Como sabemos, los judíos aceptaron la partición y proclamaron en mayo de 1948 la independencia del Estado de Israel.
Los árabes no la aceptaron y se produjo una serie de enfrentamientos palestino-israelíes y la posterior intervención de ejércitos regulares árabes, con el desenlace que todos conocemos: la victoria israelí y la incorporación, dentro de su territorio, de una parte importante del territorio destinado al Estado árabe y de la parte occidental, judía, de la ciudad de Jerusalem, a la vez que las partes restantes del Estado palestino y la zona oriental de Jerusalem fueron ocupadas por Jordania y Egipto.
Esta situación creó una frontera militar que, si bien se originó en la guerra de 1948-49, es conocida hoy como la frontera de 1967 pues duró hasta entonces, cuando a consecuencia de la Guerra de los Seis Días, todo el territorio geográfico de Palestina fue ocupado por el ejército israelí.
Esa frontera previa a dicha guerra, es la frontera que puede servir de base -por consenso de la mayoría de los países- para la separación política de ambos estados.
El problema es que hay fuerzas políticas y político religiosas muy importantes, en Israel y en el mundo árabe, que se niegan a reconocer la necesidad de una nueva partición de Palestina y reclaman la totalidad del territorio para sí.
Posturas extremas y peligrosas
Se vuelve a discutir si los judíos tienen o no derecho a la constitución de un país en el cual sean mayoría y si los árabes palestinos son o no una entidad con raíces históricas que justificarían su independencia. Para los grupos integristas árabes toda Palestina es territorio del Islam que no puede ser negociado. Y para los grupos extremistas judíos, toda Eretz-Israel, que equivaldría geográficamente a Palestina, es territorio dado por dios y no se puede abandonar ni un centímetro cuadrado de ese territorio a un poder extraño. En este caso a los árabes palestinos, pese a su residencia de centenares de años en ese territorio.
Resulta claro que ambas posturas extremas sólo podrían concluir en una guerra catastrófica y la expulsión o destrucción de uno de ambos pueblos, o en versiones mas “benignas” con la sumisión total de uno de ellos al poder del otro.
Estas son realidades humanas concretas, que no pueden ser resueltas por discusiones teológicas o por debates cuya oportunidad histórica ya ha pasado hace más de medio siglo.
Consecuencias
Una consecuencia en el territorio destinado al futuro Estado Palestino son 250.000 pobladores judíos instalados allí -algunos de ellos extremistas religiosos y otros, los más, pobladores inducidos a asentarse por los sucesivos gobiernos israelíes-.
Otra consecuencia de la Guerra del ´67, es que se restableció un vínculo muy estrecho entre los palestinos de Cisjordania y la minoría palestina de Israel, que estuvo interrumpida desde 1949.
Esta es una situación inestable, en la cual se discute por porciones del territorio y por el mismo derecho de la existencia del otro como entidad política soberana.
Una de las causas principales de los enfrentamientos prolongados entre israelíes y palestinos es lo que conocemos como “Intifada”, palabra árabe que significa “revuelta” y que ha costado tantas víctimas y sufrimientos en ambos lados.
La única solución viable pasa por la aceptación de dos estados para dos pueblos: el Estado de Israel, que ya existe, pero cuya naturaleza (religiosa o laica) y relaciones con la minoría palestina -dentro de su territorio- tiene que ser redefinida; y el Estado Palestino.
Seguridad para todos
Es obvio que en esta etapa del reconocimiento del Estado existente y de la creación de un nuevo Estado a su lado, es preciso una frontera que asegure seguridad para ambos.
La base de frontera debe ser la frontera reconocida internacionalmente. La frontera de 1967, con modificaciones que pueden ser llevadas a cabo de común acuerdo por razones de seguridad y otros motivos. Este proceso exigiría que buena parte de las poblaciones judías establecidas en las zonas palestinas sean evacuadas y que otras permanezcan en su lugar dentro de acuerdos territoriales negociados.
No entraré aquí, por razones de espacio, en tres problemas muy complejos: el acuerdo definitivo sobre Jerusalem, el destino de los refugiados palestinos, y las relaciones entre la mayoría judía y la minoría palestina dentro de Israel.
Me limitaré a reiterar que es sobre la base geográfica, histórica y política expuesta, que debemos analizar el problema de la frontera física entre ambos estados, cuya expresión es la barrera que se está construyendo a lo largo y al Este de la línea de separación de 1967, la llamada: Línea Verde.
El “Muro de Defensa”
El aspecto racional de la construcción de esa barrera para los israelíes, es la protección de su protección civil frente a los ataques terroristas que se ven enormemente facilitados por el pasaje, a lo largo de todo tipo de senderos imposibles de controlar.
Otro argumento a favor de esa barrera es que, incluso si se llega a una paz satisfactoria con los palestinos, existen organizaciones que continuarán con una política de terror contra Israel a lo largo de un tiempo prolongado. Puede ser que un proceso de paz exitoso transforme a esa barrera en un fenómeno obsoleto, pero hoy por hoy resulta imprescindible.
Las críticas a esa barrera provienen tanto del lado israelí como del palestino.
Del lado israelí, los grupos que sostienen la necesidad de la anexión de territorios palestinos por razones religiosas o de seguridad, dicen que esa barrera crearía dos realidades diferentes: la de los israelíes que vivirían dentro de su perímetro y la de los que quedarían del otro lado, los pobladores de los asentamientos. Estos proponen un dominio israelí de todo el territorio que, a su criterio, les daría seguridad reconociendo, a lo sumo, zonas autónomas palestinas, separadas entre sí.
El actual gobierno israelí, presionado por una parte por los residentes de Israel que quieren mayor seguridad y por los colonos que no quieren verse separados físicamente del cuerpo de la Nación, ha optado por un compromiso: construir una barrera que se distancia muchos kilómetros de la frontera de 1967 para incluir los núcleos poblados más importantes dentro de los territorios.
Este plan es incompatible con la idea de un estado palestino viable y haría imposible la paz y ha sido criticado por esa razón por los Estados Unidos, que ha amenazado con sanciones económicas si ese proyecto es llevado a cabo de esa manera.
La mayoría de la izquierda israelí acepta la idea de la necesidad de una frontera y de una barrera que le confiera realidad, por lo menos en el periodo histórico inmediato, pero rechaza al proyecto de una barrera situada en su totalidad al este de la Línea Verde, que incluiría mucho territorio palestino y dejaría a los pobladores de muchas aldeas separados de sus tierras de cultivo. Sostiene que esa barrera no sería una barrera para la defensa de Israel sino para la defensa de los asentamientos en los territorios ocupados. El gobierno israelí, por su parte, sostiene que esa barrera, tal cual la concibe, no es la frontera definitiva que tiene que ser negociada, sino una medida de protección temporaria, pero es evidente que una barrera tan costosa y compleja, crea hechos consumados, que no serán fácilmente renegociables
La oposición árabe a esta barrera tiene varios componentes.
Uno el hecho mismo de su existencia, que contradice los proyectos de varios grupos de la reconstrucción de un estado único desde el Jordán hasta el mar.
Dos, las consecuencias prácticas que dicha barrera tiene para los pobladores palestinos de la zonas limítrofes y que se crearía una separación entre los palestinos del Estado palestino y los palestinos ciudadanos de Israel.
Otro argumento es que dicha barrera constituye una manifestación de apartheid (lo cual -a mi entender- no es sostenible, porque no divide a dos poblaciones dentro de un mismo Estado sino a dos estados soberanos) y que es antihistórica, porque en este momento la tendencia general en el mundo es anular las fronteras.
Pero ese no es el caso, hoy por hoy, en una zona en la cual existen grupos de anexionistas y de partidarios de la represión militar -en el lado israelí-, y organizaciones de terroristas que atacan a la población civil israelí o una propaganda negadora del derecho de los israelíes a existir como Estado.
En estas circunstancias, la barrera (el llamado “Muro de Defensa”) es un hecho histórico necesario para la existencia segura de ambos pueblos. Pero debe hacerse con respeto y, en lo posible, con acuerdo mutuo. Es duro de aceptar, pero tenemos que renunciar a muchos sueños de confraternidad inmediata, para ajustarnos a la realidad y crear condiciones que hagan posible que dicha confraternidad sea posible en el futuro.
Esta es una responsabilidad compartida, tanto por palestinos e israelíes, in situ, como por los judíos y los árabes y las personas de buena voluntad en todo el Mundo.