Opinión:

La Knesset traicionó a los inmigrantes

El líder de Meretz Yossi Beilin profundiza en este artículo sobre su proyecto de ley presentado ante el Parlamento (Knesset) en que plantea que el Estado de Israel reconozca como judíos a las personas cuyo padre sea de origen judío.

Por Yossi Beilin

Cientos de inmigrantes fueron traicionados por sus propios elegidos, quienes se negaron a hacerles más fácil la vida y reconocer por fin su judaísmo.
Indudablemente que la aliá (inmigración) de la ex Unión Soviética se convirtió en una de las más exitosas realizaciones del Estado de Israel. No significa con ello que todos los problemas de vivienda y ocupación se hayan solucionado, no quiere decir que todos los olim trabajen en sus profesiones y que los más adultos hayan encontrado por fin un marco social y ocupacional; pero a vuelo de pájaro se trata de una ola de inmigración de grandes proporciones, que se incorporó a la sociedad israelí y elevó su nivel. La gran tragedia de esta aliá es la falta de reconocimiento a su judaísmo – cientos de miles de inmigrantes que se definen a sí mismos en su totalidad y en todos los aspectos como judíos.

No obstante, ellos son reconocidos como ciudadanos israelíes gracias a sus parientes judíos; pero al que no es judío y se convierte en ciudadano debido a su pareja, no se le permite traer a Israel a sus padres o hijos de matrimonios anteriores. Si se divorcia, surge la pregunta si le asiste el derecho a permanecer en Israel, y por supuesto no aparece como judío en el registro oficial de la población. Muchos de ellos no se consideran aceptados aquí. La gran mayoría son ateos o agnósticos, y no están dispuestos a renegar de sus creencias, a convertirse, a asegurar que cumplirán los preceptos, y a engañar así a los rabinos que los han convertido. Muchos de los mismos son hijos de padre judío y madre no judía – la Halajá (ley religiosa judía) establece que aquel cuya madre es judía, o se haya convertido, se considerará judío -. El hecho de que en el siglo XXI se pueda verificar con la ayuda del ADN quién es el padre, y que una madre de alquiler no sea la madre verdadera, no influye en los estatutos, y desde su punto de vista, aquel cuya madre es judía, se considerará judío, y el que sólo su padre es judío, será un gentil.

Esos mismos inmigrantes elevaron sus ojos al Poder Legislativo, con el anhelo de encontrar un camino que les facilitara las cosas. El ex partido de Sharansky, “Israel Bealiá”, no solucionó sus problemas; entonces votaron masivamente por el liberal “Shinui” de Lapid. Tampoco él los ayudó, entonces ellos los abandonaron y votaron por “Israel Beiteinu” de Liberman. Este último proclamó a grandes voces el acuerdo conyugal que podría facilitar a los nuevos inmigrantes, y lo presentó como condición primordial para su incorporación al Gobierno. Pero dicha condición quedó olvidada cuando se adhirió a la coalición y los inmigrantes quedaron relegados.
La semana pasada, cuando mi propuesta de ley – mediante la cual el Estado deberá registrar como judío también a aquel que sólo su padre lo sea – fue presentada en la orden del día, los miembros de “Israel Beiteinu” se alistaron como un solo hombre para votar en contra de ella. Después de todo, son miembros fieles de la coalición.

La propuesta de ley no entra en contraposición con las diferentes corrientes del judaísmo y no exige de las mismas cambiar sus normas, tampoco les solicita comportarse en una forma más liberal, a fin de que las personas que inmigraron a Israel, identificadas completamente con el Estado – algunas hablan el hebreo; otras ya son egresadas de escuelas israelíes y del ejército – reciban facilidades en la conversión. No; de la ley propuesta, emerge la idea de apertura de una puerta adicional para el pueblo judío: en lugar de que la definición del judío se brinde exclusivamente a corrientes religiosas, la mayoría no religiosa permitirá a otras personas no religiosas incorporarse a ella para considerarlas judías acorde a su nacionalidad, y no por su religión. Si éstas quisieran casarse con judíos religiosos, deberán convertirse, si así lo exigiese su cónyuge. Dado que la mayoría de los laicos se casan con laicos y los religiosos con religiosos, este será un problema marginal.

Hasta la época del iluminismo y la emancipación de fines del siglo XVIII, casi no existían los judíos no-religiosos; el que abandonaba el judaísmo abrazaba la religión cristiana u otra religión. La definición del hombre era una definición religiosa, y asimismo lo era la definición judía. El laicismo creó una nueva situación, en la cual las personas pudieron auto definirse como no religiosos o faltos de religión. En esa misma época se podía diferenciar entre judíos de acuerdo a su pertenencia nacional-étnica, y judíos por su religión. Así como la mayoría del mundo árabe no está dispuesto a reconocer la existencia de una nacionalidad judía diferente de la religión judía, tampoco el judaísmo ortodoxo admite esa posibilidad, y fuerza a la mayoría no ortodoxa a rendirse a sus dictámenes.