Mercedes Sosa en Tel Aviv

Como el viejo río que va…

Nuestro corresponsal asistió al recital ofrecido por la famosa cantautora y dialogó con ella. Estas son sus impresiones de un evento cultural que emocionó a muchos.

Por Alberto Mazor, desde Israel

Fue Abbie Hoffmann quien dijo que la música comienza donde acaba el lenguaje. En lo que a Mercedes Sosa se refiere, sin duda tenía razón.
Como ese viejo río que va, Mercedes es un crisol situado en el medio del vasto fenómeno de la música; es la intersección entre el mundo de la canción masiva y el canto popular. Además, como ella misma dice, su público no tiene edad; la quieren ver y oír pasados, pasaditos, jóvenes y criaturas, aunque no entiendan ni una palabra en español.
En ella se encuentran y se funden las viejas y nuevas corrientes de la música latinoamericana. Como una madre con los brazos abiertos, lo recoge todo y luego lo reparte en voz alta, para que la escuchen en todo el mundo.

"Romperá la tarde mi voz 
hasta el eco de ayer
voy quedándome sólo al final,
muerto de sed, harto de andar.
Pero sigo creciendo en el sol; vivo…"

Al principio, como para jugar con las líneas que abren esta "Zamba para no morir", su voz parece estar a punto de romper la tarde, resquebrajada, triste, casi un eco del ayer de cada uno de nosotros. Sin embargo, pocos segundos después, le sabe robar a la tierra su vitalidad y levanta vuelo, vistiendo de armonía nuestros corazones y haciéndonos acordar que no existe una escuela especial que enseñe a vivir.
"En Israel siempre me han tratado muy bien. Yo quiero a este país, amo a su pueblo, se levantó de las cenizas, es un ejemplo a seguir", dijo.
La "Negra" sabe que puede hablar con su público como si estuviera compartiendo el mate con sus amigos en Tucumán. Nos cuenta sus sueños, sus preocupaciones, sus alegrías y sus penas.
"Saben, mi hijo Fabián siempre quiere que yo haga las cosas bien, y me pidió que no cantara "Insensatez", de Jobim y Vinicius", me comenta en nuestros pocos minutos de un improvisado encuentro particular. "Me dijo que no me iba a salir bien porque ellos allá la cantan diferente. Pero yo, que escuché a Vinicius, no quise dejar de cantarla. Yo canto lo que quiero, donde quiero y con quien quiero".

"Ah, insensatez que você fez
coração mais sem cuidado.
Fez chorar de dor
o seu amor
um amor tão delicado…"

"Para mí lo más importante es cantar. Mi trabajo es cantar. Canto con todos y los amo a todos". Esta mujer fuerte y frágil a la vez, a cuya voz todo el mundo rinde homenaje, tiene historia e historias; con amores, abandonos, dolores y plenitudes. Pero nada es gratuito. Cuando se vive a lo largo y a lo hondo, el destino devuelve con una mano aquello que quitó con la otra. Sólo hacen falta ojos para ver.
De todos los colores – matices – que tiene la "Negra", el de artista es el predominante. Dice que sus canciones son gestos de amor y es para creerle, si se piensa que el amor no es sólo sentimiento -su canto lo es – sino también trabajo.
Y ella trabaja, convencida de que talento y técnica no alcanzan, porque un verdadero cantante no canta sólo con la voz. Y porque su color dominante es el de artista, casi no habla de su vida privada. Intenta escaparle a las preguntas íntimas. Entonces toma por el atajo de sus mensajes: la miseria, la marginación, los de abajo, el anhelo de paz, los miles de hermanos que no puede contar, las mujeres esclavas y los niños maltratados. Ese precisamente es otro de sus colores: la capacidad para emocionar, para impactar, la contracara de lo light.
Los otros colores ya forman un arco iris. Ella comprometida con sus convicciones; ella y su América Latina, ella y los líderes que antes la obligaban a huir y ahora la condecoran, ella con su presencia de gran madre y anfitriona, ella rabiosa con la muerte que le dejó sus peores heridas y de las cuales no puede recuperarse.
Mercedes Sosa fue quizás la primera intérprete de la nueva canción latinoamericana que traspasó las fronteras que dividen la música marginal y la comercial. Es la punta de un gran témpano que ya lleva sus buenos años imponiendo una concepción diferente de la canción. Ella interpreta a los mejores compositores de Latinoamérica y es su embajadora más digna y sólida.

"Aní holej
livkot lejá;
tihié jazak lemala"
(Voy a llorarte; sé fuerte allá arriba)

La "Negra" cantando en Tel Aviv y en hebreo esa perlita de Aviv Geffen "que me tardó como dos meses en aprender". Ya casi no importaba lo que vendría después. La comunidad latinoamericana allí reunida, sorprendida y emocionada, recibía la "justificación" de su presencia en ese preciso lugar. Son esos momentos en los que cualquier ser humano, con un mínimo de sensibilidad, esboza una plegaria para que no culminen.
Y es que Mercedes ya es eterna. A su paso queda, como semilla tierna, un pensamiento, una idea. Alguien que sienta el latir de su sangre y oiga sus palabras, cantará sus canciones. Alguien que padezca de inquietud, y a quien su pequeñez inspire dolor y rebeldía, sentirá como su alma, aún adherida a la vida, se enlaza amorosa con la "Negra", una vez descubierto el misterio que implica la última partida.