Opinión

Un tiro en la propia rodilla

Sólo los sectores más radicales del pueblo palestino e israelí no aceptan que la solución al conflicto que los ha enfrentado durante más de medio siglo pasa principalmente por la creación de un Estado palestino independiente que conviva pacíficamente con Israel. La fórmula de dos Estados para dos pueblos constituye la base central según la cual se podría traer la paz a la región.

Por Alberto Mazor

A pesar de que dicha fórmula no tuvo consenso durante décadas, desde hace ya un buen tiempo ha sido reconocida como la única opción posible. La mayoría de israelíes y palestinos, la casi totalidad del mundo árabe, EE.UU, Rusia, la Unión Europea y casi toda la comunidad internacional coinciden en tal idea.
Cada quien a su manera ha desarrollado propuestas que pueden variar en cuanto a cómo concretar tal aspiración, pero al final de cuentas se apegan a ese esquema a partir del cual quedarían satisfechas las legítimas reivindicaciones nacionales tanto del pueblo judío como del pueblo palestino.
De hecho, los procesos negociadores desde los iniciados en Oslo a principios de los ’90 hasta los más recientes impulsados por la Cumbre de Annápolis en Noviembre de 2007, han trabajado bajo este asunto fundamental.
La Autoridad Nacional Palestina presidida por Mahmud Abbás y el gobierno israelí aún hoy dirigido por Ehud Olmert, han celebrado un considerable número de encuentros en los que las discusiónes se han centrado en un objetivo fundamental, cómo proceder y qué tipo de concesiones mutuas deben realizarse para conseguir crear un Estado palestino viable, dotando al mismo tiempo a Israel de fronteras seguras y reconocidas que le permitan vivir en paz.
Este doloroso conflicto podría haberse solucionado hace tiempo de no ser porque grupos extremistas, que aspiran a ser dueños de la totalidad de la tierra y del poder, han maniobrado persistentemente para sabotear una y otra vez los avances conseguidos por la vía de la negociación.
Diversos actores políticos han asumido a lo largo del tiempo este papel de saboteadores. En la actualidad es muy claro cuáles son las fuerzas que se mueven para impedir que el Estado palestino sea creado.
Una de ellas es, sin duda, la ultraderecha política y social israelí que rechaza la fórmula de territorios por paz. A partir de concepciones de inspiración mesiánica, este grupo se niega a cualquier tipo de concesiones territoriales, intentando impedirlas por medio de su activismo político y de acciones de resistencia.
Sin embargo, su capacidad de imponer su plataforma se halla limitada por el carácter democrático de Israel. Al no tener este sector un peso suficiente que le permita dirigir los destinos del país desde las altas estructuras del poder que está en manos de la mayoría dispuesta a las concesiones, queda despojado de la legitimidad y la capacidad para que su visión se imponga.
En lo que respecta al lado palestino, existen saboteadores internos y externos, cuya capacidad de bloqueo es sustancialmente mayor. Uno de ellos es Irán; otros lo son organizaciones como Hamás y Hezbollah, que dependen ideológica y militarmente del Gobierno de Teherán. Los tres no reconocen el derecho de Israel a existir y por tanto actúan bajo el impulso de una convicción teológica fanatizada, obsesionada con una presunta ordenanza divina que los lleva a realizar cualquier cosa con tal de islamizar todo el territorio y limpiarlo de presencias infieles.
Esto y no otra cosa constituye la causa del accionar de Hamás y de la lucha que se libra hoy en la Franja de Gaza. El objetivo fundamental de esta organización terrorista es evitar el nacimiento de un Estado palestino democrático que conviva pacíficamente con Israel a fin de tener así la justificación para continuar la lucha armada contra éste.
Para tal finalidad, el grupo fundamentalista islámico está dispuesto a dispararse un tiro en la propia rodilla y sacrificar a la vez a miles de palestinos inocentes que sueñan con el fin de la conquista israelí y la constitución de un Estado propio.
Por eso resulta tan aberrante que agrupaciones radicales de izquierda en diversas partes del mundo, se adhieran tan acríticamente a las acciones criminales de Hamás, uno de los principales culpables del sufrimiento del pueblo palestino y de la postergación del nacimiento de un Estado independiente para él.