Opinión:

Un pequeño consejo a Gabi Ashkenazi

Cuando Ehud Olmert y Amir Peretz nombraron a Gabi Ashkenazi como nuevo Comandante en Jefe del Ejército de Israel, éste recibió un aluvión de consejos. Conozco al General Ashkenazi desde hace años y su elección me parece acertada. ¿Será posible que Ashkenazi nos demuestre nuevamente la simple fórmula matemática en la cual menos por menos es más?

Por Yossi Sarid (Desde Israel)

Exponemos nuestra plegaria: – por favor Gabi, apiádate de nosotros y no te sumes a las filas de los desilusionadores. Sufrimos tantos desengaños los últimos años que ya no aguantamos más. Tzáhal también está entre los desilusionadores, y en primer lugar, debido a las altas expectativas. Tu, Gabi, conoces muy bien la ley de la altura y la profundidad. En lugar de un ejército pequeño e inteligente, tenemos un ejército grande, tonto y mentiroso.

Dentro del aluvión de consejos, el Comandante en Jefe del Ejército puede perder fácilmente su rumbo. Por eso, me conformaré con sólo uno: Ashkenazi debe hacer que Tzáhal vuelva a actuar con la verdad y extermine la mentira. Esta es toda mi «concepción de seguridad».

¿Cuándo se integró Tzáhal a la cultura de la mentira y pasó a ser parte de una sociedad enterrada por sus falsedades? Esto ocurrió después de 1967, con posterioridad a aquella tan gloriosa y miserable victoria. Lo acontecido era previsible pues es lo que ocurre con todo ejército combatiente que se convierte en conquistador.
La conquista conllevó necesariamente a hechos injustos, pecaminosos y humillantes, y todo esto había que explicarlo. Como ya se sabe, siempre es necesario purificar las alimañas para poder justificar hechos desagradables. Pero cuando las alimañas se reproducen, las explicaciones no alcanzan y no hay más alternativa que apelar a las mentiras, que son la última salida del usurpador – usurpado.
También personas honradas comienzan a mentir; mienten a los demás y principalmente a se mienten sí mismos.
Tzáhal no sólo conquistó los territorios de Judea, Gaza y Samaria; también tomó a su cargo su administración. Todos los gobiernos de Israel se atemorizaron en decidir el destino de los territorios ocupados y colocaron a Tzáhal en medio del debate sobre las futuras fronteras de Israel. Desde ese momento en más, ya no hubo ninguna posibilidad de separar la política del ejército ni al ejército de la política. Y los políticos, por su lado, se alegraron de ver a oficiales y soldados agacharse constantemente para sacar del fuego las papas calientes.

El camuflaje

Este proceso no le resultó nada cómodo a Tzáhal, por eso decidió pintarse la cara con colores de camuflaje. Así inventó la «Administración Civil de los territorios», un gobierno «civil» puramente militar. Esta Administración se vio obligada a ocultar de la sociedad israelí no sólo sus injusticias para con los palestinos, sino también las «heroicas proezas» de los habitantes judíos de los territorios ocupados, a lo largo de sus generaciones, incluyendo los botines y el pillaje de Gush Emunim.
El Ejército se convirtió en el «delator» de los líderes de las poblaciones judías de los territorios ocupados con sus engaños como arte. Y ellos engañaban y estafaban a diestra y siniestra.
Tzáhal, o cerraba los ojos, o guiñaba uno y permitía el surgimiento de decenas de asentamientos judíos más sobre la tierra saqueada, como si fueran hongos después de la lluvia: las cercas iban detrás de las manifestaciones, las sinagogas detrás de la antenas, las casas prefabricadas se colocaban detrás de las sinagogas, y al final de la columna, marchaban los oficiales del ejército de Israel por todo ese camino torcido y sin rumbo.
Mientras tanto estalló la primera guerra de El Líbano, Operativo «Shlom Hagalil» (Paz para galilea), que como toda guerra declarada por iniciativa perversa, lleva sin sentido el nombre de Shalom (paz).
Esta guerra surgió bajo el auspicio de su creador, Ariel Sharón, para quien la mentira fue una norma de cómo caminar por la vida, y para otros el camino hacia la muerte.
Los soldados en el frente, entre tiroteos y bombardeos, escuchaban los informes por la radio, y llegaron a la conclusión de que en Jerusalem informaban sobre una guerra, mientras que ellos estaban en medio de otra totalmente diferente.
Así se llevó adelante una guerra -por medio de mentiras- mucho más allá de las 48 horas y de los 40 kilómetros que Sharón había propuesto y anunciado inicialmente al gobierno.

Cuando la mentira es la verdad

Posteriormente se desataron la primera y la segunda Intifada; se fueron multiplicando los «inocentes» de aquí y allá que cayeron víctimas y aumentaron enormemente los «accidentes» sobre los cuales se acostumbra a expresar un profundo dolor.
Muy seguido se nos informaba que Tzáhal investigaba, y sólo de vez en cuando se publicaban los resultados de algunas de las investigaciones que, además, morían con su nacimiento y hasta hoy se desconoce el lugar de su sepultura aunque, tal vez, sí se sepa.
De qué nos quejamos, si inclusive a algunos padres de soldados caídos no se les cuenta la verdad, como quedó demostrado, nuevamente, en un programa del Canal 10 proyectado en los últimos días.
Los mismos padres ya no pueden confiar en las versiones de Tzáhal, y cuando finalizan los días de duelo, se ven obligados a rastrear las borrosas huellas y causas del hijo perdido.
Por lo tanto, no hay que sorprenderse si en la segunda guerra de El Líbano, después de la conquista que nunca existió, y la negación del uso de bombas de racimo, prohibidas internacionalmente -lo que fue posteriormente confirmado- millones de ciudadanos de Israel prefirieron creerle más a Nasrallah y menos al vocero de Tzáhal.

El arma más poderosa

En el arsenal de Tzáhal no hay un arma con mayor poder de disuadir el enemigo que la verdad. Tal como el rifle y el tanque, al arma de la verdad también se la debe limpiar diariamente para que no se oxide.
Ejércitos mentirosos, que pasan «informes al estilo egipcio» siempre llenos de victorias, como en la Guerra de los Seis Días o la de Yom Kipur, son ejércitos débiles que perdieron toda su fuerza de disuadir al enemigo. Las malas lenguas dicen que los egipcios ya entendieron esa teoría y nunca más dejarán las botas en su retirada. ¿No será que los egipcios de entonces son los israelíes de hoy en día?

La mancha indeleble

La mentira contagia, y es tan contagiosa como muchas enfermedades. Es como esa mancha de tinta que nunca sale después del lavado. Fíjense; en las últimas semanas se anunció oficialmente que Tzáhal desmanteló barreras y controles de seguridad en los territorios de Judea y Samaria, tal como se le prometió a la Autoridad Palestina. Ni una cosa ni la otra. Aparentemente se desmantelaron 40 de un total de 500, y las que fueron desmanteladas eran innecesarias, ya que hacía mucho tiempo no funcionaban.
En Tel Rumeida, un barrio de judíos extremistas de Hebrón que provocan constantemente a la población árabe, Tzáhal hace como que cuida la ley y las condiciones humanas mínimas.
También los asentamientos ilegales creados por medio de la mentira no serán desmantelados, pues Tzáhal tiene dificultad en llamar a sus hijos legítimos como bastardos que nacieron de un matrimonio prohibido o de una relación adúltera.
Desde el momento en que el Ejército se prestó a hacer el trabajo sucio del poder político-civil, él no puede permanecer limpio.
De las mentiras son culpables los mentirosos. Eso es claro. Pero no sólamente ellos. Son también culpables todos aquellos que persisten en dejar todas las investigaciones de los «accidentes» en manos del Ejército sin ningún tipo de verdadero control que audite.
Culpables son todos aquellos que no aceptan las dudas como si fuese una herejía.

Los paradigmas del momento

Dicen que un oficial polaco no le quita el dinero a una mujer y un oficial judío no le miente a nadie. Eso es un axioma que no requiere pruebas, pese a que los hechos demuestren todo lo contrario.
La primera misión de Ashkenazi, y la más importante, es la de desarmar dos comandos: El Comando Central de Falsificación de los Hechos y el Comando de Pretextos.
Si Ashkenazi consigue desarmarlos, el resto de las misiones serán mucho menos urgentes.
Si los deja en funcionamiento, continuarán llevándolo a él, y al pueblo de Israel, a nuevas situaciones de desgracia.