Opinión:

El jeque de la Mezquita de Al Aqsa

El Corán cuenta, en un versículo titulado "Isra", el viaje nocturno milagroso de Mahoma, que viajó en su caballo volador Burek de la mezquita cercana a la mezquita lejana, y así llegó a visitar los lugares santos en la Tierra ídem. Esta es la única mención que da el Corán a Jerusalem, sin dar su nombre. Unos años más tarde del viaje milagroso, Omar Ibn Jattab conquista Jerusalem, firma un tratado con los habitantes judíos y cristianos de la ciudad y construye la Mezquita del Aqsa, que como su nombre lo indica es la "lejana".

Por Jorge Hasper (Desde Israel)

Ha pasado mucho agua debajo del puente desde el viaje nocturno de Mahoma y de la construcción de Al Aqsa, pero solo desde comienzos del siglo XX -con el advenimiento del sionismo- es que el Mufti de Jerusalem, al Husseini, levantó la bandera de Al Aqsa e incitó a sus seguidores a defender las mezquitas del Monte del Templo, denunciando que Al Aqsa está en peligro permanente, y que los sionistas quieren destruirla para construir sobre ella su templo.
El Mufti Haj Amin al Husseini también se opuso, en su momento, al rezo de los judíos en el Muro de los Lamentos, cuya explanada era de unos pocos metros, ya que al lado de él se encontraba el barrio de los ‘magrebíes’ árabes procedentes del norte de Africa.
Husseini (de hecho, no sólo él) sostenía que el Muro de los Lamentos era el lugar donde el profeta Mahoma había atado a Burek luego del vuelo milagroso. Por lo tanto, cuando hoy en día las autoridades arqueológicas de Israel realizan un trabajo de recuperación en las afueras del Monte del Templo, no es sorprendente que haya quienes salgan a manifestar violentamente.
El líder hoy no es el Mufti Haj Amin al Husseini (que en su momento supo reunirse con Hitler en Alemania y ofrecerle ayuda) sino el Jeque Raed Salaj, el ex intendente de la ciudad israelí de Umm El Fahm, y líder de la sección norte del Movimiento Islamico Israelí.
Salaj es el que organiza pacientemente, año a año, manifestaciones masivas en Umm el Fahm bajo el lema «Il Aqsa bil Jatar»: Al Aqsa esta en peligro. Todo el tiempo esta en peligro. Salaj fue el que junto a líderes de su movimiento fue detenido y enjuiciado a dos años de prisión por haberse transformado en pivote financiero de ayuda al Movimiento de Resistencia Islámico Hamas.
La idea era simple: en Estados Unidos e Inglaterra, por ejemplo, hay congresos y asociaciones que ayudan a los huérfanos de Palestina. Resultó ser que los huérfanos lo eran de padres que habían caído en la lucha contra el enemigo sionista, él se autoinmoló en el colectivo repleto de civiles, el otro supo disparar en la mitad del día a los que compraban en el mercado, hasta que fue ultimado por la policía o la gendarmería, etc. El mensaje es claro: “quien se sacrificó en la Guerra Santa, nosotros lo abandonamos y nos ocupamos de su familia”.
La sabiduría de la sección norte del Movimiento Islámico Israelí ha sido esa: caminar al borde la ley, y no necesariamente cruzando la línea.
Hay muchos israelíes que se preguntan cómo el Jeque Salaj sigue incitando contra el Estado: recientemente declaró que él soñaba con el día en que se cree el Califato. Por ende, podemos suponer que cuando se cree el Califato, el Estado de Israel habrá terminado su papel histórico. Y hace unos días atrás participó de una trifulca con varios de sus seguidores contra unos policías al lado del Puente de los Magrebíes, antes de ser arrestado y llevado a juicio (que lo puso en libertad condicional). Pero es que el Jeque conoce muy bien la ley: su padre fue miembro de la policía israelí, y uno de sus hermanos es policía en la zona de Umm el Fahm. Además cuenta con abogados de primera línea.
El Jeque del Aqsa, como lo llaman sus seguidores, sabe también que en Israel es muy difícil probar la figura jurídica de «incitación a la violencia».
Y usa, a fondo, las libertades que le otorga la democracia israelí.