Historia de vida

Entre Bangkok y Jerusalem

Aharón Kay es tailandés y un excelente soldado combatiente en el ejército israelí. De madre no judía. Luego de una obstinada lucha fue reconocido como judío. Hoy es un judío laico que estudia y profundiza en los libros de Halajá. Lo que sigue es una historia de amor hacia Israel.

Por Amalia Argamán-Barnea (Desde Israel)

Los compañeros en la unidad de reconocimiento del Nájal lo llaman Kay. Cuando la gente ve por primera vez al sargento primero Aharón Kay en uniforme, le preguntan, ¿qué sos, chino o hindú? Cuando él responde: – soy de Tailandia, empiezan las bromas, dice. «Todos me preguntan si me gusta comer gatos y perros.»
Pero Aharón no se ofende. Le gustan las bromas, el Nájal y sus compañeros. De hecho, le gusta Israel y todo lo que implica. Mientras otros jóvenes de su edad anhelan llegar a Tailandia como quien busca un paraíso perdido, él abandonó Bangkok con todas sus comidas y sabores (que es precisamente lo que extraña aquí, las comidas y los sabores) y emigró a Israel para servir en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Algo ocurre entre el joven tailandés de ojos oblicuos y el judaísmo. Comenzó cuando era pequeño, escuchando a su padre Reubén contar historias sobre Israel, el país al que había hecho aliá desde Polonia, y en el que había vivido hasta que emigró a Canadá a los 19 años.
Las historias sobre cómo huyó de Polonia y sobre el establecimiento del Estado sionista apasionaban al chico y tuvieron posteriormente influencia en el curso de su vida. Su padre llegó a Canadá en 1947 para estudiar teatro y trabajar. Allí se casó con una mujer judía, pero su matrimonio fracasó y se divorciaron.
Después del divorcio, Reubén, que trabajaba para la red CBS en Canadá, fue enviado a Tailandia para ayudar a los ciudadanos locales a aprender a transmitir. En Bangkok conoció a Sari, quien posteriormente se convirtió en su esposa y es la madre de Aharón Kay. La pareja tuvo también una hija, que hoy tiene 28 años, y vive en Tailandia. «Mi hermana, dice Aharón, se parece a mi madre y tiene una apariencia tailandesa. Yo me parezco a mi padre.»

El difícil camino hacia el judaísmo

Cuando Aharón tenía 12 años, manifestó su deseo de celebrar su Bar Mitzvá. Su padre arregló con el rabino local que imprimiera la Haftará en letras latinas (en fonética), dado que Aharón no sabía una palabra de hebreo. La operación tuvo mucho más éxito de lo esperado. Los invitados se sorprendieron al escuchar al muchacho interpretar la Haftará con la melodía correcta.
Después de la ceremonia de Bar Mitzvá, Aharón se sintió aún más atraído a Israel y al judaísmo. A los 14 años de edad pasó la circuncisión. Su padre empezó a llevarlo a la sinagoga los viernes en la noche, su madre no judía comenzó a encender velas, y toda la familia empezó a observar el Shabat.
Los ultraortodoxos adherentes a Lubavitch, que trabajan con gran energía en todo Tailandia, se alegraron al acercar a la familia al judaísmo. Cuando Aharón tenía 15 años su padre empezó a llevarle películas israelíes. «Yo no entendía mucho hebreo, cuenta, pero me hice adicto a los vídeos de ‘Zeu Ze’ (un programa cómico-satírico para adolescentes). “La película ‘A dos dedos de Sidón’ me impactó mucho. Decidí que yo quería ser como los personajes de la película. Ese era mi sueño: vivir en Israel, servir en el ejército y encontrar muchachas bonitas».
El siguiente paso fue llegar a Israel como voluntario. Llegó al kibutz Lotán (en el sur del país), y cuando expiró su visa se postuló para hacer aliá. Pero entonces comenzaron las dificultades. Dado que su madre no era judía, tampoco él era considerado como tal de acuerdo con la Ley del Retorno. Por alguna razón, el nombre de su padre no aparecía en el registro de habitantes. Entonces se unió a los esfuerzos su tío, un hermano de su padre que es coronel de las fuerzas blindadas, y empezó a ayudarlo para conseguir visa de inmigrante.
Aharón se preparó para tomar un curso de conversión, pero no quería pedir dinero a sus padres. Fue a trabajar al moshav Tsofar como encargado de los trabajadores tailandeses, y ganó suficiente dinero para inscribirse en un ulpán (donde se aprende hebreo), trasladarse al kibutz Yavné y pasar el curso de conversión.
«Fue un curso muy difícil y absorbente» cuenta. Demás está decir que aceptó todas las dificultades con buena disposición. En Yavné trabajó en el tambo y paralelamente empezó a interesarse en textos de Halajá y de Historia del Pueblo Judío y la Tierra de Israel.
Después se trasladó a un kibutz religioso, Rosh Tsurim, donde vivió durante un año y medio, hasta recibir el certificado de haberse convertido de acuerdo con la ley judía. Entonces llegó el momento de hacer realidad el siguiente sueño: enrolarse en el ejército israelí.
En Rosh Tsurim Aharón conoció a un joven de la Unidad de Reconocimiento del Nájal y empezó el procedimiento para enrolarse. Cuando escuchó que no estaba clasificado para una unidad combatiente solicitó que postergaran su alistamiento hasta poder pasar las pruebas de ingreso para una unidad de elite. Así, pasó las pruebas para el Nájal y posteriormente para la unidad de reconocimiento donde alcanzó el primer lugar de su equipo.
Durante el último año su unidad participó en muchas maniobras en Hebrón. En los días más difíciles de la Intifada, Aharón participó en diversas operaciones para capturar terroristas. Algunas de las operaciones fueron abiertas, como la ‘Operación Hombre de las Cavernas’ y otras fueron secretas. Como soldado disciplinado, que no debe expresar sus opiniones políticas, Aharón solamente espera «que los líos terminen y haya paz de una vez.»
Dentro de un mes Aharón Kay será dado de baja de las Fuerzas de Defensa de Israel. No obstante, no tiene intenciones de alejarse de los asuntos de defensa. Su proyecto es tomar un curso del Ministerio de Defensa para trabajar como oficial de seguridad de El Al o en las embajadas de Israel en el exterior. Bien puede ser que mientras sus compañeros partan en su gran viaje a Tailandia o al Oriente, Aharón se preocupe por que ellos lleguen sanos y salvos a su destino de vacaciones.