Sin abrigo

La obra que ilustra la tapa de este número es parte de la muestra artística de la hija de una víctima del atentado a la AMIA. Hoy, mediante el arte, Marcela Kreiman nos cuenta una historia de dolor, impunidad y memoria.

Por Kevin Ary Levin

La mañana del 18 de julio de 1994, Marcela Kreiman, de 17 años por aquel entonces y estudiante en la escuela Tarbut vio su vida cambiar repentinamente: su madre, Susy, fue una de las 85 personas asesinadas en el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina en Pasteur 633.

En los meses siguientes, su vida llegó  a ser irreconocible: desde acostumbrarse a vivir sin su madre, hasta mudarse a Chile, donde actualmente reside, como artista plástica, casada y madre de dos hijos.

Hoy, Marcela decidió romper el silencio al que la llevó la cotidianeidad de los últimos 15 años y expresa lo vivido por ella, como víctima, a partir de esa mañana de julio. Porque, como nos explica ella, no fueron sólo 85 las víctimas del atentado, sino todos los familiares, amigos, allegados de los muertos cuyas vidas a partir de ese momento no podrían volver a llenar los espacios vacíos.

“Sin abrigo” es el nombre de la muestra. La historia, nos cuenta, tiene que ver con un abrigo que compartía con su madre, que usaba los días de frío. El atentado que se llevó a su madre la dejó sin el abrigo físico, pero también sin el abrigo emocional que representa para todos una madre. Usa hoy esta muestra como forma de luchar contra el olvido, la normalización de la atrocidad y la violencia; como forma de educar hacia los Derechos Humanos y el respeto a la vida.

A veces, pensando en el atentado, nos dejamos llevar por las complejidades de los fallos, los errores y la negligencia; las manipulaciones e intereses políticos que, si bien no ajenos a la causa, muchas veces nos impiden ver los efectos humanos del atentado: el asesinato de 85 personas y la transformación radical que provocó en otras vidas.

Los nombres de las diferentes obras nos dicen todo. En Sociedad, una colección de tapitas de gaseosa (resultado de donaciones provenientes de diferentes lugares del mundo) vemos 5.420 tapitas, es decir, la cantidad de días que habría vivido una persona estos últimos 15 años de no haber sido asesinada esa mañana de julio.

Dolor, otra instalación, nos muestra un maniquí que tiene puesto un tutú y la camisa rasgada que ella usó en el funeral de su madre, dándonos un contraste chocante entre inocencia y dolor, de juventud enfrentada prematuramente con la muerte.

En Impunidad, los documentos que Susy Kreiman recibió a lo largo de su vida nos muestran el significado que el Estado le da a una vida humana.

Memoria nos enfrenta a 85 velas apagadas, con una foto de esas mismas 85 velas en el momento en que una vez estuvieron prendidas.

“La gente me pregunta por qué decido hacer esto 15 años después”, dice Marcela, “pero es que decido hablar cuando los que hablaron estos 15 años empiezan a sentirse cansados”.

La muestra, resultado de un proceso de introspección sin lugar a dudas doloroso, se exhibirá en el Centro Cultural Ana Frank a partir del 12 de agosto. El objetivo es generar una muestra itinerante, llevar conciencia donde no existe y no dar cabida posible al olvido. El olvido de una herida todavía abierta, a 15 años.