Opinión:

Antisemitismo, Medio Oriente y política argentina

La guerra entre Israel y Hezbollah, ocurrida entre julio y agosto de 2006, tuvo muchas repercusiones en Argentina. Inmediatamente, numerosos partidos y agrupaciones políticas y organizaciones religiosas reaccionaron de manera agresiva y provocadora. Adoptaron posición en lugar de reflexionar sobre las causas de la guerra y opinar de manera imparcial y neutra. Otros -directamente- prefirieron incitar a la violencia, fomentar el odio, agredir, provocar e incluso, discriminar mediante expresiones racistas. Todas estas agrupaciones repiten un discurso único, preestablecido, ortodoxo y jamás sujeto a crítica que bajo la bandera “antiimperialista”, antisionista y antiisraelí llega a esconder ciertas huellas de judeofobia. El debate continúa abierto y se aceptan opiniones, artículos y comentarios.

Por Damián Stiglitz

Primero, nos encontramos con agrupaciones religiosas islámicas que marcharon y participaron en actos y manifestaciones mostrando odio, violencia y poca voluntad de pacifismo.
Además de estas organizaciones fanáticas, nos encontramos con un conjunto de partidos y movimientos políticos de izquierda. Es decir, organizaciones que pretenden ser comunistas, socialistas, marxistas o tener ideas progresistas. Tras realizar un análisis de los partidos políticos y su posición frente al conflicto y al antisemitismo, nos encontramos con los siguientes resultados:
La gran mayoría de los partidos políticos de izquierda han adherido, participado y convocado a marchas repudiando a Israel. Han tomado una postura parcial, en lugar de hacer una crítica objetiva repudiando, también, las acciones de Hezbollah. Por el contrario, la mayoría de ellos apoyaron a Hezbollah en la guerra.
Estos grupúsculos han violado los principios que definieron tradicionalmente a la izquierda y al socialismo.
Han difamado al Estado de Israel y al sionismo haciendo generalizaciones absurdas. Estos grupos pusieron carteles agresivos, convocaron y participaron en numerosas marchas y manifestaciones violentas frente a la Embajada de Israel. Levantaron banderas de Hezbollah y Hamas. Flamearon banderas con el rostro de Nasrallah, el líder terrorista de Hezbollah que declaró que «si los judíos se reúnen todos en Israel, van a ahorrarnos el trabajo de perseguirlos por el resto del mundo», agregando que lo de ellos «se trata de una guerra abierta hasta lograr la eliminación de Israel y la muerte del último judío en el mundo”. Además de esto, han insultado a Israel, sin hacer distinciones entre el Gobierno de turno, el Estado y el Pueblo. Han calificado a Israel con términos groseramente erróneos como “genocida”, “fascista”, “terrorista”, “imperialista”, “expansionista”, “colonialista”, “asesino”, “criminal”, “enemigo” y (un término que implica una indudable provocación hacia el pueblo judío) “nazi”.
Además, dibujaron esvásticas en la bandera de Israel o, peor, igualadas a una estrella de David. Han quemado banderas de Israel en actos y marchas. Han dibujado pintadas en distintas facultades y calles de la ciudad de Buenos Aires y de todo el país. Han llamado a la destrucción del Estado de Israel en pintadas y carteles. Se han dedicado a minimizar el Holocausto equiparándolo con cada acción que lleva adelante Israel. Esto es preocupante: banalizan el Holocausto igualando la Alemania Nazi con Israel, lo cual no sólo es una provocación, sino también, una muestra de desprecio y una falta de respeto a los más de 7 millones de muertos en el Holocausto: a los 6 millones de judíos, a los 700 mil serbios, a los 250 mil gitanos, a los 70 mil discapacitados, a los 15 mil homosexuales, a los 3 mil testigos de Jehová y al resto de las víctimas del Holocausto, entre ellos, socialistas, comunistas, republicanos y anarquistas que murieron en los campos de concentración por sus ideas y que, seguramente, si hubieran sobrevivido, sentirían vergüenza de la mayoría de quienes dicen representar sus ideales.

Como podemos ver, no se trata solamente de haber tomado posiciones parciales y arbitrarias. Se trata de haber realizado un conjunto de manifestaciones provocativas, violentas e, incluso, discriminatorias.
Excedieron abusivamente el límite de la expresión y la opinión para ubicarse en el terreno de la agresión, la hostilidad, el insulto, la mentira, el maniqueísmo, la ofensa y la incitación al odio y a la discriminación. Ellos fomentan el antisemitismo, porque (más allá de que realicen o no manifestaciones antisemitas individuales) alimentan a antisemitas ideológicos, neofascistas o neonazis, que, aprovechando este abusivo cúmulo de discursos reciben un “permiso” social para manifestar expresiones tales como “judíos invasores, matemos judíos, hacé patria”, “judíos asesinos”, “judíos criminales”, “judíos fachos” o para dibujar estrellas de David con un signo pesos ($). No sabemos quiénes hicieron las pintadas antisemitas en la Facultad de Filosofía y Letras y en otras facultades, porque los autores lo hicieron cobardemente, a escondidas, en la parte interior de los baños. Lo que sí sabemos es que con toda esta campaña de difamación del Estado judío, de la Nación judía, estos grupos han incitado a que gente dentro y fuera de sus agrupaciones, se diera el lujo de descargar una judeofobia, que en otro contexto no hubiera podido expresar. Vale decir, el ambiente que se creó con esta serie de discursos, actos y manifestaciones habilitó a que se dieran manifestaciones claramente antisemitas.
No es casualidad que todas estas expresiones antijudías hayan surgido durante y después de la difamación antiisraelí llevada a cabo por estos grupos.
No obstante, después de hacer este análisis, debemos tener en cuenta algo muy importante:
Por más que esto se perciba como un conflicto entre izquierda y derecha, entre “antiimperialismo” y sionismo, o socialismo y capitalismo. No es así.

Posición de los sectores moderados

No todos los partidos de izquierda participaron en estas acciones. Por ejemplo, el Partido Humanista tuvo una posición neutra. No participó en ningún acto, manifestación ni marcha contra Israel y no hizo carteles, folletos ni pintadas. Tras investigar cuál era la postura del Partido Humanista sobre Medio Oriente apareció un artículo de la Regional Europea de la Internacional Humanista titulado ‘Posición y propuestas frente a los acontecimientos en Medio Oriente’.
En éste, se adoptó una postura totalmente imparcial respecto al conflicto en Medio Oriente. Criticaron los ataques de las Fuerzas Armadas israelíes a El Líbano, pero “igualmente denunciamos los ataques de Hezbollah y de Hamas contra el pueblo de Israel y exigimos la liberación inmediata de los jóvenes israelíes prisioneros de esos grupos armados”.
Cabe recordar que militantes del Partido Humanista participaron en tareas de rescate en las ruinas de la sede de la AMIA tras el atentado y que desde el atentado a la Embajada de Israel, este movimiento siempre acompañó activamente todas las manifestaciones de protesta de la comunidad judía contra los ataques sufridos.
También, debemos decir que los partidos de centroizquierda en la Argentina, respondieron de modo ejemplar.
Especialmente el Partido Socialista y el ARI. No sólo no participaron en la campaña anti-israelí, sino que repudiaron el antisemitismo. El Partido Socialista y el ARI, en la Facultad de Filosofía y Letras, apoyaron y se adhirieron a la denuncia por las pintadas antisemitas y como muestra de apoyo imprimieron carteles con el lema “No al antisemitismo”.
No hay que olvidar tampoco que, muy frecuentemente, el Partido Socialista publica un saludo a toda la comunidad judía en el periódico Nueva Sión. Además, han participado siempre en los actos por los atentados a AMIA y a la Embajada e, incluso, en actos en recuerdo por el aniversario del asesinato de Rabín.
El Partido Socialista se opone a los ataques israelíes pero al mismo tiempo repudia la agresión de Hezbollah contra territorios israelíes y condena el financiamiento que Irán y Siria le proveen a este grupo terrorista.
Desde el ARI, Elisa Carrió, tras las declaraciones antisemitas de Luis D’Elía, dijo: “ante el antisemitismo, soy judía” y criticó las numerosas expresiones antisemitas que aparecieron este año, además de ser la única candidata a presidente en repudiar públicamente el Congreso de Negación de la Shoá llevado a cabo en Irán. Además salió una declaración escrita por Mauricio Tenenbaum, Mario Goloboff, Manuela Fingueret y Leopoldo Schiffrin -y firmada por intelectuales y profesionales progresistas de izquierda y centroizquierda- criticando duramente la aberrante reacción de estos grupos. En ella repudiaron el altísimo grado de maniqueísmo, superficialidad y apresuramiento de las manifestaciones provenientes de estas agrupaciones y “el regreso de las fastidiosas expresiones que fueron el caldo de cultivo de los crímenes más abominables”.
En esta declaración, que iba en respuesta a la solicitada “Detengamos el genocidio israelí”, afirman: “¿Condenarían a los cubanos por perseguir hasta Miami a los “gusanos”? Llama la atención que muchos ni siquiera pestañearon cuando, hace apenas unos años, el régimen serbio practicaba depuración de musulmanes en Kosovo, Bosnia y alrededores… callaron cuando fue la matanza de los chechenos, las emprendidas de los Kmer rojos, la depuración de tibetanos y musulmanes en China. Es decir, que para quienes se denominan así, de izquierda, no existen los principios, sólo las ocasiones y los actores: si las acciones las emprenden los que se proclaman, como ellos, de izquierda y antiimperialistas, son buenas; si las emprenden los ‘salvajes’ sionistas israelíes son malas”.

Somos o no somos

Si Israel ataca a El Líbano o los territorios palestinos, lo condenan. En cambio, si Hezbollah ataca con casi 4.000 katyushas o un terrorista se inmola y mata 50 civiles en Tel Aviv, 57 en Londres, 114 en Buenos Aires, 191 en Madrid ó 3.000 en Nueva York, se quedan callados.
Y nunca falta alguno que festeje o justifique esos atentados.
Como sostiene el destacado intelectual Pablo Jacovkis “hay gente que justifica los atentados terroristas suicidas en Israel en asilos de ancianos y en cafeterías de universidades progresistas”.
Si Israel comete un error, es un Estado genocida, terrorista, racista, asesino, nazi.
Si Irán ejecuta a dos adolescentes homosexuales de 15 años por su mera condición sexual -como hacía Hitler- no lo podemos criticar, porque somos “etnocentristas”. E incluso, hay quienes salen a la calle a defender, flameando banderas, a “su República hermana de Irán” que asesina niñas, niños, adolescentes, mujeres, ancianas, ancianos y hombres aplicando la pena de muerte.
Como se afirma en la declaración de los intelectuales anteriormente mencionada: “Discutamos también por qué la Izquierda (y en muchos casos la derecha) sólo se interesa por las víctimas cuando los presuntos victimarios son judíos. Y, ¿por qué no se ocupan un poco en denunciar la situación social a que están sometidos los pueblos árabes por sus gobiernos y sus clases explotadoras? ¿O ya no hay clases en los países árabes? ¿Qué hace la izquierda para mejorar el estado de miseria en que aquellos viven bajo oligarquías, dinastías, jeques, sectas chiítas, sunitas y ayatolaes? ¿Qué hacen para denunciar el “opio de los pueblos” a que están condenadas esas masas por los fundamentalistas? ¿Qué dice, la mayor parte de esta izquierda acerca la represión a sangre y fuego contra cualquier grupo progresista, comunista o socialista, no religioso, en Irán y otras comarcas?
¿Qué de las mujeres veladas, vendidas, mutiladas del clítoris, que se cuentan, en los países árabes, por cientos de miles? ¿Autorizan allí legalmente el aborto?
¿Hay movimientos ecológicos y de liberación femenina? […] ¿No estarían, estas preocupaciones, más cerca de un pensamiento progresista de izquierda o centroizquierda? ¿No serían éstas, cuestiones pertinentes para provocar tanto fervor?

Queda más que evidenciado que -indudablemente- no estamos frente a un conflicto izquierda-derecha o marxismo-liberalismo.

La imparcialidad parcial

Este es un problema de parcialidad frente a imparcialidad, de neutralidad y objetividad frente oportunismo político e ideológico. Y esto lo evidenciaron personalidades progresistas, socialistas y comunistas. No hay que olvidar que desde el gobierno argentino salió un comunicado criticando los ataques a El Líbano pero, también, las acciones de Hezbollah contra el territorio israelí. También, partidos y agrupaciones de centroderecha condenaron las pintadas antisemitas en Filosofía y Letras a través de un documento dirigido al gobierno, firmado por más de 200 políticos, intelectuales y personalidades.
En resumen, al estar penada por ley toda manifestación racista, tanto los neonazis como otros judeófobos optan por los únicos caminos legalmente posibles:

1) Difamar constantemente al único país judío del mundo y al movimiento de liberación nacional del pueblo judío.

2) Llamar a la destrucción del Estado de Israel, negándole al pueblo judío el derecho a tener un Estado, es decir, el derecho a la autodeterminación.

3) Condenar cada una de las acciones de Israel y callar ante las agresiones que sufre el pueblo judío de la diáspora (como en los atentados en Argentina) y el pueblo israelí (atentados en bares, paradas de autobús, etc). O, directamente, apoyar a los agresores (como en la Causa AMIA al apoyar a Irán, o, en las guerras y atentados terroristas, al apoyar a Hezbollah y Hamas).

4) Banalizar y minimizar el Holocausto judío equiparándolo con cualquier acción de Israel y, de esa manera, poder culpar al pueblo judío de “vengarse del Holocausto con los pueblos árabes”, es decir, transmitir la idea de que los judíos “nos vengamos de la persecución que hemos sufrido, haciendo lo mismo con los pueblos árabes”. Lo cual, además de una mentira insultante, implica una generalización racista.

Gobierno y Estado

Sin embargo, no todos los que critican a Israel son antisemitas o judíos renegados, eso es obvio. Algunos opinan con cierta arbitrariedad, otros se manifiestan así por ignorancia o desconocimiento. Otros, sí, se disfrazan de antiisraelíes para descargar odio racial contra el pueblo judío. El problema radica en confundir al gobierno de turno con el ‘Estado’ y con el ‘Pueblo’. Cuando se insulta o se difama al de Estado de Israel o se pide su desaparición aprovechando los errores de un determinado gobierno y cuando se habla de Israel sin hacer las distinciones pertinentes entre pueblo y gobierno se cae en una conducta inapropiada.
Cuando se confunde -a veces inconscientemente, otras intencionalmente- Gobierno, Estado y Pueblo, se cae en un discurso peligroso que suele fomentar odio, discriminación y racismo.
Todos podemos criticar a un gobierno de Israel como lo hacen los mismos israelíes. Así como también podemos criticar a un determinado gobierno de Argentina, Venezuela, Estados Unidos, Hungría, Cabo Verde, Yemen o Pakistán. Pero no por ello vamos a desear la destrucción de esos estados. ¿Alguien pidió, siquiera, que desaparezca Alemania después del Nazismo, Italia después del Fascismo o España después del Franquismo? ¿O que desaparezca Estados Unidos después de la guerra en Irak? ¿Por qué Israel tiene que desaparecer?

Causa AMIA

Estos grupos están propasando groseramente los límites de la expresión. Están entrando en un campo sucio. Están jugando con la memoria de los 85 muertos de la AMIA. Apoyan a Irán para fortalecer sus intereses políticos y sus discursos “antiimperialistas”. Como dijo Sergio Burstein en el discurso de Familiares y Amigos de la AMIA pronunciado el último 19 de noviembre: “Ellos miserablemente dan prioridad a sus minúsculos intereses políticos, anteponiéndolos a la matanza de 85 personas y al avasallamiento de nuestra soberanía […] enarbolan con orgullo las banderas de la organización terrorista Hezbollah, autores de la masacre en la AMIA y además responsables de asesinar a cientos de víctimas inocentes. […] A los que les importan los muertos en la AMIA, les importan como personas y no como medio para posicionarse públicamente con palabras y definiciones de barricada […] No continúen faltándole el respeto a los muertos en la AMIA. Ya es hora de que los dejen descansar en paz”.
Evidentemente, a estos grupos no les bastó con difamar e insultar desmesuradamente a Israel y al sionismo durante varios meses. También necesitaron usar, sin compasión, a los 85 muertos de la AMIA para defender sus discursos “antiimperialistas”. Se atrevieron a respaldar, en marchas y manifestaciones, a los ex funcionarios iraníes que habrían planeado el atentado. Y si es que desconfían de los fiscales y el juez podrían, al menos, dudar o callar. ¿Acaso les importan los muertos en la AMIA? ¿Por qué no participan en los actos acompañando a los Familiares? Ellos están apoyando a los asesinos de 85 argentinos. Eso es un insulto a la memoria de las víctimas.
Hay quienes dicen que la auténtica izquierda en la Argentina ya no existe, que éstos son todos grupos troscofascistas de una ultraizquierda fundamentalista, más cercana a la ultraderecha que a la izquierda tradicional y progresista. Es probable.

Consideraciones Finales

De todo esto, podemos sacar algunas conclusiones. Primero, no estamos ante un conflicto político entre izquierda y derecha. El hecho de que distintos sectores políticos hayan intentado sacar provecho de lo ocurrido, no significa que éste sea un problema político entre la izquierda y la derecha. Como pudimos ver, hubo partidos y personalidades de izquierda y centroizquierda que tuvieron una posición imparcial ante la guerra y repudiaron las reacciones funestas que tuvieron grupos de izquierda, ultraizquierda y ultraderecha.
Estamos convencidos de que la gran mayoría de los políticos, militantes e intelectuales de centro (centroizquierda y centroderecha) son imparciales respecto al conflicto en Medio Oriente y, además, repudian toda agresión racista.
El problema está en los extremos. Todos conocemos la famosa frase de que “los extremos se tocan”. Así es. Como ocurre con el fuego y el agua: el hielo, en sus temperaturas más extremas, quema.
Como sostiene Leonardo Cohen en su artículo ‘Algunas reflexiones sobre la izquierda autoritaria’: “la extrema izquierda toma de la ultraderecha sus más deplorables taras. El antisemitismo es sólo una de ellas […] Aún con programas políticos distintos, una izquierda autoritaria y una derecha radical pueden llegar a converger en ciertos principios como el ser antidemocráticos y el ser catastrofistas. […]Estas corrientes anti-democráticas contenidas en la extrema izquierda y en la ultra-derecha, facilitan la erupción y legitimación de tendencias antisemitas en su propio seno.[…] La ultraderecha hace extensiva a la izquierda autoritaria su tendencia judeófoba. No debe sorprendernos encontrar los argumentos antisemitas favoritos de la derecha en manos de intelectuales y políticos identificados con la tradicional extrema izquierda. […] Dos hombres representantes de polos opuestos de la realidad política norteamericana, pueden llegar a converger en su actitud frente al Holocausto y las corrientes negacionistas, por ejemplo […] el ultraderechista Patrick Buchanan y el representante de la ultraizquierda radical, Noam Chomsky. Buchanan es un típico antisemita de derecha. Ha manifestado serias dudas acerca de si los judíos fueron realmente gaseados en Treblinka. […] Noam Chomsky prologó uno de los libros de Robert Faurisson, otro autor que calificaba al Holocausto como un engaño. Por esto, Faurisson fue suspendido de la Universidad de Lyon por un semestre […] y Chomsky, cuyas posiciones antisionistas son ampliamente conocidas, lo defendió arguyendo el derecho a la libre expresión […] También conocemos las expresiones antisemitas de José Saramago, el gurú intelectual de ciertas corrientes de la izquierda autoritaria […] quien ha sostenido que “estamos hablando de un pueblo [en referencia al pueblo judío] que vive preso de un imaginario enfermizo que le hace sentirse elegido… los judíos arañan sin cesar su herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable, y la muestran al mundo como una bandera».
En el mismo tono, ha adjudicado un carácter conspirativo al pueblo de Israel que «cuenta con el aparato propagandístico sionista internacional», término que no suena muy distante del de la «conspiración judía mundial» o «el judío internacional». […] El antisemitismo aparece con mucha mayor contundencia en las ideologías autoritarias de ambos extremos del mapa político […] Hay que desconfiar de las derechas y las izquierdas autoritarias”.
Un ejemplo, en nuestro país, que ilustra claramente esta similitud entre ultraderecha y ultraizquierda es el apoyo que el Partido Comunista Revolucionario (el mismo que imprime carteles con el lema provocativo “Paremos la agresión nazi de Israel”) le dio al carapintada antisemita y golpista Mohamed Alí Seineldín pidiendo por su liberación hace unos años. En fin, el conflicto está en los polos. Las corrientes democráticas, en cambio, se alejan del autoritarismo propio de los extremos. La Izquierda moderada, la centroizquierda y la centroderecha, a pesar de sus diferencias ideológicas (socialdemocracia, socioliberalismo, neoliberalismo, etc), convergen en priorizar la democracia, la tolerancia, la justicia y el respeto, dejando de lado la violencia, la intolerancia y el odio, característicos de los extremos. Por eso, no hay que hacer generalizaciones de un lado ni de otro. Pero así como debemos denunciar lo que están haciendo estas agrupaciones trotskistas, no hay que permitir que este conflicto sea usado para fortalecer las ideas de personas afines al autoritarismo y al totalitarismo.
Muchos de los que repudiaron el antisemitismo y se mostraron como “proisraelíes” o “projudíos”, son los mismos que reivindicaron y siguen reivindicando a la dictadura militar que asesinó 30.000 argentinos (casi 2.000 judíos). La dictadura militar asesinó y torturó personas acusadas de ser sionistas, como es el caso de Jacobo Timerman. Por ende, una persona que reivindica una dictadura que, además de antimarxista y antiperonista, fue antisemita, no puede ser projudía.

Izquierdas, pero también derechas

También hay que impedir que la existencia de antisemitismo de izquierda permita que nos olvidemos del antisemitismo de derecha. Las peores manifestaciones de antisemitismo vinieron de ese extremo (nazismo, fascismo, dictaduras militares, gobiernos conservadores, teocracias, etc.). Esto no significa que el antisemitismo surgido de la extrema izquierda sea “moderado”. También puede ser una judeofobia salvaje.
No obstante, indica que los peores enemigos y verdugos del pueblo judío, en la mayoría de los casos, vinieron siempre de ese polo: la ultraderecha es sinónimo de antisemitismo. Tampoco hay que pronunciar discursos de los que esos grupos de izquierda se sirvan para difamar al sionismo generalizando a partir de un discurso particular. Vale decir, no dejemos que la izquierda argentina defina al sionismo a partir de Lieberman. El sionismo no es Lieberman. El sionismo es Theodor Herzl, es David Ben Gurión, es Golda Meir, es Yitzhak Rabín, entre otros. El sionismo es una ideología progresista y democrática. No es una ideología racista. Es importante esto. Debemos hacer visible a la sociedad que el sionismo no es lo que esos grupúsculos dicen que es. La demonización que se hace del sionismo y de Israel se construye a partir de mentiras, de manipulación de la información, de datos falsos y, también, a partir de una ridícula generalización fundada en unos pocos casos particulares. Por ejemplo, si una persona pregunta retóricamente “¿qué aportaron los árabes a la Humanidad? ¿Aportaron algún Premio Nobel”, sin lugar a dudas, está haciendo un comentario racista (y mentiroso) y, por ende, le da el pie a un antisionista para que generalice afirmando que el sionismo es racista. Así proceden quienes se hacen llamar trotskistas: toman el discurso de un sionista o de un israelí para generalizar a partir de ese caso particular con todo el sionismo e Israel. Esto es peligroso y ha pasado muchas veces. Un extremismo alimenta a otro. Uno fabrica “pruebas” y el otro generaliza a partir de esas “pruebas”. En resumen, no hay que permitir que se difame al sionismo y a Israel, y además hay que impedir que se destruya la imagen de la izquierda y del socialismo. Es decir, que tampoco se hagan afirmaciones como “toda la izquierda y el socialismo es antiisraelí”.
Hay grupos interesados en que los términos “Izquierda”, “Socialismo”, “Progresismo” y “Humanismo” sean antónimos de “Sionismo”. No les demos el gusto.

En conclusión, todos los que apreciamos la Democracia pedimos por la Paz, la Tolerancia y la Justicia. Si pedimos por la Paz, condenamos la Guerra y el Terrorismo y lo hacemos desde una posición neutra e imparcial para no caer en arbitrariedades.
Si pedimos por la Tolerancia, condenamos el antisemitismo y cualquier otra forma de racismo y discriminación, y lo hacemos por convicción, porque apoyamos la igualdad, y no por oportunismos. Y si pedimos justicia, por cualquier acto impune, lo hacemos porque lo sentimos, porque nos importan las víctimas, sus familias y su memoria, y no para usar a esas víctimas como sostén político de discursos infantiles, dogmáticos y preestablecidos.
Que nadie hable de paz, tolerancia ni justicia con fines políticos. Ni la izquierda, ni la derecha. Primero que nada, la sinceridad.