La historia de Jaled:

“¿Quién dijo que todo está perdido…?”

Hace unos meses atrás vi la victoria del espíritu sobre la materia. Participé en el Maratón de Jerusalem -en la carrera de 10 kilómetros- y cuando terminé el trayecto en menos de 51 minutos observé a mi lado un espectáculo que no se ve todos los días: un corredor israelí de origen etiope ciego que terminó la carrera casi al mismo tiempo que yo.

Por Jorge Hasper

Corrió atado a su entrenador con una soga corta. Los dos corrieron al mismo tiempo. Cuando cruzaron la línea final, varios periodistas se acercaron con sus cámaras y grabadoras para entrevistarlos. Esta imagen me dejó una impresión profunda: después de ver este tipo de escenas uno se formula muchas preguntas, pero por sobre todo te transmite un mensaje de vida y optimismo.
Hace pocos días tuve la suerte de vivir un momento similar cuando conocí a Jaled, un soldado del Ejército de Defensa de Israel.
Jaled no es judío sino árabe-israelí. Hablamos sobre la última Guerra de El Líbano y me contó su historia. Entre otros lugares donde combatió le tocó entrar a la zona de Bint Jbeil, donde se libraron los combates más feroces de la guerra donde, en una de las batallas, murieron 12 soldados de la Brigada Golani.
Allí Jaled fue herido en varias partes de su cuerpo, en una de sus manos, piernas y el vientre.
Había perdido contacto con sus compañeros y fue declarado a las pocas horas «desaparecido en acción».
Sus padres recibieron la información con todo el dolor que ello implica. Pero Jaled quedó postrado en el lugar donde fue herido por unas 20 horas perdiendo sangre, y con una radio militar que no podía usar porque no tenía fuerzas para hacerlo. Y por si esto fuera poco, Jaled reconoció a unos 50 metros a 3 combatientes del Hezbollah, y su fusil había quedado fuera de combate.
Existía la posibilidad de que los hombres de Hezbollah lo localizaran, lo mataran, o lo tomaran prisionero. Existía la posibilidad también que sus camaradas no lo encontraran y muriera por falta de atención médica. Pero un grupo de paracaidistas y baqueanos beduinos lograron encontrarlo.
A pesar de ellos, su rescate fue largo porque sus compañeros temían que el Hezbollah hubiera minado la zona alrededor del soldado herido o hubieran conectado su cuerpo a una carga explosiva para detonarla en el momento que los miembros del grupo de rescate se acercasen a él.
El tiempo de recuperación fue largo, estaba deprimido, no quería hablar con nadie, veía libaneses por todos lados.
Cuando termine con su servicio militar, Jaled quiere ingresar a la policía, a la Unidad Especial de Lucha contra el Terrorismo o a la Unidad Encubierta de la Gendarmería cuyos miembros actúan disfrazados de árabes.
Jaled tiene 19 años, vio la muerte con sus propios ojos, sintió la impotencia en su máxima expresión, y la vida le dio otra oportunidad.
Se que en general las noticias que ocupan el candelero con respecto a Israel, en estos momentos, tienen que ver con las acusaciones de acoso sexual y violación contra el presidente, cargos de corrupción contra el primer ministro, las fotografías que recorrieron al mundo del ministro de Defensa, Amir Peretz, observando un ejercicio del ejercito en el norte con binoculares tapados lo cual lo convirtió en un hazmerreír y la lista continúa.
Y sin embargo, hay ocasiones donde el espíritu vence.
O como dice la canción de Fito Paez: «¿quién dijo que todo esta perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón»…