personal y no encontró allí ni un mandato familiar ni una herencia ligada al compromiso social.

 

 

Afirmó que no hace ningún esfuerzo cada vez que ayuda a alguien, que no busca reconocimiento y que ya no necesita que lo quieran tanto. Durante el Festival, León Gieco intentó meterse en los laberintos de su pasado para hacernos entender al hombre en el que se convirtió.

 

 

Gieco subió al escenario y comenzó su cuento. Un cuento sobre una cruda realidad y con un final abierto para todos. Como siempre, de negro. Tal vez queriendo simbolizar un luto que todavía viste su país. Pero pese a las tremendas críticas contra su pueblo, nadie puede negar el orgullo de este León cuando nos va mostrando la variedad musical que encierra la Argentina.

 

 

El León empezó su recital armado de su armónica y guitarra en mano advirtiendo la impunidad y el autoritarismo en su primera interpretación, "Hombres de Hierro", referida al episodio "El Mendozazo", donde humildes ciudadanos fueron asesinados salvajemente por manifestar en las calles sus penurias desoídas.

 

 

A medida que su relato nos va involucrando, reconocemos el porqué de ciertas canciones, muchas de las cuales significaron himnos en una época donde quisieron exterminar al León.

 

 

Así volvimos a esos temas que cuando los escuchamos podríamos creer que son simbologías y significancias ocultas de un hombre en contra de un sistema impuesto, pero que en realidad fueron las vivencias diarias de un joven santafecino tratando de medirse con la dirigencia asesina de su país.

 

 

Su música no abandona la posición contestaria ante tanta violencia e injusticia de la dictadura militar, sino que agrega esperanza y horizonte como un vaso de agua fresca en pleno desierto.

 

 

Gieco no se olvida de nadie ni de nada: Antonio Tormo, Atahualpa Yupanqui, Zitarrosa, El Fantasma de Canterville, los Orozco, Charly García, Pocho Lepratti (el ángel en bicicleta), las mujeres perseguidas y maltratadas, Carito, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, sus sacrificios y sus milagros.

 

 

Todos los muertos de la AMIA
y los de la Embajada de Israel,

 

el poder secreto de las armas,

 

la justicia que mira y no ve.

 

Todo está escondido en la memoria,

 

refugio de la vida y de la historia.

 

La memoria despierta para herir

 

a los pueblos dormidos

 

que no la dejan vivir

 

libre como el viento.

 

 

"¡Sólo le pido a Dios!". Gieco nos dejó claro que las canciones tienen letra, música y alma y que no existe fuerza en el mundo, que pueda parar su voz libre como el viento.