Con similar sensatez, los argumentos también podrían ser válidos para postergar las excavaciones arqueológicas que se llevan a cabo a los pies de la colina, frente a la Puerta de los Magrebíes y, del mismo modo, para detener las que se viene realizando por el Wakaf musulmán -organización que rige el patrimonio de santidad musulmana- debajo del Monte desde hace dos años. También ellas despiertan las ardientes polémicas religiosas en lo referente a la propiedad de los Santos Lugares en el Monte del Templo. Y he aquí que tal pregunta está prohibido formularla, dado que no hay manera de responderla con algún posible acuerdo entre las partes, y porque inquirir en tales interrogantes podría llevar a otro derramamiento de sangre.
Las urgencias
En el compendio de divergencias que componen el conflicto israelí-palestino e Israel y el mundo árabe, la pregunta sobre el dominio de los Santos Lugares es la menos urgente y la que no requiere ninguna solución inmediata. Lo que urge, en cambio, es responder la pregunta sobre el terror palestino, dado que por causa de él mueren ciudadanos inocentes. La pregunta sobre la conquista israelí y los asentamientos israelíes, también necesita una respuesta urgente, dado que prevalece la desesperación y el desasosiego entre la población palestina. Urge, también, una respuesta al interrogante sobre los refugiados palestinos, dado que centenares de miles de personas se pudren desde hace 60 años en campamentos desamparados, en condiciones infrahumanas.
En cambio, la pregunta de la discordia acerca de la soberanía en los Santos Lugares puede esperar; nadie debe morir por ello. El status-quo que rige actualmente y que ninguna de las partes está conforme con él, no conlleva al peligro de nadie.
En las polémicas respecto al dominio de lo que a dimensión religiosa se refiere, no hay necesidades de definiciones y tampoco tiene sentido hacerlas.
La historia de la humanidad está regada con ríos de sangre, derramada por el deseo de intentar definir algo de forma convincente entre diferentes creencias religiosas.
En el Monte del Templo o en la Explanada de las Mezquitas se debería mantener con fruición el status-quo actual sin intentar cambiarlo. La incógnita sobre la soberanía de los Santos Lugares sigue abierta, y así deberá continuar.
¿Abierta hasta cuándo?: cuando era niño, mi abuela me explicaba con palabras sencillas las diferencias entre judíos y cristianos.
Los cristianos, decía, creen que el Mesías ya estuvo aquí una vez y que en algún momento vendrá nuevamente.
Los judíos creen que el Mesías aún no ha llegado, pero que pronto vendrá.
Sobre la base de esta polémica, agregaba la abuela, se ha derramado mucha sangre inocente, persecuciones, discriminación y odio. ¿Y todo por qué? preguntaba. En lugar de derramar sangre bien que se podría esperar y observar: Si el Mesías llega y dice: – “Shalom, qué bueno volver a verlos”, los judíos tendrán que reconocer su error.
Pero si el Mesías viene y dice: – “Mucho gusto en conocerlos”, el mundo cristiano deberá ofrecer una enorme disculpa a los judíos.
Hasta entonces -concluía la abuela- vive y deja vivir.
Esta es la única respuesta posible con respecto a la pregunta sobre la propiedad del Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas: Vivir y deja vivir.
En el delicado y frágil marco del status-quo que rige desde 1967 y sin intentar cambiarlo, vivir y dejar vivir, sólo de común acuerdo.