Ricardo Forster no sólo ha marcado diferencias con muchos intelectuales en el campo político nacional, sino también en lo que respecto a la situación en medio oriente. Con fuertes críticas a las políticas militares del Estado de Israel, fue también muy cuidadoso al poner de manifiesto el terrorismo de Hammas. Durante la última contienda bélica, afirmó en relación a las acciones militares desplegadas por Israel que “existe un riesgo a la supervivencia moral del pueblo y de la sociedad israelí, por cebarse en su ira cerrando los ojos hacia el otro”.
¿Cómo explica esta conducta, proviniendo la sociedad israelí de una historia que nació y se desarrolló durante gran parte del tiempo bajo los valores de la igualdad, tolerancia, y justicia?
Habría que comenzar diciendo que no es de ninguna manera fácil cambiar el lugar en el que te sitúa la historia. Y si uno piensa el lugar de lo judío en el interior de la historia de Occidente hasta la creación del Estado de Israel, observa ese lugar como el lugar complejo y brutal de la víctima, lo que implica también una travesía, un modo de ver el mundo, de construir sentido, pensar al otro, a lo humano, a la sociedad, y a la historia. A partir de la creación del Estado, que es una reivindicación histórica que tiene que ver también con un momento político civilizatorio gravísimo, tocado por la Shoa y con la descolonización y la crisis del modelo imperial anglofrancés de fondo, ocurre la llegada tardía de una reivindicación del Estado nacional. Pero esto se da en el contexto de una época del mundo que va hacia a otro lado, con lo que Israel tiene algo de anacrónico y en un lugar geográfico que va a multiplicar su complejidad. Luego llega la real politik que le termina dando forma al modelo hegemónico político estatal en el interior mismo de los debates del sionismo, y donde se impone una línea a la que hay que agregarle desde el comienzo el conflicto con la población árabe en el interior de Palestina y con el nacionalismo árabe en general. Todo esto provoca que Israel, lo haya querido o no, deba asumir el rol de una militarización forzosa como condición de existencia, algo que implicó un costo enorme para su sociedad. Hasta la Guerra de los Seis días, ese precio estaba compensado por la persistencia en el interior de la sociedad israelí de una línea progresista con una fuerte impronta del ideal de los pioneros, de los kibbutzim, etcétera, pero una vez que la Guerra de los Seis Días introduce la soberbia nacional, y produce una inflexión dentro de esta sociedad, que entre otras cosas opera mediante ocupación en territorio y poblaciones no israelíes, se puede ver una profunda transformación, un tanto indetenible, porque crece exponencialmente el conflicto y la lógica de la opresión a la minoría guettizada dentro de esas fronteras usurpadas. Eso deteriora la vida cotidiana y la política progresista israelí y va generando condiciones de giro cada vez más sistemáticas a la derecha, multiplicadas por el despliegue dentro de esta sociedad de lógicas de exclusión y racistas. A esto hay que agregarle como un dato no menor la expansión demográfica de Israel a partir de la llegada de la migración rusa luego del colapso de la Unión Soviética, la cual es una migración muy compleja que produce variaciones muy fuertes en las formas culturales políticas propias de la sociedad israelí tradicional, todo lo cual resulta en la llegada de este último gobierno de extrema derecha
Yendo a la actualidad inmediata, ¿no observa cierta lógica –en el sentido de comprensión sociológica- en el apoyo a la violencia estatal del habitante de Sderot, asediado por los bombardeos de Hamas, como también lo podría ser de parte del habitante de Fuerte Apache, amenazado a diario en su integridad física y la de su familia?
Por supuesto que la derechización de las sociedades está vinculada a la lógica del miedo, a la política del medio. En el caso de las grandes metrópolis están ligadas a la problemática de la seguridad y la criminalización de la pobreza, al odio del que amenaza mi vida. Si lo trasladamos a un país esto tiene una lógica equivalente, pero con sus diferencias. Sin dudas en las dos intervenciones, tanto del Líbano como en Gaza, traté de señalar que acá no había un malo exclusivo y excluyente y que Israel no podía ser definido como ciertas izquierdas venían definiéndolo, como el lugar del horror, del mal, frente a lo virtuoso palestino. No creo que sea esa la cuestión, pero me parece que hay algo del orden de la desmesura o de la desigualdad. Sin dudas que Hamas tiene una visión del mundo y una practica antagónica a todas mis convicciones y jamás se me ocurriría, como hace cierta izquierda, defenderlo en términos de vaya a saber que gran astucia política, ya que es el supuestamente débil de la historia. Pero sí creo que hay una posición violenta, desmesurada, brutal, de un Estado que tiene una capacidad de respuesta y acción infinitamente superior a lo que puede ser esa salva permanente o no de cohetes medio caseros que caen en zonas fronterizas, que no niego, producen daño. Pero la desmesura de la respuesta israelí se devora de un solo bocado el daño que ha producido el sistemático acoso de Hamas, ante la opinión pública internacional y ante nuestra propia conciencia. Y porque además hay algo del orden de lo injusto, que es la contradicción de que Israel siga manteniendo una política de ocupación que no la ha resuelto pese a sus intentos, ya que la propia facción de sectores radicales israelíes y palestinos siempre lo impidieron. A mi me preocupa la sociedad israelí porque uno siente que Israel tiene una significación importante en cualquier experiencia de lo judío contemporáneo. Tenemos algo de indescindible, como judíos diaspóricos, de aquello que vaya aconteciendo en Israel.
¿El problema lo sitúa entonces en la desmesura o en cualquier tipo de violencia estatal?
En las dos cosas. Si somos weberianos el Estado tiene que hacer un uso legal de la violencia, el Estado expropia la violencia que anárquicamente está repartida en la sociedad y la convierte en un modo de legitimar la dominación. Lo que sucede es que el modo en como el Estado ejerce la violencia, sobre todo en relación a las poblaciones con menor capacidad de defensa, transforma esa violencia legítima en terrorismo de Estado. Yo puedo entender que Hamas utilice edificios civiles pero si el precio es volar un edificio con 20 familias porque allí había una oficina de Hamas, existe una disyuntiva de orden político moral. E incluso, a Hamas le es altamente funcional la brutalidad de la respuesta israelí.
De todas formas en su respuesta admite algún tipo de violencia estatal, por lo que no me queda tan claro si aceptaría cierta respuesta de esta índole para combatir el terrorismo…
El punto es que hay momento en que la violencia estatal es necesaria, allí donde lo que esta puesto en cuestión es la existencia del Estado o la seguridad pública. Frente a esta amenaza efectivamente grave el Estado tiene que tomar ciertas medidas, pero cuando el Estado es responsable de esa amenaza por sus propias políticas, estamos frente a una disyuntiva de otro orden, por que hay algo que no ha sido resuelto no solo por los palestinos, sino fundamentalmente por quien tiene el núcleo de poder mas grande para resolverlo, en este caso el gobierno israelí.
De hecho el gobierno israelí tiene fuertes contradicciones en su interior, porque junto a los asentamientos existieron variados intentos concretos de ir en dirección a avances mediante los Acuerdos de Oslo de 1993, la retirada de las tropas del Líbano y la potencial aceptación del plan Clinton en 2000, o la devolución de los territorios de Franja de Gaza en 2005, todo lo cual parece no haber tenido efecto alguno ¿Cree que Israel podría desistir de la violencia si se lo propusiese?
La devolución de Gaza fue limitada, y por otro lado mientras se retiraban asentamientos se desarrollaban otros, y además, la construcción de un Estado palestino limitado, partido, es inviable. Otra cosa es apuntar en serio a la creación de un Estado palestino homogéneo territorialmente, con una Jerusalén dividida. De todas formas, cuando fue el momento álgido de la invasión a Gaza y apareció casi unánimemente en la prensa la reacción antiisraelí, y me encontré con que Carta Abierta iba a sacar una declaración virulenta, a mi gusto espantosa, típica de esa mirada incluso con sesgos antisemitas en la tradición de cierta izquierda, me opuse absolutamente y se logró consensuar una solicitada que no era la que yo hubiera escrito, pero donde no se hablaba de genocidio, donde se criticaba la acción del Estado israelí pero se diferenciaba sobre su derecho a la existencia, y se hacían una serie de especificaciones para mi fundamentales en el contexto en que todo esto se diluía. Israel es el único Estado sobre el que pesa siempre su admonición completa, no la crítica a políticas gubernamentales. Incluso Estado Unidos, la gran bestia negra del imperialismo contemporáneo nunca es criticado como sociedad, sino como las políticas de Bush, etcétera. Pero yo diferenciaría claramente la guerra del Líbano de la invasión a Gaza. Me pareció que eran dos contextos distintos, y de hecho durante la guerra del Líbano me sentí mucho más próximo de las declaraciones de Amoz Oz y David Grossman, quienes viniendo desde el progresismo afirmaban que era necesario responderle a Hezbollah. Pero el carácter de la invasión a Gaza fue completamente distinto, porque allí había una línea peligrosa que se estaba cruzando, y esa fue mi diferencia respecto a otros momentos del complejo vínculo entre Israel y Palestina, junto a mi posición de principios en relación a dos Estados y a una Jerusalem dividida, aunque su viabilidad es relativa en este contexto, en el que la propia realidad a veces te da unos terribles cachetazos.