La historia de Netanyahu y ‘Dos Estados para dos pueblos’

Por Shlomo Slutzky

"Logramos un consenso nacional alrededor del concepto de "Dos Estados para dos pueblos".

 

Esta consigna monumental, que adornaba tímidamente algunos carteles en las manifestaciones de los grupos de izquierda radical israelí de los años setenta y ochenta, en  aquellos tiempos que por intentar conversar con los palestinos acerca del cómo lograrla israelíes pagaron con el presidio, aquella propuesta política que fue la más emblemáticamente atacada por la derecha israelí encabezada por Benjamin Netanyahu hasta las últimas elecciones, fue pronunciada a comienzos de julio del 2009 por el jefe de Gobierno Benjamin Netanyahu, señalando los logros de sus primeros 100 días de mandato.

 

La metamorfosis de Netanyahu comenzó en el primer encuentro en funciones con el Presidente norteamericano Barack Obama en mayo pasado. Durante largas semanas desde su victoria en las elecciones, a principio de febrero, guardó Netanyahu en secreto hasta de sus propios ministros y allegados el texto de su propuesta al anfitrión, en el esperado y tradicional primer encuentro del gobernante electo de Israel con la administración norteamericana.

 

Sólo tras la reunión se supo que Netanyahu había vuelto a su propuesta de "Paz económica". Este término, acabó Obama por comprender del excelente inglés en boca de Netanyahu, significa levantar limitaciones al libre paso de mercaderías y personas en Cisjordania y otras medidas que permitirían una mejora en la situación económica de la población palestina. Todo esto sin modificar el status político de los territorios palestinos ocupados, ni de los asentamientos israelíes en dichos territorios  -que contradicen en su totalidad la ley internacional- y desconociendo los avances y entendimientos que ya se habían producido entre la Autoridad Palestina y el gobierno de Ehud Olmert.

 

Al finalizar la entrevista en la Casa Blanca y al enfrentar a los periodistas con sendas declaraciones resumiendo lo conversado, Netanyahu –junto con millones de espectadores de la conferencia de prensa televisada- dio cuenta de que su capacidad de convencimiento, que comenzó a practicar como vendedor en una cadena de muebles israelí y desarrolló como representante de Israel ante las Naciones Unidas, no hizo su efecto "químico" sobre el nuevo Número 1 del Mundo. El lenguaje corporal –de ambos cuerpos– lo expresaba más que los términos diplomáticos utilizados para definir el fracaso de la reunión, o el de su objetivo de establecer lazos de confianza entre los gobernantes. 

 

La tendencia a ver la importancia de un cambio de terminología (si no de concepción en esa etapa), se reforzó el 4 de junio, cuando Obama ofreció el histórico discurso de El Cairo, dirigiéndose al mundo árabe y musulmán, llamándole a entablar relaciones diplomáticas con Israel, a cambio del fin de la ocupación israelí en la Cisjordania y la creación de un Estado palestino, un proyecto cuyo primer y urgente paso es el congelamiento de la construcción en los asentamientos israelíes en territorios palestinos.

 

Estaba claro que Obama ofrecía a Israel –por TV y por encima de la cabeza de sus gobernantes- una opción de paz y seguridad con el mundo árabe, el tratamiento y solución internacional de la amenaza  nuclear iraní y garantías internacionales, con EEUU a la cabeza. Todo esto a cambio de la disposición israelí a la creación de un Estado palestino independiente, que contiene – pero no se circunscribe – a la "Paz económica" que Netanyahu ofreciera.

 

Estaba claro que Netanyahu debía responder y le llevó dos semanas hacerlo. Fueron dos semanas en las que se supo que el Jefe de Gobierno israelí protestó por la supuesta intención de Obama de derrocarlo, obligándolo a concesiones que los elementos de la ultraderecha en su coalición no podrían aceptar, mostrándole la puerta de salida, como ocurriera en 1998, cuando firmara el acuerdo de Way Plantation y se quedara sin los votos del ala más dura de su gobierno.

 

Finalmente vino el discurso en la Universidad de Bar Ilán, una universidad religiosa y con tendencia derechista, el escenario elegido para proclamar su disposición a la creación de un Estado palestino, si bien con condicionamientos, a los palestinos. Parte de las condiciones son lógicas y ya aceptadas por los palestinos en las tratativas que mantuvieron Tzipi Livni y Ehud Olmert con Mahmoud Abbas y Abu Alá desde la cumbre internacional en Annápolis en noviembre del 2007 y hasta la entrega del poder a Netanyahu, a fin de marzo del 2009.

 

Días después, en un programa de TV en el que aparecieron Netanyahu y su padre (un reconocido historiador duramente revisionista) Netanyahu se justificó ante su padre, explicando que las condiciones y exigencias que él había impuesto a los palestinos en Bar Ilán, hacían imposible a los palestinos recibirlas y por lo tanto no obligaban a Israel a concesiones.

 

Pero las presiones por parte de la administración Obama y la Canciller Hillary Clinton se hicieron cada vez más duras, especialmente en lo que se refiere al compromiso nunca cumplido por el gobierno de Israel de evacuar las colonias que fueran construidas después de marzo del 2001 en un primer término.

 

A las presiones se sumaron expresiones de la comunidad internacional, un llamado abierto del Presidente francés a reemplazar al ultraderechista Liberman por la moderada Tzipi Livni, llamados de foros internacionales como el G8 o el Cuarteto Internacional  para frenar la construcción en la Cisjordania y a aceptar la fórmula de "territorios a cambio de paz", camino a "Dos Estados para dos pueblos". Entonces el guiso ya estaba listo para ser puesto en la mesa.

 

En la sesión del domingo 6 de julio esto ocurrió: recorriendo los logros de sus primeros 100 días en el gobierno, Netanyahu habló abiertamente – ya no en una conferencia académica en una universidad, sino frente a sus ministros, incluyendo los más ferozmente contrarios a concesiones territoriales como el Canciller Avigdor Liberman – del "consenso  nacional” sobre el término "Dos Estados para dos pueblos".

 

Lo interesante fue que las palabras del político Netanyahu –que fueron atacadas por la ultraderecha dentro y fuera del gobierno, pero no fueron discutidas por sus ministros de gobierno ni causaron ninguna renuncia hasta el momento– fueron  respaldadas por hechos en los últimos días. Quizás preparando la próxima visita a la región del Senador George Mitchell (el enviado personal de Obama) se tomó la decisión de reducir notoriamente el número de puestos de control internos dentro de Cisjordania, se amplió la colaboración con las fuerzas de seguridad palestinas y se decidió promover cuatro iniciativas económicas en Cisjordania, que van desde centros industriales hasta inversiones en el turismo.

 

Hay quienes consideran que Netanyahu estuvo dispuesto a poner en su boca el término "Dos Estados para dos pueblos" para eliminar la razón de ser de Kadima como oposición encabezada por Tzipi Livni, ya que el abanderamiento  de Livni con esta consigna logró golpear a la izquierda israelí, dejándola con una mínima representación parlamentaria.  Tzipi Livni misma considera que "Netanyahu no cree en sus propias palabras". Pero el hecho es que la consigna que fuera levantada por la hoy electoralmente golpeada izquierda israelí, la consigna por la que palestinos moderados pagaran con sus vidas en manos de sus compatriotas extremistas e israelíes fueran a prisión por osar explicar que es la fórmula que mejor defiende los intereses de Israel como Estado democrático, es hoy enarbolada por el líder de la derecha, quien encabezara las manifestaciones contra Itzjak Rabín tratando de deslegitimizarlo , Benjamin (Bibi) Netanyahu.

 

Y con respecto del precio, recordemos a Hemingway, que afirmara –refiriéndose en su caso a la disposición de una dama a ofrecer sus servicios a cambio de una suma supuestamente inalcanzable –: "El principio ya está aceptado. Ahora hablemos del precio".