Lo que está bastante claro es que el recambio viene por derecha y ahí reside la gran dificultad. En estas elecciones se siguió agravando la desestructuración de los partidos políticos. En la provincia de Buenos Aires ganó un producto mediático. En Santa Fe por muy poca diferencia se impuso Reutemann, quedando golpeadas sus aspiraciones presidenciales y de liderazgo del Partido Justicialista, por no haber podido imponerse en forma contundente.
No se podría decir que hubo ganadores claros, de aspirantes presidenciales, en ninguno de los dos campos. Ni en el oficialismo, ni en las diferentes vertientes de la oposición. En la centroderecha Carrió quedó debilitada, Cobos obtuvo un importante triunfo en Mendoza, pero necesita la estructura del radicalismo para tener perspectivas ciertas. Habría que ver quién se anima a ser su candidato a vicepresidente. Macri logró que su candidata triunfe en Capital, pero por un porcentaje menor al esperado y con sólo 7% de diferencia sobre Pino Solanas.
Binner puso el cuerpo en la disputa electoral de Santa Fe y, casi logrando empatar la elección, no salió indemne de la tenida. El socialismo necesita tiempo para asentar su gobierno y sus proyectos en la provincia de Santa Fe, así como lo hizo en Rosario. Es un partido que necesita crecer en otros distritos para tener un peso específico en la política nacional.
El panorama de la centroizquierda es interesante. Pino Solanas logró aglutinar gran parte del voto progresista de la Ciudad de Buenos Aires y además un componente importante de voto peronista, que no estaba satisfecho con la candidatura de un extrapartidario como Heller y también de aquellos, de esa extracción, que no adhieren a las políticas del gobierno. Pero si desde este espacio, piensan que el 24% que obtuvieron es la plataforma de un proyecto presidencial para el 2011, e incluso para la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pueden llegar a equivocar el camino. En especial en el ámbito nacional, no nos olvidemos, que sólo lograron armar la alianza en la Ciudad de Buenos Aires.
El caso de Sabatella en la provincia de Buenos Aires es interesante. Veremos cómo evoluciona a partir de su desempeño en la Cámara de Diputados y si logra que su partido crezca, y se convierta en una alternativa provincial.
El partido justicialista vuelve a tener su centro de gravedad en los gobernadores e intendentes, con su fuerza territorial, cumpliendo las máximas del movimiento, de encolumnarse con los líderes exitosos. De ahí la renuncia de Kirchner a presidir el partido y las dificultades de Scioli de asentarse como presidente del partido luego de haber compartido la derrota. Es interesante observar cómo Kirchner emprendió con cierto éxito una cruzada contra la viejas estructuras de su propio partido, intentó la transversalidad, luego la concertación, luego volvió sobre el PJ y ahora quiere regresar a jugar por afuera diciendo que lo derrotó la vieja política. Su zigzagueo y falta de autocrítica le van a dificultar enormemente una recuperación real de su liderazgo, no ya para volver a ser candidato, sino para influir en la sucesión.
Diálogo y reforma política
En estos días asistimos a una convocatoria al diálogo político por parte del Gobierno, algo natural en toda democracia, y vemos las dificultades que se van presentando en las coaliciones que se han conformado para enfrentar las elecciones. Tal es el caso del Acuerdo Cívico y Social. La actitud intransigente de Carrió, la dejó descolocada y aislada en relación a sus socios políticos. El radicalismo está mostrando que puede renacer de las cenizas y como partido orgánico y centenario puede reconstituirse y ser la columna vertebral de un frente que puede llegar a encumbrar a Cobos en el 2011.
La dificultad está dada en el hecho de que el diálogo político se realice sólo para hacer una reforma política que puede desembocar en la realización de internas abiertas obligatorias para todos los partidos. Esto puede terminar debilitándolos aún mas, ya que para elegir a sus candidatos pueden votar no sólo los afiliados sino también los independientes. De esta manera, candidatos con más arraigo fuera del partido podrán imponerse a aquellos que cuenten con el apoyo de los militantes. Acá se ve también el cambio permanente: en el 2002 se hizo una reforma a la ley electoral habilitando las internas abiertas para cargos nacionales, en el 2003 se suspendió por única vez. En el 2005 la utilizaron pocos partidos y en el 2006 fue derogada. Ahora el gobierno vuelve sobre sus pasos e intenta acordar una reforma en ese sentido. ¿Por cuánto tiempo será? Esto sigue demostrando improvisación y poca previsibilidad.
Se abre un panorama interesante. El juego político se va a dar en el Parlamento, a partir del 10 de diciembre, con la asunción de los nuevos legisladores, donde el oficialismo conserva la primera minoría en diputados, pero sin quórum propio y donde va a tener mayores dificultades en aprobar sus proyectos. Si después de la derrota por las retenciones, el gobierno logró aprobar importantes proyectos consensuando, con otros partidos y espacios políticos con representación parlamentaria, ahora deberá hacerlo con más razón. Si priman la vocación democrática, más allá de egolatrías personales y de cálculos políticos mezquinos, podremos asistir a un fortalecimiento institucional, con un Parlamento como contrapeso del Poder Ejecutivo y a la vez constituyéndose en el lugar natural del debate político, búsqueda de acuerdos y campo propicio donde se forman los líderes políticos.
Si esto fuera así estaremos asistiendo a una verdadera consolidación democrática, y este nuevo rol del Parlamento posibilitará seguir llevando adelante la renovación de liderazgos, tan necesaria para la existencia de cualquier organización, en especial la de los partidos. Pero esto podrá concretarse con un fortalecimiento de los partidos. Así como el radicalismo logró sobrevivir a la debacle del 2001 y hoy muestra verdaderos signos de recuperación, es fundamental que lo mismo suceda con otros partidos y que se logre acordar verdaderas coaliciones con acuerdos programáticos entre partidos, en lugar de la creación de espacios con acuerdos transitorios entre personas.