En cuanto a números absolutos, sólo la minoría negra supera la representación judía, pero esta minoría constituye una proporción mucho mayor de la población norteamericana.
Una salvedad: todas las mujeres judías, representantes y senadoras, corresponden al Partido Demócrata –así como la mayoría casi absoluta de los hombres-, lo que se explica, según dice una de ellas, Diane Feinstein, por el carácter mayoritariamente progresista de los judíos, lo que coincide con las líneas generales de dicho partido. Esto no quiere decir que no haya judíos republicanos, y aunque algunos de ellos sean mujeres (el único caso de líder de primer plano es la gobernadora Linda Lingle, gobernadora de Hawai, y hay un solo ejemplo de legisladores estatales, -no federales-, el de Florence Shapiro, senadora en Texas.
Es necesario destacar que tal carácter progresista se expresa en todos los ámbitos: la preocupación por los pobres, por los salarios mínimos, por los servicios de salud, pero también en aspectos más controversiales, como la defensa del derecho al aborto y de las investigaciones con células humanas.
La cantidad de judíos y de mujeres judías en altos cargos electivos, anota la senadora Feinstein, también refleja el escaso peso de sentimientos antisemitas en el pueblo norteamericano.