Israelíes y palestinos:

¿Escudos o humanos?

Hace pocos días, lo hicieron por primera vez y quedó claro; se convirtió en un método, que cabe suponer será aplicado de ahora en adelante en forma rutinaria. Numerosos palestinos se agolparon en las casas de miembros de Hamas que iban a ser atacadas, a fin de garantizar que la presencia de tantas personas en el lugar impida el operativo militar. Los civiles lograron su objetivo: la Fuerza Aérea israelí no atacó para así evitar muertos entre los habitantes del lugar, que estaban desarmados.

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

La dinámica que se empleó quedó bautizada: «Escudos humanos en Gaza». Todo comenzó con una llamada telefónica del Ejército avisando que la casa de Muhammad al-Barud, uno de los jefes de los Comités de Resistencia Popular, en la localidad de Bet Lahía al norte de Gaza, y la de Wael Rahab de Hamas, serían bombardeadas, al parecer por servir de depósito de armas o punto de fabricación de cohetes y municiones.
El representante militar dio, en ambos casos, un corto lapso para que las familias de los radicales en cuestión abandonaran los departamentos. Pero en lugar de que la gente saliera, los vecinos y numerosos palestinos de la zona comenzaron a llegar a las casas, llenándolas de civiles, entre ellos numerosos niños y mujeres, creando una situación imposible para quien debía abrir fuego.
«Salimos ganando, esto es una gran victoria», habían dicho en el primer caso de escudos humanos que impidieron de hecho el operativo israelí. «O morimos todos juntos o vivimos todos juntos», decían los vecinos, al salvarse Al-Barud y quedar intacta su casa.
Fuentes militares israelíes comentaron que lo sucedido no es garantía en absoluto de que las estructuras en cuestión queden en pie. Dichos voceros aseguraron que pueden llevar a cabo ofensivas terrestres para destruir los edificios que deben ser destruidos, aunque admitieron que por aire, con el riesgo para todos los civiles allí agolpados, era imposible, ya que en estos casos se sabía de antemano que no podría evitarse la muerte de gente inocente.

Para pensar 1:

Del Código de Ética de Tzahal – Ejército de Defensa de Israel – Inciso: «Vidas Humanas»: «El soldado israelí actuará de forma razonable y segura en todo su accionar, teniendo en cuenta, sobre todo, la importancia y el valor supremo de toda vida humana».

De la Carta fundacional de Hamas; artículo 7:
«El momento de la salvación no llegará hasta que los musulmanes luchen contra los judíos y los maten; hasta que vean a los judíos ocultarse detrás de rocas y árboles, y griten: ¡Musulmán! ¡Aquí hay un judío que se esconde detrás de mí, ven y mátalo!».

El polvorín

El polvorín de Medio Oriente tiene la impertinente virtud de mostrar sus múltiples facetas, en definitiva su compleja naturaleza a la mínima ocasión, poniendo de manifiesto lo lejana que está la paz en esta zona del mundo. Durante años, el conflicto entre Israel y Palestina ha recorrido el camino de la socialización en el sentido opuesto al que recomienda el sentido común. Se trata de facto de una guerra entre dos pueblos, o dos comunidades, como se quiera, en la que el dolor es más civil que militar, el recuento de bajas de uno y otro lado se realiza más entre los ciudadanos que dentro de los ejércitos. Y eso deshace los sentimientos de la razón y los pone detrás de la mira de un fusil.
Centenares de palestinos se convirtieron en escudos humanos voluntarios para evitar un nuevo ataque israelí. El gobierno hebreo anuló la ofensiva cuando éstos decidieron rodear el edificio y subirse a su tejado con el objetivo de evitar víctimas inocentes. Israel acababa de sufrir un golpe diplomático con la condena de la ONU al ataque en Beit Hanún, que sí se cobró muertos civiles -en su mayoría mujeres y niños-, y una nueva tragedia agravaría la situación. Palestinos e israelíes llevan toda una vida sufriendo por un conflicto territorial, pero también por la falta de implicación real de la comunidad internacional. El alineamiento de Estados Unidos con Israel es tan fuerte como a veces falto de autocrítica y reduce al mínimo el margen de maniobra de la ONU. Es entonces que una posible solución del conflicto debe nacer de la base, de la propia sociedad civil. Los ciudadanos deben hacer que los partidos políticos se muevan y lo hagan con gestos inusuales y, hasta cierto punto, arriesgados. Sin embargo, en el caso de Israel y Palestina, el dolor, y por lo tanto el propio conflicto, está tan enraizado que se hace urgente dar una mano desde arriba, desde la comunidad internacional, para que los escudos no sean humanos y el dolor no sólo no sea civil, sino que desaparezca.

Para pensar 2:

«Uno de los principios fundamentales de Hamas es que no reconoce a Israel. Participamos en las últimas elecciones y la gente votó por nosotros basados precisamente en esta plataforma.
Por consiguiente, la cuestión de reconocer a Israel definitivamente no está en la mesa de negociaciones por más que se retire de todo el suelo palestino, no sólo a las fronteras de 1967.
Nos han pedido que reconozcamos las iniciativas de paz árabes, que incluyen el reconocimiento de Israel. Nosotros, en Hamas, hemos rechazado estas imprácticas iniciativas.
Hamas ve estas presiones como el objetivo para degradar el límite superior de las demandas palestinas al nivel más bajo posible. La formación de un gobierno de Hamas es, en sí mismo, un punto de quiebre en la historia de la causa palestina. El gobierno de Hamas ayudará a la transición del asunto de Palestina de su esquema internacional de trabajo a un esquema de resistencia nacional constante, hasta la eliminación total del enemigo sionista. El pueblo palestino estará resuelto y apoyará su opción democrática. Yo creo de verdad que Hamas tendrá éxito, Dios lo quiera, gracias a la constancia del pueblo palestino y al apoyo de nuestra nación musulmana y árabe”.

Kaled Mashal; líder del aparato político de Hamas que actúa desde Damasco

El ex Comandante en Jefe del Ejército de Israel, Teniente General Mordejay (Mota) Gur, Z’l, héroe de mil batallas, relataba cierta vez que durante el transcurso de la primera Intifada, su hijo menor, Uri , entonces oficial de paracaidistas, le hizo saber los pormenores de una acción de su batallón en un campo de refugiados de Gaza, que tenía como objetivo detener terroristas y confiscar armas y materiales explosivos.
Uri le contó a su padre que durante la búsqueda, efectuada en las altas horas de la noche, sus soldados no actuaron siempre con mano blanda: hubieron muebles rotos, cuartos destrozados, gritos, llantos y expresiones de miedo y desesperación, especialmente entre los niños, las mujeres y los ancianos.
Según Uri, el ambiente en la tropa al regresar de la misión era muy ambivalente: algunos soldados aceptaban totalmente su modo de actuar; otros detestaban tal proceder. La vivencia no les permitió conciliar el sueño; la discusión entre ellos continuó, a los gritos, hasta el amanecer.
Uri le pidió a su padre su opinión al respecto; Mota Gur recordaba que le respondió lo siguiente: «Uri -le dijo- mientras haya en el Ejército soldados como ustedes que no lo tienen todo claro y son capaces de entablar ese tipo de discusiones, Israel seguirá teniendo derecho a existir; en el momento en que se acaben las discusiones y todos marchen a tal o cual misión sin ningún tipo de interrogantes, ese instante marcará inmediatamente el principio del fin del Estado».

La perpetuación de la injusticia y el terror

La cantidad de muertes provocadas por el conflicto israelí-palestino y su duración, describen ya casi una espiral capaz de negar cualquier fórmula de solución política al problema. La represalia por haber sido víctima de una acción violenta se ha convertido en algo más que en un cruel absurdo: constituye todo un sistema de poder, de represión y de perpetuación del rencor y del terror que niega todo sentido al derecho y a la justicia. Una paz que podría estar avalada y literalmente protegida por una comunidad internacional, que ve como imperativo cerrar esa crisis, se hace esperar por el vano recurso de las partes a la consecución de objetivos máximos que, sencillamente, no están al alcance de sus posibilidades.
Desde que Guilad Shalit fue capturado, el Ejército israelí continúa castigando duramente a la población civil de la Franja de Gaza. Desde hace seis años, y a pesar de la desconexión unilateral de Gaza en el verano de 2005, la población israelí del Neguev occidental ha sido continuamente víctima de los cohetes Kassam. Nada indica que la escalada no vaya a continuar su curso. Por su duración, por la identificación de sus protagonistas y por las resistencias que se dan al mutuo reconocimiento y a una convivencia más o menos normal, lo ocurrido pasa ya de la tragedia. Pero dentro de ella hay una imagen que aturde: la de los vecinos de ambos lados que, a la manera de escudos humanos, defienden las vidas y las viviendas de sus familias.

Para pensar 3:

Hace casi 40 años seguidos que vengo repitiendo hasta el cansancio que no existen las conquistas con buenas intenciones, que la opresión corrompe y, al final de cuentas, destruye la sensibilidad del opresor. Pero ahora, cuando la gran mayoría de los israelíes se pronuncian en favor de la creación de un Estado palestino como parte de una posible solución del conflicto, quiero acentuar una diferencia muy apreciable en el modo de pensar y actuar de las dos poblaciones beligerantes y en su relación directa con códigos éticos básicos.
Cuando la muchedumbre palestina es llamada a actuar de escudos humanos, sus dirigentes están concientes y seguros de que ante tal situación los soldados israelíes no dispararán. La dirigencia palestina conoce al dedillo los códigos éticos dentro de los cuales se maneja el Ejército israelí. Tzahal ha cometido muchísimos actos de injusticia y una infinidad de errores estratégicos y tácticos, pero nadie puede hablar de alguna matanza premeditada.
El terrorismo palestino -como todo terrorismo- no se rige por las mismas normas. Quien determina detonar cientos de kilos de explosivos en autobuses, supermercados, hoteles, escuelas o en cualquier otro lugar público, lo hace con la intención premeditada de causar la mayor cantidad de víctimas y daños posibles, materiales y espirituales. Ante tal situación, el único escudo humano posible que le queda a Israel es su propio ejército.

Escudos humanos

Más allá de tal o cual episodio concreto, lo sucedido hasta ahora representa el drama de todos los civiles que, por mantener vínculos ideológicos con los protagonistas de cada contienda, son las víctimas inmediatas de conflictos bélicos sobre los que aparentemente ya no rige convención alguna. De hecho, la población civil israelí es el verdadero objetivo del terrorismo y lo es también la palestina del accionar militar; ambos persiguen disuadir al enemigo presionando a su retaguardia social.
De forma que esas eventuales víctimas civiles constituyen, también, los escudos humanos tras los que se protegen o con los que se justifican los dirigentes de la contienda y del terror.
Tras ellas se guarecen las dirigencias políticas dibujando un paisaje cotidiano al que parecen haberse acostumbrado.
La comunidad internacional no es capaz de imponer soluciones definitivas a un conflicto como el israelí-palestino. Pero es imprescindible que trate cada caso de terrorismo o de utilización excesiva de fuerza con la severidad que sin duda merece. Y también que haga recordar o establezca criterios jurídicos, políticos y aún morales que limiten el uso de la violencia física a todos aquellos que, ideológicamente, declaran no adoptarlos.