Todos estamos atravesados por los vínculos. Siempre seremos “el hijo de”, “el hermano de”, “el padre de” y así sucesivamente. Pero seguramente no estamos preparados para que alguno de esos vínculos se fije para siempre como marca identitaria. Así sucede de algún modo con las familias y los amigos de quienes fueron víctimas de un atentado terrorista. Un día, en un minuto, el vínculo con esa persona los define. Así los rotulamos y así perdemos de vista sus propias historias, sus otros vínculos, su dolor cotidiano. Hace algunos años, el psiquiatra Janan Nudel decía que cuando ocurre alguna tragedia debemos evitar la tentación de colocarnos en el lugar de las víctimas o de sus más cercanos. Una tentación en la que muchas veces caemos personal o colectivamente y que impide a las verdaderas víctimas y a sus círculos encontrar su propio espacio de duelo.
En el caso de las víctimas del atentado a la AMIA, una colectivización del duelo y la falta de justicia en la causa judicial muchas veces no nos permiten ver las historias de aquellos que desde hace 15 años viven en carne propia el dolor de la ausencia de los seres queridos que inexplicablemente ya no comparten su cotidianeidad.
Para poner en primer plano algunas de esas historias, la periodista Florencia Arbiser se abocó a rescatar las historias de 15 familias y cómo continuaron sus vidas luego de aquel lunes 18 de julio de 1994. Esas historias están plasmadas en el libro “Historias con vida. AMIA, 15 años” de Ediciones Lilmod, recientemente publicado con el auspicio del Centro Simón Wiesenthal.
“Si bien en estos años me sentí muy cerca de los familiares, creo que nunca llegué a comprender totalmente su dolor”, dice Florencia al comienzo del encuentro.
Las historias que Florencia rescata abren una mirada sobre la diversidad, no sólo entre las víctimas que fallecieron en aquel atentado sino también entre sus familias, sus grupos de amigos.
Así nos encontramos con historias muy disímiles como la de la familia de Danilo Villaverde, en su humildad y sus profundas creencias cristianas en el norte de la provincia de Santa Fe o la de Alicia Jaitman, suegra de Mirta Strier que adoptó a sus nietos en su casa de Banfield aun cuando el padre de los chicos (su hijo) los había abandonado. Y se encuentran Berta Loayza, tía de Adehemar junto a Adriana Reisfeld, hermana de Noemí y actual presidenta de Memoria Activa.
Y sin embargo el libro logra reunir ese dolor que todas estas personas tienen humanamente en común sin incursionar en diferencias políticas o en la causa judicial que sólo será rescatada en el epílogo.
“En el aniversario del año pasado empecé a notar cómo los que ya eran adultos cuando ocurrió el atentado se iban avejentando y los que eran chicos ya eran adolescentes o adultos. Ahí empecé a pensar en la necesidad de contar sus historias, tratar de entender cómo habían logrado seguir todos estos años. De dónde sacaban fuerzas”.
En el prólogo, Florencia narra su vinculación personal a través de los años que ocurrieron desde el atentado, pero luego en las historias la voz queda a cargo de los entrevistados. En ese movimiento perdemos el detalle de cómo se llevaron a cabo esas entrevistas, los silencios que hicieron falta, los entusiasmos, las dudas de esas personas por exponer públicamente sus más íntimos pensamientos. “Hubieron algunos que habían empezado a contarme sus historias y en la mitad del proceso se bajaron. Fue muy fuerte para ellos”.
El modo de contar las historias también tuvo que adaptarse a cada relato en particular. En el libro se entremezclan, relatos en primera persona, historias reconstruidas por la autora, conversaciones por chat, e-mails entre una familiar y un amigo, poemas, cartas. Todos elementos que hacen a cada historia distinta y disfrutable. Ese quizás sea uno de los mayores logros de esta publicación: hallar algo agradable, esperanzas, sueños, logros, en aquello que fue tocado por el horror.
En un año signado por la suspensión de los actos, gripe de por medio, “Historias con vida” aporta una mirada que nos recuerda que detrás de cada una de las 85 víctimas del atentado a la AMIA existen más de 300 historias de vida.